lunes, 29 de junio de 2015

Traje azul y camisa blanca, perfecto para cualquier corbata. La combinación semanal


Imagen de Instagram en @styleconsultant
Para continuar con el último artículo, donde os daba algunas claves para combinar chaqueta, camisa y corbata, hoy os traigo un look sencillo que yo mismo usé hace un par de semanas para un evento en la embajada francesa en Madrid. 


El look se cerraba con unos zapatos oxford negros de Yanko y un sencillo pañuelo de bolsillo blanco de seda.

jueves, 25 de junio de 2015

Jersey para vestir de sport. La combinación semanal



David Gandy

Esta semana una combinación sport, perfecta para aquellos que trabajáis en una empresa que admite (algunas incluso exigen) una vestimenta más informal, pero que no queréis caer en los vaqueros y sneakers para ir a la oficina. Pantalones de vestir grises, zapatos de cordón y jersey y camisa sin corbata. 

Probablemente para ir a la oficina acompañaría el conjunto con una americana de corte sport, pero reconozco que es así  voy yo cuando no tengo ninguna reunión importante (salvando las diferencias de percha, claro...).

lunes, 22 de junio de 2015

Chaqueta cruzada y jersey de cuello vuelto - La combinación semanal




Ante la petición de algunos lectores, intentaré traer de manera más frecuente distintas combinaciones y propuestas de estilo que puedan ayudaros a la hora de elegir las próximas compras para vuestro armario y a la hora de vestiros cada mañana.

Hoy una propuesta de la temporada pasada desde la firma italiana "Sartoria Rossi". Aunque a muchos pueda pareceros formal, para mí es un estilo perfecto para un viernes de trabajo, cuando en una gran mayoría de empresas está permitido "reducir" la seriedad y la formalidad en el vestir. El desprenderse de la corbata y optar por un jersey de cuello vuelto aporta un toque diferente que a mí me parece francamente interesante. Los pantalones grises y la chaqueta cruzada azul cierran un conjunto perfecto el frío que se acerca. Simple pero muy elegante (y es que no es necesario complicarse mucho la vida para vestir bien...).

jueves, 18 de junio de 2015

LOS 5 TRAJES IMPRESCINDIBLES



Una de las ventajas que tenemos los hombres frente a las mujeres es que no necesitamos contar con un gran número de trajes para asegurarnos de no repetir conjunto. Nosotros tenemos la enorme suerte de aun vistiendo un mismo traje pero jugando correctamente con varias camisas, corbatas y complementos aparentar estrenar un nuevo conjunto cada día. Es por ello, por lo que de escoger acertadamente solo unos pocos trajes podremos disfrutar de un sinfín de posibilidades en nuestra vestimenta diaria.

Si tenemos en cuenta que construir un buen armario es una inversión que requiere de un tiempo considerable y que la adquisición de un traje supone un importante desembolso debemos estar seguros de no equivocarnos en su elección.
Si en los años 60 el conocido diplomático americano Tony Biddle fue nombrado, junto a otros iconos de la moda masculina como Fred Astaire, uno de los hombres más elegante de Estados Unidos con solo siete trajes en su haber, ¿acaso no podríamos nosotros vestir más que correctamente con solo seis? Y es que con solo seis trajes, eso sí bien escogidos, tendremos la seguridad de contar con un armario preparado para enfrentarse a todo tipo de situaciones.

1-2 Los imprescindibles: Un traje azul y uno gris; ambos oscuros y lisos. 
Con estos dos trajes, y más teniendo en cuenta la seriedad de colores que hoy imperan en la calle, se puede acudir bien vestido prácticamente a cualquier sitio. No obstante, es siempre más oportuno dejar el gris marengo para las ocasiones de día y reservar el azul marino para la noche y para ciertas ocasiones formales como bodas o graduaciones.

Dicho esto, es importante recordar que el que sean la base de todo buen armario no significa que en cualquier momento y a cualquier hora del día se deban escoger, como se hace hoy, solo trajes grises o azules. Hay una gran paleta de colores y diseños que en ciertas ocasiones son mucho más recomendables de vestir.

