lunes, 22 de mayo de 2017

LA ABSURDA MODA DEL TRAJE SIN CORBATA…Y SIN CALCETINES



Esta semana he estado en Nueva York y entre las cosas que me han llamado la atención ha sido la práctica ausencia de la corbata acompañando al traje. A pesar de haber pasado la mayoría del tiempo entre despachos de abogados y bancos de inversión, si bien me he cruzado con mucho, y bueno, traje de sastre, estos, en muchos casos, prescindían de la corbata.

El irrepetible humorista y orador norteamericano, Mark Twain, escribía que "la ropa hace al hombre. La gente desnuda tiene poca o ninguna influencia en la sociedad". No creo que muchos de los que hoy leemos esta columna tomáramos demasiado en serio a alguien que hiciera de la desnudez su tarjeta de presentación. La ropa en general, y el traje de chaqueta en el mundo laboral, es una herramienta poderosa en la comunicación no verbal. Dependiendo de cómo vistamos estaremos mandando un mensaje u otro de nosotros. 
El actual traje de chaqueta como prenda obligada de vestirse en las relaciones sociales - tanto lúdicas como profesionales – lleva presente, con sus respectivas evoluciones, desde el S. XIX. Si hasta terminada la I Guerra Mundial el frac y el chaqué eran las prendas más aceptadas, concluida ya la II Gran Guerra, es el traje, tal y como lo conocemos hoy, el principal y casi único protagonista de la vestimenta “formal” del hombre. Si antes de su llegada, el largo faldón de la levita era la nota característica de la chaqueta y unos pantalones que morían en la rodilla la del pantalón, estas particularidades fueron sustituidas por una chaqueta que llegaba hasta el límite del trasero y un pantalón que hacía lo propio hasta el zapato; características ambas que todavía hoy perduran. Este moderno traje aunque en sus orígenes estaba reservado solo para la clase trabajadora y únicamente era aceptado para vestirse en la playa o en el campo, a comienzos del siglo S.XX se convierte en el atuendo por excelencia del hombre tanto para el campo como para la ciudad. 
Si bien los hábitos de vestimenta están cambiando, hoy el traje de chaqueta sigue siendo el conjunto más utilizado, y aceptado, en todas aquellas ocasiones donde se requiere de un mínimo de formalidad. Se trate de un acto serio como una boda, de uno lúdico como una representación de ópera o de un día normal de trabajo, el uso del traje está muy extendido e incluso es considerado como obligatorio en muchos ambientes y situaciones. Es precisamente su gran versatilidad una de sus principales ventajas. Al contrario de las mujeres, quienes se ven en la necesidad de contar con una infinita lista de conjuntos de chaqueta, vestidos, faldas, pantalones etc. nosotros tenemos la gran ventaja de contar con nuestro traje. Su enorme versatilidad nos facilita la vida cada mañana –ahorrándonos además mucho tiempo – y nos permite acudir correctamente vestidos a prácticamente cualquier lugar; haciéndolo además de manera desapercibida allá donde acudimos. 
El escoger vestir de traje, más allá de hacernos más o menos atractivos, es siempre una muestra de respeto para todos aquellos con los que compartimos nuestro tiempo. La necesidad de tomarnos unos minutos para anudarnos la corbata, atarnos los cordones de los zapatos, ponernos los gemelos etc. y la a priori incomodidad de este conjunto frente a los más de sport, denota un respeto hacia quienes compartirán con nosotros tiempo y espacio. Si bien el traje, de igual forma que hace el uniforme escolar, nos iguala, también nos diferencia. Nos iguala al ir todos vestidos con una chaqueta, una camisa, una corbata, un pantalón y unos zapatos más o menos parecidos. Sin embargo, también nos diferencia, y mucho. Dependiendo del corte de cada una de estas prendas, la elección de los tejidos y de los colores y la mezcla de todos ellos, se puede conseguir un conjunto muy especial y totalmente diferente al del resto.
Decía William Shakespeare que “el traje denota muchas veces al hombre”. Aunque el hábito no hace al monje, la ropa, y en el caso del hombre, sobre todo el traje, manda un poderoso mensaje de quien lo viste. Pocas cosas a priori tan similares como un sencillo traje de hilera sencilla azul marino, pueden terminar mandando un mensaje tan diferente. Fijémonos en el corte del traje o en cómo se combinan los colores y conoceremos el gusto de su propietario por la perfección y la belleza. Prestemos atención a los complementos escogidos y sabremos también la importancia que su dueño da a los pequeños detalles. 

