lunes, 21 de abril de 2014

LA ATEMPORALIDAD DE LA MODA MASCULINA CLÁSICA



Estimados lectores,

Mientras termino de preparar un apasionante artículo describiendo todo el proceso de fabricación de un Hunting Bowlerme gustaría compartir con vosotros un artículo que escribí para el suplemento Fuera de Serie del periódico El Mundo hace unas semanas.

...Antes de empezar a llenar de apasionantes historias las hojas de nuestro diario, nos gustaría escribir un prólogo al que poder acudir cuando los fantasmas de la moda se acerquen a nosotros intentando convencernos de seguir sus deseos. 

El escritor británico Oscar Wilde se atrevió a apuntar muy acertadamente ya en el S. XIX que la moda era una forma de fealdad tan intolerable que era necesario cambiarla cada seis meses. Y a pesar del tiempo transcurrido desde que aquel gran dandi nos dejó, su afirmación sigue hoy plenamente vigente. 
Siempre me he preguntado qué sentirán los seguidores de las modas del momento al contemplar esas fotos suyas tomadas hace diez años. O incluso me inquieta, si cabe más, saber lo que pensaran en sólo un par de años los que hoy hacen suyas las propuestas que presentan los más conocidos gurús de la moda. Sin embargo, cuando uno observa aquella manera de vestir de actores como Cary Grant o Sean Connery en su papel de James Bond se da cuenta de que aquellos “viejos” conjuntos son hoy, más de cincuenta años después, mucho más actuales que los que se vieron el año pasado en cualquier conocida pasarela. 

Sin lugar a dudas aquellos trajes bien agradecerían una cierta actualización pero incluso sin ella todavía hoy serían mucho más ponibles que los que aquella moda pasajera de la que hablaba Oscar Wilde intenta imponernos. ¿Acaso se puede ver hoy ya una propuesta de un frac como los que lucía Fred Astaire en la gran pantalla?. 

Unos Oxford ingleses hechos a medida, una corbata napolitana cosida a mano, un traje de tres piezas de lino, un abrigo beis cruzado de pelo de camello, etc. son todas ellas opciones que nunca pasarán de moda y que separan al verdadero amante de lo exquisito de esa víctima de la moda al que le dictan qué tiene que vestir cada temporada. 
A pesar de que todo lo anterior pudiera conducirnos a pensar que es precisamente la moda la que decide el armario del hombre del S.XXI, los hechos nos regalan una realidad bien diferente. Hoy las sastrerías, camiserías, zapaterías así como las casas de lujo de complementos específicos para el hombre viven un momento de auge solo comparable al que conocieron antes de la llegada de la confección industrial. Los paladares educados y el hombre elegante saben diferenciar perfectamente la calidad, la personalización y la exclusividad de los productos artesanales e intemporales. 

Otro de los personajes que más influyeron en la vestimenta de su tiempo, el Conde de Chesterfield, decía que el estilo era el ropaje del pensamiento y que un pensamiento bien vestido, como un hombre bien vestido, se presentaba mejor. Y con seguridad el hombre de hoy se presentaría mejor de no exhibir llamativos logos, de conocer qué atuendo es el más apropiado para cada acto o de algo tan sencillo como diferenciar el modelo de zapato que mejor combina con su vestimenta. 
Antes de poner el punto final a este prólogo y empezar con el primer capítulo de nuestro diario me gustaría recalcar que la elegancia no es otra cosa, siempre desde mi punto de vista, que naturalidad, sencillez y saber estar. No es necesario sobrecargar absurdamente los conjuntos con infinidad de colores, diseños o complementos. Con un sencillo conjunto de traje y corbata azul marino y camisa azul cielo se puede ser francamente elegante y conseguir algo tan interesante, aunque difícil, como pasar desapercibido pero sin dejar a nadie indiferente. 

El Aristócrata

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