3- Una vez con los cimientos terminados toca empezar a construir el edificio: el traje gris claro y de tejido no liso
Por norma general se pasa más tiempo vistiendo traje con luz solar que de noche. Por ello, deberíamos cerciorarnos de contar con otro traje gris para alternarlo con el gris oscuro. Los trajes grises de tonalidad algo más clara y con tejidos tipo espiga, ojo de perdiz o fil a fil aportan la variedad que necesitamos y nos ayudan a no tener que repetir traje. Igualmente, esta tonalidad clara permite acudir adecuadamente a la oficina y aceptablemente también a una importante comida de trabajo.

4- La raya diplomática resulta indispensable
El traje diplomático es el atuendo por excelencia de las finanzas. Gordon Gekko nos recordaba en los años ochenta que si querías ser alguien en Wall Street mejor no te olvidaras de él. Pero hoy ya no es obligatorio dedicarse a la Bolsa para vestir este tipo de estampado. Estudiando la disposición y grosor de las rayas del dibujo podremos jugar con la imagen que de nosotros queremos mostrar. Escógela más marcada y separada y apostarás por un look más de sport. Haz lo propio con otras más difuminadas y cercanas entre sí y el aspecto de tu traje será más serio.

Precisamente por esto necesitaremos dos trajes de raya diplomática de diferente grosor y color. Mi recomendación es optar por un traje gris marengo de línea fina y otro azul marino de raya algo más gruesa y marcada.

5- El quinto traje será un dos piezas que no obedecerá al concepto tradicional de traje
Una chaqueta y un pantalón independientes, es decir, de un color y diseño diferentes, aportará la variedad que reclama un buen y variado armario. Estos conjuntos son siempre menos formales que el clásico traje pero nos siguen permitiendo acudir elegantemente vestidos desde a una exposición de arte hasta a la oficina un viernes. Una blazer azul o una chaqueta de tweed con un pantalón gris siempre será una opción muy elegante.

Si con los cinco primeros trajes se afrontará el día a día de la semana sin necesidad de repetir traje, con el sexto introduciremos cada semana alguna variación y tendremos un cierto margen en caso que tengamos que desprendernos de alguno de los anteriores por tener que, por ejemplo, llevarlo al tinte.
Para asegurarnos de disfrutar lo máximo posible de estos seis trajes escojámoslos de una lana de entretiempo cuyo peso esté comprendido entre 280 y 370 gramos. Por debajo de dicho peso serán muy frescos como para protegernos del frio del invierno y por encima demasiado gruesos para afrontar nuestros calurosos veranos.
Una vez contemos con los “imprescindibles” aquí tratados estaremos en disposición de empezar a completar nuestro armario con trajes menos serios pero mucho más divertidos. Las opciones que encontraremos serán infinitas. Príncipe de Gales, cuadro ventana, sal y pimienta, cuadro Tartán etc. En los tejidos también encontraremos infinidad de posibilidades más interesantes que la lana 100% como es la franela, la cachemira, el bambú, la alpaca o el siempre fresco lino.

Y sobre el corte de los trates podremos jugar igualmente con múltiples opciones. Trajes sencillos, cruzados de cuatro o seis botones, de tres piezas, de dos o tres falsos botones, bolsillos de parche, en diagonal, con cerillera, solapas de pico o chatas, pantalones para cinturón o para tirantes, con uno o dos pliegues, ingleses o italianos, dos pletinas laterales o una trasera central y un largo etcétera nos brindan la posibilidad de vestir además de con elegancia también con personalidad y estilo.

El Aristócrata

lunes, 15 de junio de 2015

SASTRERÍA DANIEL SCHLEISSNER, PRESENTE Y FUTURO DE LA SASTRERÍA



Los que habéis estado conmigo todos estos años creo que si os preguntara cuál es la temática con la que identificaríais esta página muchos dirías que con la sastrería artesanal. Y aunque para mi la temática de este rincón son los productos del vestir masculino, en general, más especiales y artesanales es cierto que la sastrería ha ocupado gran parte de este espacio. 