La ropa en general, y el traje en particular, habla de alguna manera igualmente del status de quien lo viste. Al igual que unos muebles de diseño, un reloj manufactura o una bonita escultura denotan no solo posición económica sino también social y cultural, un buen traje puede conseguir de la misma manera estas tres cosas. Quien decide hacer una importante inversión en un traje hecho a mano lo hace porque valora el trabajo artesanal y las prendas hechas a medida. Sabe que su adquisición solo será valorada, aparte de por él mismo, por unos pocos paladares educados; y eso le gusta. Él disfruta observándolo como quien en la soledad del hogar contempla maravillado una y otra vez esa pintura que tanto le costó conseguir. 
Él sabe que su traje azul le hace pasar desapercibido pero también que le diferencia de cuantos otros se cruza por la calle. Lejos de mostrar marcas que envían el mensaje de una posible posición económica, él prefiere que sea su diseño, su tejido y su corte personalizado los únicos encargados de hablar por su traje. Y cada vez que lo cuelga en su percha recuerda con una sonrisa ese eslogan que adorna la pared de varias sastrerías de Savile Row "a well tailored suit is to women, what lingerie is for men".

Y para no aburrirles dejo para otra ocasión lo que parece va a ser el próximo verano el "último grito". El traje sin calcetines. 

El Aristócrata

lunes, 8 de mayo de 2017

ACIERTOS Y DESACIERTOS CON LAS PRENDAS DE MODA



La timidez es la nota que mejor definiría la manera de vestir del hombre español. Para él lo más importante a la hora de escoger su vestuario es pasar desapercibido. Al contrario que la mujer él busca no diferenciarse ni de sus conocidos ni de la manera de vestir más extendida en su lugar de trabajo o en su círculo más amplio. Esto lo pone diariamente en práctica escogiendo para sus trajes solo colores azul marino y gris oscuro y los complementos indispensables para no destacar sobre el resto.

Qué duda cabe que se puede ser muy elegante vistiendo un buen traje a medida azul marino incluso si se combina con una camisa azul clara, una corbata oscura y unos oxford negros. Sin embargo, si lo que se busca es dar un paso más y expresar con la ayuda de tu ropa tu personalidad pronto nos aburriremos de esta sobria combinación. Igualmente, los conceptos elegancia y estilo no siempre van de la mano y la línea que separa al estilo de lo exagerado suele ser muy fina. Esto no significa que el estilo y la elegancia estén reñidos obligatoriamente sino que incluso cuando ambos se fusionan acertadamente el resultado no deja a nadie indiferente. Pero para ello antes hay que conocer las normas básicas que aplican a la vestimenta masculina o como bien apuntaba Pablo Picasso es necesario aprender las reglas como un profesional para poder romperlas como un artista; frase que aplica perfectamente al tema de este mes.
Las modas vienen y van y la mayoría se sube a su tren saltando de vagón en vagón según lo que el maquinista vaya ordenando en cada estación. Sin embargo, todavía hay personas que tienen una personalidad muy afianzada y hacen caso omiso a sus dictados. Estos hombres visten prendas de una época pasada o de otra que todavía está por llegar. Para todos ellos nos gustaría escribir este artículo, un artículo con en el que traemos a esta página diez prendas y complementos que de utilizarse correctamente pueden representar todo un acertado atrevimiento pero que de no acertar con su uso nos conseguirán justo el efecto contrario.
1- La Capa Española

Popularizada por el Duque de Bejar, la capa española alcanzó su máximo apogeo en el S. XIX de la mano de las clases más altas. Confeccionada con lana de oveja se caracteriza por terminar por debajo de la rodilla y por su gran vuelo. Aunque el color más común sigue siendo el negro también se encuentra en azul oscuro. Si bien antes su uso no obedecía necesariamente a los actos más formales hoy si queremos dejar nuestra nota de buen gusto usémosla acompañando al frac y evitemos los conjuntos más informales cuando la saquemos del armario. Camilo José Cela, Federico Fellini, Pierce Brosman, Hillary Clinton o Jeff Bezos son solo algunas de las personalidades públicas responsables de la fama mundial de este abrigo tan español. 
2- Los zapatos conocidos como spectators

