lunes, 11 de mayo de 2020

EL ÚLTIMO GRITO: EL CHAQUETA BURDEOS



A pesar de ser el chaqué uno de los conjuntos más antiguos de cuantos todavía hoy se visten, el conocimiento de esta prenda, y sus complementos, es bien escaso; basta repasar fotos de enlaces conocidos recientes. 

Hay errores que de tanto repetirse podría pensarse que forman parte de la vestimenta de este conjunto, pero nada más lejos de la realidad. Una ceremonia religiosa es un acto formal y por lo tanto hay que vestir a la altura de este. Ni se puede vestir como se haría en un evento cómico ni tampoco como si se tratara de una fiesta de disfraces. Si se viste chaqué hay que vestirlo correctamente, si no, mejor decantarse por un sencillo pero correcto traje de chaqueta. 
Si los novios han pedido vestir chaqué uno no puede presentarse con algo que podría intuirse se tratara de un frac. Tampoco vale combinar prendas de chaqué con otras de traje ni olvidarse los calcetines en casa. No por buscar ser el más rompedor o moderno se es el más elegante o estiloso. ¡Sencillamente se es el más chocarrero! Fallos de bulto aparte, hay una serie de errores que se suceden demasiado frecuentemente y que con el objetivo de no tener con el tiempo que guardar nuestra foto en un cajón conviene evitar.
En las bodas de día no se puede vestir ni esmoquin ni frac. Si el frac se viste por la noche, el esmoquin, con luz y sin ella, solo a los camareros les debería estar permitido. La elección del color es bien sencilla. Caben únicamente dos opciones: el clásico de levita negra y pantalones a rayas grises y negras o, de ser la boda a medio día, el chaqué gris entero (levita, chaleco y pantalón). Todo lo demás es poner en evidencia el desconocimiento que se tiene sobre esta prenda. 
Los chaqués azul marino, burdeos, azul cielo, de estampados Príncipe de Gales, cuadros etc. son sencillamente ridículos, además de nada estilosos. Tampoco lo es romper la seriedad del conjunto con un chaleco de llamativo color o de un estampado que no sea liso. A pesar también de lo frecuente de este detalle, la hechura del chaqué no puede ser la misma que la del traje del diseñador de moda que se vestía en la ceremonia de la FIFA.  Su pantalón no debe dejar adivinar lo musculado de las piernas, como tampoco su levita al abotonarse llenarse de arrugas. El corte debe ser holgado, que no ancho, no apreciándose arrugas ni en el transcurrir del pantalón ni en mangas o frontal de levita. El chaleco debe ligeramente apreciarse de tener la levita abotonada, pero entiéndase “ligeramente” como dos o tres dedos no como un palmo. 
El cinturón está prohibido, como también debería estarlo el estampar una flor, rabillo incluido, contra la solapa. Este, por el contrario, debe introducirse por el ojal dejando a la vista solo la flor elegida. Si carece de sentido vestir cinturón y tirantes simultáneamente no mucho menos lo tiene aparecer con dos relojes, uno de pulsera y otro de muñeca. 
La elección de los zapatos es igual de fácil que la del resto de complementos. Menos, es más. De ahí que unos sencillos Oxford negros lisos sean la alternativa más fácil y segura entre las que escoger. En una boda toca hacer un esfuerzo y guardar las gafas de sol hasta que el chaqué descanse en el armario. Por clásico que sea el modelo este rompe con la formalidad del evento y la prenda. 
El pañuelo de bolsillo es muy bienvenido, pero si no se va a escoger blanco mejor dejar el bolsillo huérfano que acompañarlo de uno de color o con estampado. 
Podría pensarse que todo esto obedece solo a la lógica y que nadie hoy con el fácil acceso a la información del que se dispone caería en tan garrafales errores. Sin embargo, siempre hay alguien dispuesto a demostrarnos lo equivocado de nuestro pensamiento. 

El Aristócrata

MI SANTA TRINIDAD CUANDO HABLO DE RELOJES


Como a muchos de vosotros, si no a todos, me gustan los relojes. Estos, junto los zapatos, seguramente sean los bienes relacionados con la ropa y complementos de vestir en los que más dinero gaste el hombre. Los relojes, además, no son perecederos y con un correcto mantenimiento durarán tantas vidas como vidas los cuiden. 

