martes, 24 de agosto de 2021

LA GUÍA DEFINITIVA DEL CALZADO


A todos nos gustan los zapatos. A unos los de hebilla, a otros los de cordones y a otros, quizás, los botines. De hecho, aunque no tengamos ninguno a medida es posible que a lo largo de nuestra vida hayamos invertido más en ellos que en cualquier otra prenda de nuestro armario, incluido trajes a medida. 

Dicho esto, lo cierto es que es difícil decidirse por solo un modelo, mucho más todavía cuando sientes debilidad por ellos. Además, cada zapato combina con un conjunto y mejor en unas ocasiones que en otras. Por ello, qué mejor que hacernos con todos sabiendo que todos, sin excepción, también tienen su momento y su lugar.

- La bota ChelseaTodos los zapatos pueden vestirse con prácticamente cualquier conjunto, pero otra cosa es que se deban. Así pues, esta bota podríamos verla incluso acompañando al traje, aunque, no obstante, no es algo correcto o, mejor dicho, existen opciones más acertadas. La bota Chelsea creada por el zapatero de la Reina Victoria, J. Sparkes-Hall, se hizo particularmente conocida en la zona Chelsea de Londres durante los años 50 y 60 cuando los pies de los mods, los Beatles y los Rolling vestían este modelo en su día a día. Como casi todo en la vestimenta del hombre, el que esta bota sea considerada como un zapato de sport tiene su porqué. Y este no es otro que fue inventada para usarse al igual que el mocasín, es decir, dentro de casa. Para conseguir vestirse de manera rápida y sencilla se suprimen los cordones y se añade, además de unos elásticos laterales, un tirador en su parte trasera para con él introducir los pies más rápidamente. Por todo esto su uso es muy similar al que se debería dar a los mocasines; sin corbata alguna de por medio. 

- El mocasín. Hoy el zapato de sport por excelencia. Para nada más feo que un Oxford o un Derby pero sí de uso diferente. Creado para combatir los fríos suelos de las casas de campo inglesas y pensado inicialmente como zapato para no salir con él de casa, salió de esta en los pies de los estudiantes de los años 40 de la Ivy League. Pero los amantes de la historia saben que fue Noruega y, en concreto, sus pescadores los verdaderos responsables de popularizar este modelo. Fue a principios de 1900 cuando se empiezan a producir los zapatos conocidos como Aurland (por el nombre del pueblo donde fueron fotografiados dichos pescadores con ellos). También escritores como Hemingway o Scott Fitzgerald los pusieron de moda desde París. Si bien esos primeros mocasines eran más parecidos a las slippers, el zapatero de Maine, Bass, les añadió en los años 30 una tira de cuero en el empeine para hacerlos más resistentes adquiriendo el aspecto por todos conocidos hoy. Unos años después, en los 50, la casa Alden incorpora como respuesta a la petición de Paul Lukas un juego de borlas colgando de dicho empeine. Hoy no hay casa de prestigio que no incorpore en su oferta al menos un modelo de mocasín habiendo muchos de preciosa factura. Prohibidos con traje, por mucho que todavía se vean, con chinos o vaqueros son una de las mejores opciones con las que disfrutar del tiempo libre. Incluso, algunos modelos como los Tassel se pueden vestir con un buen conjunto de dos piezas. Su gran comodidad, más de escoger ciertas pieles les permite rivalizar con prácticamente cualquier zapatilla de paseo en los atuendos más de sport. Aunque los hay con suela de goma, la suela de piel siempre es más elegante. 

- El doble hebillaSiendo el zapato más  reciente en lo que se refiere a su incorporación al árbol de los zapatos formales – los que se pueden vestir con traje -, lo cierto es que también pudieran ser los más viejos de la lista. Muchos años antes de Cristo. Si los primeros monjes vestían sandalias, con los años cambiaron estas por un zapato muy parecido, pero ya sin tiras y que cubría enteramente el pie hasta el empeine. Este lo cerraban con una hebilla y de usar dos, entonces la sandalia cerraba a la altura del tobillo. Verdaderamente eran como fundas para los pies sin apenas construcción. Hasta la suela se confeccionaba con la misma piel que el resto del zapato. Tanto el de hebilla simple como el de doble de aquella época nada tienen que ver con los que hoy vestimos. Los actuales están cosidos y usan las mimas pieles que los oxfords o los derbys. Si no todas, muchas casas, tanto tradicionales como modernas, ofrecen modelos con hebilla; algunos de gran factura. No obstante, los modelos que mejor han envejecido y que más han influido en los llegados en los últimos años han sido el John Lobb William y el Edward Green Westiminster, dos modelos obligatorios para los amantes de los zapatos de hebilla. Si parece claro que el mocasín requiere vestirse de sport y el Oxford liso formal con traje, sobre el monk la doctrina no es pacífica. Si en la mayor parte de los países europeos se considera este zapato como menos formal que el Oxford pero mas que el derby, en Inglaterra, sobre todo en los círculos más conservadores, el zapato de hebilla, particularmente el de dos, se sitúa en formalidad incluso por debajo del derby. De hecho, imposible será imaginar estos zapatos acompañando al traje de no ser los zapatos de color negro. Por la ya de por sí fuerte personalidad de este zapato, recargarlo con algún otro detalle, por ejemplo, un brogueado, pudiera resultar excesivo. Aunque cierto que un estiloso doble hebilla quedará muy acertado con traje, quizás incluso lo haría mejor con un estiloso  conjunto informal, más de ser marrón. 