Aunque presentes en el armario del hombre desde el S. XIX su popularidad la alcanza en la década de los años 20 del siglo pasado. Este tipo de zapato se caracteriza por tener dos colores con un fuerte contraste entre ellos. Si bien en sus inicios la puntera y la talonera eran las dos partes que diferían en color con el resto del zapato, hoy se juega con las diferentes partes del zapato, pala, orejeras, puntera y talonera. Aunque en sus inicios los colores más populares del spectaror eran el blanco y negro y el negro y el blanco hoy es posible encontrarlo en prácticamente cualquier tipo de piel y color. Si queremos dejar nuestra impronta de estilo vistámoslo solo en verano, con trajes claros y siempre con luz solar. 
3- El cárdigan

Esta prenda en forma de chaleco puede cambiar totalmente el aspecto de un traje haciéndolo más formal o de vestirlo desaliñadamente imprimiéndole un toque dandi al a veces serio conjunto de corbata. Resulta imprescindible escoger un color que combine acertadamente tanto con el traje como con la camisa y la corbata para huir del aspecto de ese señor que solo hace uso de él para huir de el frio. Igualmente, habrá que apostar por los de algodón más fino desabotonándonos tanto el primer botón como el último. Al ser una prenda totalmente informal resulta fundamental vestirlo siempre acompañando a la chaqueta del traje y no de manera independiente. Prescindamos de aquellos que dejen visible su logo o marca y recordemos que si bien un cárdigan queda elegante con traje no así ocurre lo mismo con un jersey de pico. 
4- La Blazer

Aunque con el nombre “blazer” o “americana” se denomina hoy a prácticamente cualquier tipo de chaqueta azul marino, la auténtica blazer es mucho más que eso. La aparición de esta chaqueta se atribuye al Capitán de la fragata británica H.M.S. Blazer quien en 1837 vistió a sus marineros con una chaqueta azul oscura cruzada con botones dorados para recibir a la Reina Victoria. Esta chaqueta aunque hoy se vea muchos menos que hace cincuenta años, sigue siendo uno de los mejores atrevimientos que nos podemos permitir. Pero recordemos si queremos ser cómplices de la tradición asegurémonos de que nuestra blazer sea azul marino, sea cruzada, sus botones sean dorados y esté confeccionada en cachemira o pura lana virgen. Combinémosla con unos vaqueros y conseguiremos un look de lo más dandi. Hagamos lo propio con un pantalones marrones confeccionados en tejido tipo cavalry y nuestro look nos recordará al de un Lord inglés. Y si queremos presumir de ella también en nuestro lugar de trabajo escojamos un pantalón gris oscuro y unos Tassel y lo podremos hacer muy orgullosamente.
5- Los calcetines con motivos

Esta columna ha defendido el uso de calcetines alejados del negro cuando se viste con traje y de sport. No obstante, esto tiene sus límites y estos se encuentran en los motivos que acompañan a los más informales. Una cosa es escoger calcetines a franjas finas de colores más o menos oscuros y otra muy diferente es acompañar el traje con calcetines con dibujos y motivos más propios de otras edades. Y esto aplica también a los calcetines sin dibujos pero de colores llamativos como los amarillos o naranjas. Un calcetín rojo con un traje azul puede resultar estiloso en un entorno y momento dado. Sin embargo, un calcetín burdeos, verde militar, púrpura o granate aportará el mismo toque de estilo pero además la seriedad que reclama el conjunto de corbata.
6- La pashmina

La pashmina es un acertado sustituto de la a veces poco ortodoxa bufanda. Sus ventajas frente a esta radican en los múltiples diseños y dibujos que adornan su tela. Igualmente, al ser más larga que la clásica bufanda podemos jugar con ella enrollándonosla por el cuello según más nos guste. Igualmente, de vestir con traje podemos meterla por dentro de la chaqueta consiguiendo además de una protección extra contra el frío también un toque de estilo muy interesante. Los tejidos que podemos encontrar son de lo más variados predominando las pashminas de lana. Sin embargo, el tacto de la cachemira y de la seda lo agradecerá mucho más nuestro cuello. A pesar de que pueda parecer un complemento muy atrevido y no sean pocos los hombres que sigan solo apostando por la clásica bufanda lo cierto es que el estilo que aporta tanto a los conjuntos de corbata como a los de sport es muy superior. 
7- Los vaqueros desgastados