Con el paso del tiempo he tenido la suerte de conocer el trabajo de grandes sastres tanto nacionales como internacionales y aunque no sea de todo el mundo grato de escuchar creo haber llegado a una conclusión; conclusión que conforme pasa más tiempo y más conozco no hago más que ratificar. A nuestra sastrería artesanal le falta estilo pero le sobra calidad de mano de obra. Si bien el primer punto siempre será algo subjetivo sobre el que no cabe discusión es sobre la calidad del trabajo artesanal de nuestros sastres. Y este gran trabajo de nuestra sastrería nacional es ratificado por cuantos sastres internacionales la han conocido. 
Respecto al estilo, es cierto que tenemos un largo camino que recorrer. Basta ver como visten los sastres de primera línea internacionales y como visten los nuestros para comprender que el concepto de estilo de unos y otros poco, o nada, tiene que ver. Y este déficit de estilo personal se termina transmitiendo en mayor o menor medida a las prendas que estos confeccionan. Esto unido a la timidez del cliente español da como resultado prendas con un enorme trabajo artesanal pero sin “punch”, alma, adrenalina, expresión, duende, estilo, o como queramos llamarlo. Y uno de los culpables de esta situación es, siempre a mi entender, la elevada edad de las tijeras nacionales.

Por ello, el artículo que traemos esta semana a nuestra página es de un gran interés al unir lo mejor de los dos mundos: la artesanía en su máxima expresión y la juventud, las ganas y un concepto totalmente actual de la sastrería artesanal. Y si esto fuera poco hemos conseguido sacar de su taller a esa persona que nunca vemos pero que en gran medida es la gran responsable de la prenda que nos llevamos a casa. José Alonso, “el maestro”, Daniel Schleisnner, “la esperanza” y María Alonso, “la ejecución”. 
El limitarse a hacer entrevistas a sastres, camiseros, zapateros etc. no permite enjuiciar si lo que dicen las palabras de los entrevistados concuerda con la realidad. Por ello, solo viendo como trabajan y el resultado final de la prenda final sobre un cliente real, y no sobre un maniquí, desvela la realidad de su creatividad y la verdadera destreza de sus manos.

Aunque un sastre completo no debería tener problema alguno en confeccionar cualquier tipo de prenda, la realidad es que siempre hay una por la que le sienten un cariño especial o con cuya confección disfrutan más. Y es por norma general esa prenda la que traemos a esta página. Y en el caso de la sastrería Daniel Schleisnner escogieron un gabán, y como veremos en siguientes capítulos no cualquier gabán, para llevar a cabo este artículo.  
Debido a lo interesante de estos tres personajes y de todo lo que nos tienen que contar al igual que hicimos con el zapato bespoke de Norman Vilalta dividiremos este reportaje en tres capítulos. Un primero, este, donde narraremos la historia de cada uno de ellos, otro donde hablaremos sobre la primera prueba y un tercero donde uniremos la segunda y tercera prueba.

MARÍA ALONSO

Aunque el orden de los factores no altera el producto, empezaremos hablando de María Alonso persona sin la cual hoy las prendas de la sastrería de Daniel Schleisnner no estarían tan bien consideradas como lo están tanto por sus propios clientes como por la propia competencia. 
María, 34, nos cuenta que empezó en el oficio con quince años, concretamente en la sastrería de su padre ayudándole principalmente sobrehilando y cosiendo ojales. Tras seis años con él y ya con un bagaje profesional importante, sabia ya hacer camisas enteras, este la anima a que haga el curso de cortador de la Confianza siendo una de las solo dos chicas de su curso. Y según apunta Daniel, quien compartió aula con ella, fue el mejor alumno de su año destacando en la realización de las láminas (proceso de marcar a escala en una hoja DINA4 toda la prenda como si se hiciera sobre la tela). A diferencia de otros alumnos, ella tiene la suerte de poder poner en práctica lo que aprende en clase en la sastrería de su padre y perfeccionar al mismo tiempo la técnica de costura. Si en la clase aprendía la base del corte en el taller de José picaba solapas, hacía bolsillos de pecho, ojales, pantalones etc.