- El derby. Zapato en pleno retroceso. Si antes era hasta más corriente que el Oxford, por su mayor versatilidad, hoy se ha quedado a mitad de camino entre este y los modelos más informales. Aunque se puede seguir viendo en los pies de los verdaderos amantes de la alta zapatería y en los conjuntos más extendidos de campo, lo cierto es que su uso es cada vez menor. Menos formal que el Oxford– años atrás solo apto para ocasiones de sport - se puede vestir indistintamente tanto con traje como con un conjunto de dos piezas o uno, si cabe, todavía más informal. Las claves, entre otras, estará en su color, el tipo de suela y la piel escogida. Sus orígenes datan de las guerras napoleónicas, cuando los soldados escogían este tipo de cierre para poder ajustar sus botas lo máximo posible al pie. Con el tiempo, como ocurrió con otras muchas prendas que nacieron en el campo de batalla, lo que era una necesidad para los soldados se convirtió en un detalle estético en las principales capitales europeas. En 1872 aparece el primer artículo sobre el zapato donde St Crispin lo define como: “The Derby or new tie shoe. Better than the Oxonian as the seam is not near the tender part of the foot. Especially good in Summer, allows the foot to swell”. Al igual que con el modelo oxford, el derby puede decorarse con diferentes tipos de brogueado y como ocurre con aquel, cuanto más dibujado esté el zapato menos formal será y viceversa. Aunque escuchemos hablar de derby o blucher indistintamente son modelos diferentes. Mientras en el derby la carrilera se extiende por todo el lateral del zapato, en el blucher están cosidas para poder alojar solo a los cordones y, por tanto, son de un tamaño mucho más reducido. Hoy el modelo derby goza de popularidad entre un cierto público apegado a las modas del momento. No obstante, estos modelos de suelas gruesas de goma, pieles brillante etc. nada tienen que ver con los derbys a los que aquí rendimos homenaje. 

- El Oxford. Zapato formal por excelencia. Válido con casi todo, sobre todo de jugar con determinados brogueados, desde acompañar a un frac a, de ser de color chocolate y brogueado, unos jeans. Modelo que en 1860 empezó como zapato para el tiempo libre – recordemos que eran años donde las botas bajas y altas acompañaban al sombrero de copa -, se ha convertido en el zapato más serio que poder escoger; solo por detrás de las botas Balmoral. El que pasaran de tener solo un pequeño hueco en el armario de verano a su actual popularidad se debe en parte a los estudiantes de Oxford quienes lo convirtieron en su zapato del día a día. Aunque el derdy sea apreciado por su versatilidad, cierto también es que la línea que el Oxford dibuja en el pie consigue una imagen más fina y estética del pie. Sin embargo, como hemos apuntado, puede vestirse con conjuntos alejados del traje, lo cierto es que para aquellos encontramos mejores opciones y ninguna mejor que el Oxford para el traje. Tanto con trajes lisos, diplomáticos etc. el Oxford negro manda un mensaje de formalidad y seriedad de quien lo ha escogido. De tratarse de trajes menos serios o de colores alejados al azul más oscuro, tanto los modelos full como semi-brogue añadirán una nota relajada a todo el conjunto. Un fino cosido en el comienzo de los dedos (toe cap) no resta formalidad al Oxford liso y sí, por el contrario, lo separa de tantos otros de ínfima calidad y aspecto. Aunque con esmoquin las opera pumps son el calzado a escoger, en su defecto el Oxford, esta vez sí totalmente liso y en terminación brillante, será el zapato a vestir. 