Aunque este pantalón existía ya incluso antes de época de la América pre-colonial, fue a principios del S.XX cuando debido a la gran resistencia de su tejido proveniente de las lonas de las tiendas de campaña, los vaqueros se popularizaron entre los trabajadores manuales, los mineros y los agricultores. Sus amplios y fuertes bolsillos permitían a dichos trabajadores, igualmente, guardar los minerales encontrados y sus utensilios de trabajo. Sin embargo, la moda de los vaqueros rotos es mucho más reciente y aunque ha habido momentos donde dichos rotos se veían más incluso que la tela del pantalón hoy se han moderado y aparecen más tímidamente y sólo en lugares bien calculados. Si somos de los que pensamos que no tiene sentido comprar un pantalón roto, este carca está entre ellos, podremos vestir nuestro vaquero desde con una camisa y unos full brogue hasta incluso con una americana azul. Si por el contrario, somos de los que creemos que esos rotos aportan un toque interesante al vaquero vistámoslo con prendas puramente informales como camisetas y zapatillas de deporte. 
8- Las zapatillas de deporte

El vestir acorde a la edad de cada uno es una clara señal de madurez. Sin embargo, parece que muchos son de la opinión de que todo tiempo pasado fue mejor y se empeñan en competir con sus hijos a ver quien lleva el último modelo de New Balance. Las zapatillas de deporte son un buen complemento para cuando queremos vestir relajados y cómodos pero no por ello pueden ser el sustituto natural del zapato. Hoy marcas históricas resurgen para ofrecer a sus compradores de hace treinta años sus antiguos emblemáticos modelos. Si bien hay zapatillas muy bonitas que incluso podrían ocupar el lugar del zapato en ciertos atuendos de sport, habría que, en pos de cierta discreción y diferenciación, huir de las marcas cuya principal diferenciación es la letra o el logo que aparece cosido en la zapatilla. Los modelos vintage más discretos aportan además un estilo retro que de combinarse acertadamente con el resto de las prendas pueden aportar al conjunto final un toque muy desinhibido e interesante. 
9- Las pulseras, anillos…

Según el protocolo inglés más antiguo inglés el hombre solo debería tener como joyas la alianza de bodas, un reloj, un sello y el pasador de la corbata. Si bien hoy esto parece excesivo, tampoco habría que recargarnos con excesivos adornos. Aunque la frase “menos es mas” aplica muy acertadamente en la vestimenta masculina, hay complementos que nos permiten incluir una nota personal a nuestro conjunto, Por ejemplo, unos gemelos se antojan obligados con las camisas de doble puño y una botonadura joya con una camisa de esmoquin. Dicho esto, tampoco debemos caer en la tentación de adornarnos con tantos amuletos y recuerdos vayamos acumulando con el paso de los años. Cuando llega el color y se viste de sport parte del cuello queda a la vista exterior por lo que habría que evitar esas gruesa cadenas de oro o de plata si no queremos mandar una imagen equivocada de nosotros. Hoy no son pocos los hombres, incluso muchos que visten francamente bien, que adornan sus muñecas con tantas pulseras parece poder abrocharse. Una pulsera trenzada de piel o una fina de tela puede imprimir un toque de estilo a nuestro conjunto pero  un mar de ellas consigue solo el efecto contrario. Tampoco los maxi relojes de 44mm o más pueden ayudar mucho al conjunto de sport. Escojamos una pulsera de piel o de tela asegurémonos que no se vea marca alguna. 
10- Las iniciales en la ropa

Si hace unos años parecía obligado que nuestra ropa, camisas, pantalones, cinturones, jerséis etc., presumieran de marca, hoy se ha dado acertadamente un paso atrás y se ha moderado tanto su presencia como su tamaño. Hoy no somos pocos los que escogemos un jersey ya no solo por su calidad sino sobretodo por no tener presente ninguna marca que lo diferencie. Sin embargo, todavía son muchos los que ven en ciertas marcas un grado de estatus y las escogen para posicionarse frente al exterior. Se quiera no contar con marca o logo en la ropa o se prefiera que estas aparezcan, lo que sí o sí habría que evitar es que se vea más la marca que el resto de la prenda. Una hebilla en un cinturón de piel oscuro con una inicial no muy grande, un pequeño animal en el bolsillo monedero del pantalón o un logo en la suela del zapato marcan el límite entre lo elegante y lo recargado. 

El Aristócrata