jueves, 17 de abril de 2014

LAS VENTAJAS DE VESTIR COMO UN GENTLEMAN



Decía el Conde de Chesterfield que el estilo es el ropaje del pensamiento y que un pensamiento bien vestido, como un hombre bien vestido, se presenta mejor.

Seguramente de seguir con nosotros, a nuestro Conde no le hubiera importado tampoco admitir que si bien el hábito no hace al monje, la imagen exterior puede convertirse en una poderosa tarjeta de visita. Y es que, tanto antes como ahora, aunque las apariencias puedan engañar, y mucho, el ir elegantemente vestido lleva implícito una serie de presunciones como éxito, gusto y posición social, características todas ellas que de utilizarse correctamente pueden ser de gran ayuda tanto en las relaciones personales como en las profesionales.
Amigos admitámoslo, hay puertas, y no solo la de los bares o restaurantes de moda, que se abren o se cierran según sea sencillamente el aspecto de quien a ellas llama. ¡No será justo no, pero es lo que hay!

Y es que además de evitar un…disculpe que no le abriese es que tenía usted pinta de sospechoso, un cuidado aspecto habla por sí solo de quien se ha tomado la molestia de que su presencia le distinga. Además, el vestir correctamente no debería ser considerado como una señal de esnobismo sino sencillamente como una muestra de deferencia hacia las personas que nos rodean.
Somos vistos antes de ser escuchados. Innumerables estudios demuestran que el ser humano se forma una opinión de sus semejantes en cuestión solo de segundos siendo además muy difícil que llegue con el tiempo a cambiarla. Y esa opinión se crea según la imagen que se proyecta al exterior.
Y es precisamente la imagen exterior la que hará que, por ejemplo, te den entrada al local de moda, te reciba el responsable de un comercio o sencillamente se detenga alguien en la calle a indicarte como encontrar una dirección.
Decía el irrepetible Oscar Wilde que no hay una segunda oportunidad para una primera impresión. Aunque solo fuese para presumir de conocer la obra del dramaturgo británico se debería tener presente que la superficialidad de las relaciones humanas obliga a vigilar tanto el contenido como el continente del mensaje. No solo son las palabras, sino también los gestos, la mirada y, por supuesto, el atuendo lo que dan forma a dicho mensaje.

Y es que hay gestos tan tristemente extendidos como el desabotonarse el botón del cuello de la camisa, el desprenderse de la chaqueta al sentarse en la mesa o el seguir llevando los calcetines de la Primera Comunión que pueden hacer que no se presente esa segunda oportunidad.
La uniformidad en la vestimenta del caballero español de la que hablábamos el pasado mes unida a la timidez y a la falta de información hace que los pocos que saben escoger un buena hechura para su traje, combinarlo con los calcetines adecuados – los calcetines, por cierto, se eligen según el color del pantalón y no del zapato – e imprimir un interesante toque de estilo a su conjunto con un pañuelo de bolsillo, destaquen sobre el resto muy fácilmente.

El Gentleman del S. XXI sabe que hay muchas opciones antes de escoger unos aburridos calcetines negros, que los zapatos en tono chocolate aportan un toque especial al traje de la mañana, que los trajes cruzados son mucho más elegantes, además de estilosos, que los de hilera sencilla, que el uso de tirantes tiene innumerables ventajas estéticas y que la gran oferta de corbatas permite que combinándolas correctamente se consiga un nuevolook todos los días.
Y por supuesto el Gentleman del S. XXI huye de marcas y estridencias y prefiere que su elegancia destaque por su conjunto artesanal y no por parecer un hombre anuncio. Sabe que las palabras elegancia e intemporalidad forman su binomio perfecto y por ello es la sencillez, y no el ser prisionero de las modas pasajeras, la característica que le distingue. Porque es precisamente esa elegante sencillez la responsable de algo de lo que solo él es capaz: pasar desapercibido pero sin dejar a nadie indiferente.

El Aristócrata

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