- Las slippers. Parece lógico pensar que si contamos con múltiples modelos para vestir en el trabajo y en nuestro tiempo libre, en casa, lugar donde también pasamos mucho tiempo, tengamos al menos un par específico para ella. Aunque el hombre desde que es hombre ha protegido sus pies al caminar - en los primeros tiempos con pieles de animales - también siempre ha buscado con su ropa beneficiar su aspecto exterior o mandar mensajes de poder o posición social. Y las slippers ayudaban con ese objetivo. Además de proteger los pies en casa, ya en las primeras slippers se bordaban grabados con hilos y piedras preciosas. Esto se ratifica viendo las primeras slippers que se encontraron, concretamente en una tumba copta  del S.II, con un grabado en hilo de oro. Como curiosidad apuntar que hasta el S. XV las slippers tenían forma de babuchas y solo las mujeres y los mayordomos las vestían. Si las primeras lo hacían como muestra de su estatus, los segundos las tenían de aliadas para poder andar por las casas sin levantar ruidos al contacto con los suelos de madera. Fue entonces cuando el hombre cosió una suela de caucho, caucho que evita ruidos, y las zapatillas se hacen de seda o de una piel muy fina. Combinarlas con su ropa de noche definía el color y el estampado de la seda de estas. Hoy las slippers se siguen vistiendo primordialmente en las casas de campo aunque el no contar con una no debería desanimarnos a hacernos con un bonito modelo. En ellas podemos coser nuestro pasatiempo preferido, nuestro animal o ese grabado que tanto nos gusta. De los diferentes modelos disponibles el conocido como “Albert” es el más elegante pudiéndose encontrar tanto en piel como en infinidad de tejidos, desde Tweed hasta terciopelo. Mejor en casa que fuera de ella. Acompañar al esmoquin de primavera podría ser una de las pocas excepciones para sacarlas a pasear. 

- El budapester. Y para terminar el zapato del entendido.  Ni es el más bonito, ni el más estético, ni el más polivalente y, ni mucho menos, el más fino. Pero, sin embargo, es un modelo que ha marcado el saber hacer de los mejores zapateros de Europa central durante generaciones. Un modelo derby con doble costura, brogueado sobre una puntera vega y un largo tacón son lo que definen al budapester. Dicho esto, seguramente sea su línea recta y su puntera redondeada lo que le de esa imagen de zapato algo tosco. En el S. XIX, momento álgido del conocido como impero austro-húngaro, imperio que lidera la producción de textiles, cerámicas y zapatería, los zapateros de Viena deciden dar su toque personal al blucher creando este zapato. Los zapateros húngaros, con los que había una gran rivalidad, deciden diferenciar su modelo, además de por llamarlo karlsbaders, por trabajarlo solo en puntera vega y elevándola ligeramente, adquiriendo un toque claro diferenciador que con el tiempo se ha mantenido mejor que el budapester original de Viena. Con seguridad de acudir a ese templo del calzado de Laszlo Vass encontraremos modelos de mucha más belleza. Sin embargo, no podemos abandonarlo sin llevar con nosotros un auténtico budapester. Como todas las cosas nicho, solo los entendidos sabrán diferenciar el budapester pero precisamente ahí radica su encanto. De vestimenta claramente de sport, conviene escogerlo en colores como el vino o el marrón y vestirse con pantalones de tejidos puramente invernales. Recordemos que la suela del budapester es algo más gruesa que la del resto de los zapatos aquí tratados pensando en combatir la nieve y las bajas temperaturas del país que lo vieron nacer. 

El Aristócrata

miércoles, 4 de agosto de 2021

BESPOKE XCIII: CADA CHAQUETA UN BOTÓN


No es tan frecuente encontrar un amplio abanico de botones en las sastrerías, y no solo españolas. Es más, si se quiere un botón en concreto, como un botón de asta, es probable que tengamos que encargarnos nosotros mismos de localizarlo o, por el contrario, esperar a que llegue a la sastrería.

Obviamente, la función de abotonar una manga, un frontal, una portañuela la cumple igual un botón de plástico que cualquier otro. Sin embargo, parece lógico que si se cuenta con una buena tela, un acertado forro y, en definitiva, una prenda especial, los botones también lo sean. 

Acertar en la elección de los botones es algo sencillo. Bastará con prestar atención a dos cosas: al color de la chaqueta, abrigo etc., y al tejido. Otras como el tamaño de estos o su propia composición, aún siendo importantes, obedecen a pura lógica. Los botones frontales de un abrigo son de mayor diámetro que los de una chaqueta y si unos botones dorados quedan mejor en un Blazer, los de asta de ciervo aciertan más con una chaqueta de Tweed. Y ante la duda, dejar que el sastre nos aconseje. 