De aquellos años recuerda la obsesión de su padre con la pulcritud de la técnica y con hacer bonito sobre todo aquellos detalles que no se apreciaban a simple vista. De hecho Daniel apunta que aunque con él trabajan diferentes oficialas es muy fácil reconocer las prendas hechas por María. Terminado el curso, María vuelve a la sastrería de su padre en General Pardiñas especializándose en la realización de chaquetas y en conocer un poco más la técnica de su padre de cortado. No obstante, su padre no deja de insistirle en la importancia de conocer la realización de todo tipo de prendas y la “obliga” a hacer desde fajines para esmoquin hasta corbatas. 
Con el paso del tiempo se especializa en el trabajo de aguja y dedal dejando la parte de atención al cliente y probador a su padre; en parte también porque según nos cuenta hoy sigue siendo todavía muy difícil para una mujer ocupar ese espacio al seguir prefiriendo el cliente un hombre a una mujer. Dicho esto Daniel nos comenta que es de las pocas personas del gremio en vida, y eso que solo tiene 34 años, que podría hacer en su totalidad desde cero y sin la ayuda de nadie desde una camisa o un abrigo hasta un esmoquin o un chaqué. Además como tanto Daniel como José señalan una chaqueta magníficamente cortada pero mal cosida es un desastre mientras que una chaqueta medianamente bien cortada pero bien cosida se puede fácilmente salvar. Y por ello ambos insisten en apuntar que hoy es mucho mas importante tener un buen oficial que un buen cortador; entre otras cosas porque cortadores siempre habrá pero buenos oficiales no.

Cumplidos los 31 años y con 16 ya de experiencia termina el contrato de alquiler de la sastrería de General Pardiñas y sigue colaborando para otros sastres por indicación de su padre y con el objetivo de conocer diferentes formas de trabajar. Concretamente como todavía hoy lo sigue haciendo, compagina el trabajo para su padre colaborando con las sastrería Moisés Córdova y Jaime Gallo de quienes dice que aprende mucho porque la técnica es totalmente diferente de unos y otros. En su día hizo lo propio con Fernando Hervás hasta que se jubiló. 
Esto nos lleva a preguntarla cuál de todos los sastres para los que trabaja o cual de todos los que ha conocido considera tiene mejor calidad de mano. Y su respuesta no le aguanta ni medio segundo entre sus labios: “mi padre, sin ningún lugar a dudas”. “Y si hablamos de estilo: Collado. Para mí el verdadero artista de la sastrería”. “La pasión que tiene mi padre no la pone nadie y ello se ve en la prenda en su perfección, delicadeza, atención al más mínimo detalle y en definitiva en todo el amor que ves solo en ella”. “Mi padre no hace prendas perfectas pero las hace como él quiere”. “Las prendas que entrega mi padre como digo puede que no sean perfectas pero están hechas exactamente como el quiere que estén hechas”. “Además a diferencia del resto de sastres de primera fila mi padre hace él toda la prenda. Es de los pocos que puede decir que esa chaqueta o ese abrigo es suyo y solo suyo. Otros dirigen el proceso pero no son ellos quienes hacen y cosen las prendas”.