Para el amante de la relojería resulta francamente difícil no tener siempre una nueva pieza por la que luchar. Acumular objetos es algo absurdo. Al final terminas cansándote de la mitad de las cosas y o resultan un incordio en el armario o, sencillamente, te desprendes de ellas. Sin embargo, coleccionar, que no acumular, ciertas piezas relojeras obedece a un acto mucho más racional – su importe también es más alto – y requiere de un conocimiento que otorga el tiempo, la lectura y el escuchar a personas entendidas.
The Holy Trinity o La Santa Trinidad es una expresión que se utiliza también en este mundo, pero en este caso para referirse a las tres marcas de relojes más reputadas. No obstante, cada amante de los relojes tiene sus tres marcas preferidas que, por cierto, no suelen coincidir con la de otros coleccionistas o en nombres o en lugar en escalón del pódium.
Cuando empezaba a leer sobre relojes añoraba ciertas marcas. Con el tiempo fui depurando mi gusto y esos nombres cambiaron. Finalmente, con los años, he buscado no solo una marca sino un movimiento dentro de cada casa. Por ejemplo, siempre quise poder tener un tourbillon de Breguet (pieza mítica de la historia de la relojería) y de tenerlo sí o sí subiría a este pódium. Al margen de este modelo y de infinidad de errores que he cometido, sobre todo en mis primeros años, creo tener muchos de los relojes con los que siempre he soñado. Espero que con el tiempo alguno otro “must” se una a la lista – . Este es el problema de los relojes; es solo cuestión de tiempo el volverte a encariñar. Y cuando lo tienes dices que ya te plantas….y meses después un nuevo reloj te despierta del letargo y pasa a la lista de tus deseos. 
A lo largo de los meses os iré contando algo de cada uno de mis relojes pero para esta primera entrega me detendré en los tres que me resultan más especiales. Son mis tres preferidos, mi Holy Trinity pero el orden es aleatorio.

1. Patek Philippe Calendario Anual 5035G. De los tres el que más tiempo lleva conmigo, más de veinte. Para los estándares actuales puede parecer muy pequeño, mide “solo” 37 mm, pero como las modas nunca me han importado en exceso si por el tamaño fuera me lo volvería a comprar encantado. Además, recordemos que en el pasado uno de los retos que se imponían a los mejores relojeros era hacer los relojes lo más pequeños y finos posibles. Los relojes joyas solo puedo entenderlos en las mujeres y las cajas de oro amarillo no siempre me gustan. De ahí que los relojes con caja de oro que pueda tener son la mayoría o en oro rosa o en oro blanco. Este en concreto es de oro blanco algo que, junto con su tamaño, hace pasar totalmente desapercibido al reloj excepto, obviamente, al entendido. 
Este modelo que vio la luz en 1996 fue el primer calendario anual del mundo algo que lo convierte de entrada en todo un objeto de culto. Su complejidad radica en que solo una vez al año (en febrero) se debe ajustar la fecha. El resto de los meses el propio reloj sabrá si el mes tiene 30 o 31 días y se ajustará automáticamente. Si bien esto hoy cualquier reloj de pila lo hace sin más transcendencia, en un reloj mecánico sigue siendo una auténtica proeza. Además del día numérico del mes, la esfera te dice el nombre del mes y el día de la semana. 
No deja de ser también llamativo que solo la corona quede por fuera de la caja del reloj, no hay pulsador alguno, algo que le da un aspecto muy limpio al reloj. Cierto que este reloj ha visto reinterpretaciones del mismo casi todos los años, pero quizás la belleza y la especialidad del 5035 es que fuera el primero de todos. Sea por este motivo o por cualquier otro la realidad es que es de los pocos relojes que cada año se revalorizan. Su trasera denota el periodo en que se fabrico con no toda ella visible. No obstante, tanto su volante de oro como su punzón de Ginebra bien merecen varios minutos al día de deleite.
Ojalá los derroteros que parecen estar tomando los nuevos diseños de la más legendaria de las marcas de cuantas existen, y han existido, no sigan ahondando mucho más en la idea de hacer relojes cada día más deportivos y similares a tantos otros. ¡El día que Patek parezca otro gran reloj dentro de una amplia vitrina se habrá acabado el mito!. ¿Alguien se imagina a un Rolls sin la clase y señorío de la que siempre ha hecho gala o compartiendo forma y líneas con modelos mucho más accesibles y populares? 