Ahora veremos algunos casos con los que podemos encontremos. Pero antes apuntar que se deberían dejar de lado los botones tipo fantasía, es decir, botones en colores llamativos, formas alejadas a las redondeadas, decorados a mano etc. En definitiva, nunca un botón debiese adquirir demasiado protagonismo; el protagonista es el abrigo o la chaqueta, pero no el botón (quizás por esta misma razón no entienda a aquellos que utilizan un color de hilo diferente para coser uno de los ojales de la manga de la chaqueta). 

Hay botones para trajes, tanto para los formales como para los informales, para blazers, para tejidos de Tweed, para abrigos, para chaqués, para esmóquines etc. Si en las blazers se puede escoger con botones dorados, plateados, de bronce e incluso con un determinado grabado, las chaquetas de Tweed admiten desde botones de piel tipo balón de futbol hasta de hueso. 

Las terminaciones más frecuentes con la brillante, la pulida o la de mate. Entre las tres las dos últimas parecen ser más adecuadas, principalmente porque no son pocos los trajes de confección que utilizan botones de plástico, plástico que suele tener terminación brillante. Si vamos a por un traje con mensaje de formalidad, los botones de corozo y de aspecto pulido armonizan acertadamente. Pudiera no ser fácil diferenciar el corozo del plástico a simple vista, pero bastará con morderlos para comprobar rápidamente si se trata de plástico o del compuesto 100% natural de corozo. 

Probablemente los puristas y los amantes del protocolo más clásico nos ayudarían en la elección del color apuntándonos que los botones deberían ser del mismo color que el de los zapatos. Para estos, tanto los trajes azules como los grises deberían hacerse combinar con botones negros si los zapatos son de dicho color y solo podrán ser marrones oscuros si así fueran los zapatos. Por ello, estos desaconsejan escoger botones azules o grises (también es cierto que encontrar botones en asta en estos colores no es tarea nada sencilla). En Inglaterra si no se especifica nada sobre el color de los botones lo más normal es que de ser un traje, incluso uno gris diplomático cruzado, estos sean negros y, casi siempre, con solo dos ojetes. Por su lado, en Italia muy probablemente nos los cosieran en marrón oscuro. 

Sinceramente, en este punto yo al menos no tengo una opinión tajante. En mi caso, prefiero comprobar el efecto estético del botón sobre la tela que hacerlo pensando en el zapato que con esa prenda vestiré; entre otras cosas porque es más que probable que alterne zapatos de tonos diferentes con la misma chaqueta o traje. Si me fijo en mis trajes veo que casi siempre he seguido la norma, sobre todo con los trajes azul marino, de botones del mismo tono del tejido, si no negros o, aunque en menor frecuencia, marrón oscuro. Dicho esto, lo que sí hay que tener en cuenta es que cuanto más claro sea el tono del botón más informal aparentará ser la prenda a la que acompañe. 

Algo que no me gusta con el esmoquin y el chaqué son los botones forrados. Quien sabe si es porque me recuerdan a conjuntos de alquiler y quizás por ello prefiera mucho antes botones de nácar, desde mi punto de vista mucho más elegantes y especiales. 

No hemos hablado de los botones de los pantalones y no por ello son menos importantes. De ser un pantalón independiente sigamos las mismas normas de las que hemos hablado a la hora de escoger los de la chaqueta. De tratarse de un pantalón independiente pensemos en el uso que le vayamos a dar, más formal o informal, y actuemos en consecuencia. Los puristas lo tendrán claro: siempre nácar en los botones exteriores de la cintura y de corozo, hueso o cuernos en bolsillos y portañuela (los botones por defecto de los pantalones de las sastrerías de siempre británicas).

Finalmente apuntar algo a lo que muy poca gente presta atención y que denota un importante conocimiento sartorial: los botones de las chaquetas cruzadas deben ser algo más grandes que los de hilera sencilla. Obviamente, los del abrigo lo deberían ser todavía más. 

Para otro capítulo dejamos temas también interesantes como si los botones se deberían tocar, sobreponer, las mangas contar con uno, dos, tres o cuatro botones, su correcto cosido o la conveniencia según sea nuestro físico de contar en el frontal con uno, dos o tres. O de ser cruzada con dos, cuatro o seis. 

El Aristócrata