Hoy María cada vez hace menos pantalones y camisas ya que los sastres para los que trabaja prefieren utilizarla en prendas o detalles más complicados. Igualmente, y según nos comenta no le compensa hacer camisas porque estas le llevan del orden de 22 horas y un traje, sobre todo si sabe que es para su padre, unas 62 horas. Apunta que ahora también se dedica más tiempo a cada prenda porque las telas son mucho más difíciles de trabajar por su composición y ligereza. Además según comenta hoy el sastre debe ser un experto en telas ya que al planchar una chaqueta la tela puede encoger de tal forma, hasta dos centímetros, que te obligue a tirar la chaqueta. Hay además que saber donde cortar exactamente e incluso, como en el caso del lino. estudiar la mejor cara de la tela ya que puede haber diferencias importantes. 
Esto nos da pie a preguntarla si entonces los sastres de ahora son mejores que los de antes. Si bien señala que ella cree que sí su padre la interrumpe para preguntarnos si podríamos cualquiera de nosotros afirmar si Messi es mejor de lo que era Alfredo di Stéfano. “Cada uno fue el mejor en el momento que le tocó vivir. Y hoy como ayer de haber coincidido, los dos se habrían adaptado al futbol de la época y seguro que habrían sido también los mejores del mundo”. Sobre lo que no muestra duda alguna es sobre qué país tiene mejor mano de obra. Según su experiencia viendo prendas de clientes tanto nacionales o extranjeros que las llevan a las diferentes sastrerías para que se las modifiquen es de la opinión de que como mínimo la mano española está al mismo nivel que la mejor. Sin embargo, también apunta que en marketing, y estilo, estamos por debajo y eso se nota entre otras cosas en la gran diferencia entre los precios que se cobran aquí y los que se cobran fuera.

Sobre qué le deparará el futuro, María nos dice que solo la sociedad lo sabe. Si en unos diez años el cliente de sastrería no tiene reparo en tratar con una mujer a ella no le importaría tener su propia sastrería. Su padre cree que si ella quiere no debería tener ningún problema en conseguirlo ya que tiene mucho amor propio y una afición y destreza con la aguja que no es nada fácil de encontrar al menos en España. De hecho solo considero como alumnos míos a Daniel y a ella. 
DANIEL SCHLEISSNER

Daniel, 43, natural de Madrid al contrario de lo que se suele estilar en la profesión decidió primero cursar la licenciatura de económicas antes de coger las tijeras. Aunque se formó como actuario de seguros, la tradición familiar le tenía guardado lo que sería su futuro desde prácticamente su nacimiento. En concreto, su abuelo Tomás Sánchez ya era camisero y cuando se jubiló le puso una tienda a su madre, la Camisería Sánchez Caro, en la Calle Monte Esquinza; donde todavía hoy se siguen haciendo unas de las mejores camisas de España.

Su abuelo y su madre trabajaron juntos durante cuatro años hasta que fallece el abuelo de Daniel y se hace cargo del negocio su hermano Javier. (“Mariano Langa era amigo de mi abuelo y fue quien inició a mi hermano haciendo camisas”). Daniel por entonces se encargaba de los recados y tras comprobar que no sería feliz como actuario de seguros empieza a cortar camisas en la mesa de la cocina de sus padres mientras ayudaba a su hermano con las camisas que le encargaban Rafael Yuste y Antonio Puebla. 
Daniel habla con su hermano y ven que podrían ampliar mucho los servicios de camisería en Madrid y no duda en ofrecer sus servicios a Alberto y a Manuel Calvo de Mora, Jaime Gallo y a Milford. Al final son Cecilio Serna, Milford y Manuel Calvo de Mora quienes confían en él y le delegan la confección de las camisas de sus clientes.
 
Estuvo haciendo camisas unos años hasta que entabla una estrecha relación con Manuel y Alberto Calvo de Mora, cuando este estaba en la sastrería Cervantes de Marqués Riscal 5. Manuel Calvo y Cecilio Serna le animan a hacer el curso de cortador de la Confianza. Durante su año en la Confianza comparte espacio con María Alonso quien nos cuenta como anécdota que no hacía más que reírse de él por la poca pericia que tenía con la máquina de coser. Terminado el curso de la Confianza, su hermano se rige como su mejor propaganda y muchos de los clientes de la camisería empiezan a probar con Daniel entre otras cosas por lo competitivo de sus precios. 
Poco después se une a la sastrería de Miguel Framit de la calle Velázquez y este le enseña a probar. Mientras tanto, Manuel también le enseña y le insiste que su futuro será siempre mejor si no olvida basar su trabajo en el “método” (técnica propia de la escuela de la Confección). Por diferentes motivos la sastrería de Velázquez no funciona todo lo bien que les gustaría y Daniel le propone a Miguel Framit irse con él al sótano que había debajo de la camisería de su hermano. Poco después le surge la oportunidad de irse a trabajar con Alberto Reventún quien le perfecciona mucho la técnica de costura.