2. F.P. Journe Chronomètre Souverain. Los lectores más fieles recordarán aquella entrevista que desde esta página hicimos en el año 2012 a François-Paul Journe, para mi el relojero genio de los genios en vida. Allí la encontrarán quienes deseen repasarla o saber algo más de su vida y de la historia de la marca que creo en 1999. 
Muchas de las marcas que hoy más se valoran y se reconocen son como mínimo centenarias. Y muy pocas son las que han podido rivalizar con ellas con una historia mucho más reciente. Tras las “burbujas” de Frank Muller, solo fue un golpe de gas, Richard Mille y FP Journe han sido los dos relojeros que con más soltura y desparpajo han podido jugar de tú a tú con las casas relojeras más exclusivas. Hay otras casas, también en esta página nombradas, cuya calidad de mecanismos es digna de mención pero que no han alcanzado la repercusión de estas dos. 
Si bien siempre renuncié a hacerme con un Calatrava hasta poder conseguir el calendario anual que un par de años atrás había visto la luz, con FP Journe, fuera por capricho o, sencillamente, limitación económica disfruté enormemente consiguiendo el que es uno de los modelos de entrada de gama: el Souverain. Este modelo es bastante más grande que el Patek, concretamente 3 milímetros más. Aunque 40mm es para muchos de los nuevos amantes de los relojes la medida mínima a la que prestar atención, la realidad es que es solo una preferencia personal y dependerá también del tamaño de cada muñeca. En mi caso, más de 40 milímetros empieza a ser un reloj demasiado grande y llamativo. El fino grosor de la caja lo convierte en un reloj tan austero como majestuoso.
Recuerdo una encuesta que se hizo a los poseedores de al menos tres Patek en la que contestaron que su segunda marca era FP Journe. Y es que la complejidad de sus mecanismos y la belleza de sus relojes, tanto en esfera como en trasera no tiene igual. Algo tan difícil de innovar como pueden ser las manecillas de la hora, Journe consiguió las que para mi son, junto con las agujas Breguet, las  más especiales de todo el mercado. En este modelo en concreto las agujas azules se han conseguido con el uso del fuego que es quien proporciona ese color. La corona, de tamaño diminuto y sin marca o logo alguno, no entorpece nada la visión de la caja. La esfera no puede ser más limpia y el guilloche realizado a mano se aprecia muy fácilmente.
Este reloj, al contrario que el Patek cuya carga es automática, tiene una reserva de marcha que necesita volverse a cargar pasadas 56 horas. Obviamente, al verdadero amante de la alta relojería no le importará darle carga cuando este lo necesite. Esta reserva, al contrario de lo que es habitual, aparece cargada cuando su aguja apunta para abajo. Verlo por su trasera, con muchas de sus piezas en oro rosa, es todo un placer. Y como suelen ser todos mis relojes, el reloj en su conjunto pasa desapercibido y muy poca gente, solo quienes interesan, se paran a observarlo. 

3. Grand Lange 1. A. Lange & Söhne es una marca que aunque nació en 1845 vio como su fábrica era destruida en 1945 y renacía de sus cenizas en 1994. A pesar de su nueva corta vida, Lange es indiscutiblemente una de las marcas más prestigiosas de la alta relojería. Al contrario que la mayoría de las casas centenarias suizas, Lange conserva su ADN germano y sigue con su manufactura en la localidad de Glashütte, localidad donde se asientan varias casas relojeras, la más conocida Glashütte Originale. 
Al contrario que esta, Lange no realiza relojes en acero, lo que obviamente significa que sus precios son ostensiblemente superiores. Si Lange es una marca obligada en toda colección, su número 1 es una pieza por la que bien merece la pena esperar hasta poderla vestir en la muñeca. Lange tiene varios modelos de una complejidad pasmosa pero ningún otro modelo tan legendario e histórico como su número 1. Fue este modelo con el que volvió a nacer la marca y el que más reconocimiento a lo largo de los años le ha dado. 

El 1 es el más fácil de identificar por el ojo entendido. Su particular forma de diseñar la esfera lo hace reconocible muy rápidamente. Dentro de dicha esfera la hora se coloca en solo una mitad del reloj, dejando la otra mitad al marcador de la reserva de marcha, el segundero y la fecha. De todas estas funciones es la fecha grande su nota más distintiva. A través de una doble ventana y con ruletas independientes los días del mes se suceden. La caja, de casi 41mm, es de oro blanco y al ser el bisel muy fino y, en mi caso de oro blanco, el protagonismo recae prácticamente en su totalidad en la esfera. 
Al igual que los dos relojes anteriores tampoco en este se ven grandes pulsadores para ajustar la fecha o la hora. Mi obsesión por la limpieza de líneas es sobradamente cumplida. Solo una corona y un pulsador para ajustar el día que sobresale muy disimuladamente en el otro extremo es lo que el ojo humano puede observar. Un cierre de hebilla, como también en los anteriores, al ser, desde mi punto de vista, los más elegantes, cierra el brazalete de piel de cocodrilo; brazalete de coco que también tienen los dos anteriores.  

El modelo Grand 1 aparece en 2013 como complementario, que no sustituto, del modelo de 37mm. Si bien es más grande también es más estrecho lo que lo sigue haciendo muy elegante. Debo reconocer que el modelo de 37 es súper especial y no resulta fácil decantarse por uno u otro. El mecanismo es el mismo pero al contrario de lo que ocurre con muchas casas relojeras que al agrandar un modelo existente introducen en él el mecanismo del pequeño, en este Grand 1 el mecanismo se ha hecho en ex profeso para él, no quedando ningún espacio dentro de la caja por rellenar. 
La trasera es menos impactante visualmente que en los dos anteriores relojes pero basta con entender la filosofía alemana de la alta relojería y recorrer su manufactura para entender el porqué. Al igual que el Sovereing se necesita darle cuerda para mantener su corazón latiendo pero su reserva de marcha, en este caso dibujada de arriba abajo, avisa con tiempo. Aquellos que cuenten con relojes automáticos les animo a probar uno de cuerda para ver lo especial que es. Siendo algo más tosco que el FP Journe y con apenas decoración, su ADN alemán está patente, es claramente uno de los relojes más especiales y con mayor personalidad de la alta relojería.
Esperando conocer vuestra opinión sobre estos tres relojes en un próximo capítulo hablaremos de otras de mis tres marcas preferidas: Jaeger LeCoultre, Glashütte Original y Zenith. 

El Aristócrata