Estando con Reventún le surge la oportunidad de coger la sastrería de Luis Villaseca en la Carrera de San Jerónimo. A esta sastrería iba por las mañanas mientras que las tardes las dedicaba a su sastrería. De su tiempo con Luis, escaso un año, recuerda con especial emoción el haber conocido al oficial Juan. Tras conocerlo, Juan, Toñi y Mari Paz se van con él a su sastrería. “Esos primeros años en mi propia sastrería fueron muy buenos porque estas tres personas, se convirtieron en mi taller y me permitieron entregar prendas de gran calidad”. 
Ya en el año 2005 se cambia del sótano de la camisería de su hermano de Monte Esquinza a unos número más allá donde permanece desde entonces pero ya con el nombre de sastrería Daniel Schleissner . En el 2006 Villegas y Ricardo, herederos de Marín y Lozano, se jubilan, le conocen, compaginan muy bien y le pasan toda su clientela. Esto nuevos clientes, clientes cuyo nivel según Daniel te mantienen fácilmente una sastrería, le permiten coger más oficiales y empezar a hacer un número importantísimo de trajes ya en los años 2007 y 2008.

Hoy la sastrería Daniel Schleissner cuenta con ocho oficiales y su ritmo de entregas le ha animado a coger a dos chavales para irles enseñando (algo muy inusual en el mundo de la sastrería española por el miedo a enseñar a alguien que luego pueda llegar a ser tu competencia).

A Daniel no le importa decir que su especialidad no es coser sino que siempre ha preferido especializarse en la venta del traje, su corte, el afinado y la prueba del mismo. Dicho esto, él es perfectamente consciente de la importancia de una buena mano de obra y por ello no dudó en coger a la que él considera la mejor oficial española, María Alonso, como su oficial de cabecera y de esta forma complementar los conocimientos que él pudiera no tener todavía suficientemente perfeccionados. 
Nos interrumpe José para explicarnos que no hace muchos años atrás, e incluso todavía hoy, los sastres no eran sastres sino mero cortadores. “Antes los sastres se especializaban en figuras como la del cortador porque había trabajo de sobra y no necesitaban conocer otras fases del proceso de construcción de la prenda”. “Normalmente el cortador era quien trataba con el cliente, probaba y afinaba la prenda. Pero era el oficial o oficiala quien la cosía”. “Pocos sastres cortadores en España saben coser y montar una prenda”. Para Alonso un sastre tiene que conocer todos los oficios, debe saber coser, cortar, probar, conocer de telas, de fisionomía; en definitiva ser un sastre global. “Solo haciendo tú la totalidad de la prenda te puedes asegurar que la prenda es el resultado de eso que tu imaginaste cuando vistes por primera vez a tu cliente”.

Cuando le preguntamos a Daniel por los grandes maestros vivos nos responde que en primer lugar y sin duda alguna para él no ha habido nadie como José Alonso. No obstante, destaca el afinado y la limpieza de costado de Jaime Gallo y la hechura de Manuel Calvo de Mora. Daniel define su prenda fetiche como una prenda muy desestructurada, suelta, poco armada, sin plastones y sobre todo cómoda. Cuando le preguntamos por su estilo nos dice que él intenta sobre todo que sus creaciones sean vestibles, estilosas y sobre todo cómodas y que favorezcan la fisionomía de cada cliente. Reconoce que este estilo no siempre es acorde con los gustos de sus clientes de mayor edad pero siempre apuesta por una sastrería minimalista. 
Antes de pasar la palabra a José, este quiere que destaquemos de Daniel sus valores. Aunque en su opinión cree que no debería haber empezado tan tarde en el oficio piensa que su talento y su facilidad para atender a los clientes compensará dicha tardanza. Además de Daniel señala que capta muy rápidamente lo que quiere cada cliente y que está al día de todas las tendencias. Siente que sus precios no se corresponden con la terminación del producto que entrega y le insiste en que debe actualizar de cara al futuro dichos precios para poder seguir teniendo con él a los mejores oficiales.
 
JOSÉ ALONSO

José Alonso Romero, 63, natural de Linares y apasionado, además de la sastrería, del flamenco y de las motos empieza en el oficio siguiendo los pasos de un tío suyo. Con ocho años su madre para intentar contener su exceso de energía le lleva a la sastrería donde trabajaba como pantalonera una vecina suya y consigue entretenerle sobrehilando pantalones y pasando hilos. En pocas semanas hace a la muñeca de la hija de una de las oficialas un impermeable el cual crea furor entre las amigas de la niña y José empieza a vender los impermeables y otras prendas de muñeca entre las amigas de esta. Su madre, ante la grata sorpresa de pensar que su hijo tiene un don especial en sus manos, le lleva a ver al sastre para el que trabaja. Este le mandó hacer unas operaciones básicas y el resultado le sorprendió. José Alonso tenía por entonces solo nueve años. A partir de entonces y hasta que cumplió doce años todos los días al salir del colegio iba a la sastrería a jugar con lo que luego se convertiría en su forma de vida. 
Contaba precisamente con doce años José cuando cierran la fábrica donde trabaja su padre lo que les obliga a toda la familia venirse a Madrid. Aprovecha que su tío trabaja en Madrid en el taller Divos en la calle Canillas, cuyos socios eran Jaime Gallo y Julián Muñoz, hermano de Pedro Muñoz, para presentarse a los dos socios. Tras ponerle a prueba y comprobar como era capaz con solo doce años de hacerse sus propias chaquetas no dudan en hacerle un hueco privilegiado en el taller.

A los catorce años toma dirección para la Calle Menorca para incorporarse, de la mano de Julián Muñoz, a las filas de la casa de Manuel Dositeo López; según José el mejor oficial del momento y un fuera de serie haciendo gabanes y a quien todavía hoy considera como su maestro. Su estancia allí le fue muy provechosa ya que Dositeo trabajaba casi en exclusiva para tres de los apellidos más famosos de la artesanía nacional de todos los tiempos: Collado (Antonio), los Mogrovejo y Retana. Nuevamente, como parece inevitable José se detiene para hablar de Collado y Mogrovejo e intentar que tanto su hija como Daniel entiendan el porqué todavía ambos apellidos tienen tanto peso en la historia de la sastrería española. 
“Los hermano Mogrovejo eran la ortodoxia, el equilibrio, la seriedad, la educación, la cultura, el estilo inglés, el saber cobrar”. “Collado era como dice Luis Enrique Córdoba todo un disparate pero un disparate maravilloso” “Collado era romper con el concepto clásico de sastrería”. “Antonio apostaba menos por el traje de pose y más por la vestibilidad de las prendas”. “Sus prendas podían desbocarse, estar descotadas o incluso no tener los encuentros limpios pero a pesar de todo ello eran únicos”. “Collado ha sido con diferencia el sastre que más ha influido en las generaciones que vinieron después”. “De hecho todos somos un Collado fracasado”. “Desde su desaparición ningún sastre ha conseguido transmitir la imperfección con la belleza y habilidad que él lo hacía”. “A su maestro Manuel Carretero, maestro de maestros, sastre de Alfonso XIII, le debe gran parte de su éxito”. Alonso nos promete contarnos en los próximos capítulos las tres fases por las que pasó el trabajo de Antonio Collado a quien denomina el Goya de la sastrería.

Aprovecha que estamos hablando de Collado para contarnos una anécdota curiosa. Mientras trabajaba en la tienda de Serrano de Pedro Muñoz, de quien dice que es un magnífico sastre aunque desconocido, vieron a un señor al otro lado de la calle y Pedro sin conocerle ni dudarlo le dice a José “José, mira que le quedaba mal ese traje pero me juego un café contigo a que ese traje es de Collado”. A los pocos días el Conde de Mirasol entró en la tienda, le reconocieron y le preguntaron quien era su sastre. La respuesta no podía ser otra: “Antonio Collado”. “Dicho esto y aunque se trata de un perfil muy diferente también me gustaría que se nombrara a Airtiel García Aliste, un sastre de la Calle Mayor que ha hecho por la sastrería española más que nadir y que me enseñó desinteresadamente muchísimo”. 
De los sastres actuales quiere dejar claro que la calidad de mano de obra de cada sastrería no es la del sastre que la encabeza sino de las personas que hay en su taller. Por ello, José es de la opinión de que al hablar de la calidad de mano de esta u otra casa no hay que hacerlo de este o aquel sastre sino de este o aquel taller. Como vemos que no contesta nuestra pregunta le intentamos sonsacar la respuesta preguntándole que si él no pudiera hacerse sus trajes a quien acudiría. Y a eso sí nos contesta: a Manuel Calvo de Mora porque “es un hombre con muchos conocimientos y taller propio”. “Y su idea de vestimenta es muy similar a la mía”. Y tras preguntarle a quién iría si Manuel estuviera de vacaciones nos dice que iría al actual Córdova “porque me gusta mucho ese aire de mangas voluptuosas, con encuentros anchos y mangas camiseras con recorrido. Jaime también es un gran sastre que consigue una gran perfección estética en sus trajes”. “Fuera de estos me gusta mucho el estilo de Kiton”.

Con López (Dositeo) permanece hasta los dieciocho años, edad en la que es fichado por los hermanos Mogrovejo y traslada su lugar de trabajo al nº12 de la Plaza de la Independencia. Tras rehacerse al shock que le produjo leer en la puerta el famoso “no se admiten clientes” lo primero que le piden los Mogrovejo para ver si lo admiten o no es que les haga un esmoquin y un abrigo de vicuña. Y con solo dieciocho años José Alonso les hace de tal forma ambas prendas que tras verlas Andrés Sánchez Mogrovejo le dice “esto se puede hacer igual pero mejor no por lo que no olvide que desde ayer trabaja para nosotros”. 
Con los hermanos Mogrovejo pasa tres años y con veintiuno decide emprender nuevos caminos y se une a filas de la casa de Jaime Gallo. Hacemos un paréntesis y nos comenta que Jaime siempre tuvo claro que para tener la mejor sastrería tenía que tener a los más aventajados trabajando para él y por eso nunca dudó en contratar a los que él consideraba los mejores independientemente de lo que le costaran; algo esto último que él mismo comprobó cuando le hizo una más que suculenta oferta económica. De hecho por las filas de Jaime Gallo han pasado sastres del nivel de Alberto Reventún, Manuel Calvo de Mora, Antonio Díaz… (de Alberto Reventún apunta que es uno de los mejores sastres, más listo y con un estilo más actual que él ha conocido).

Cuando José Alonso entra en Jaime Gallo la sastrería todavía conservaba el nombre del tío de Jaime, Hilario Casado. En aquellos tiempos la sastrería Hilario Casado contaba con cuatro de los mejores cortadores del momento: Rafael Garrosa, Alberto Reventún, Jaime Gallo y Antonio Díaz a los que se suma José. (es importante tener presente que en aquellos años la sastrería de Jaime hacía 2.200 trajes al año). Jaime le da la oportunidad de hacer todo, absolutamente todo con lo que José había soñado, desde atender al cliente, probar, coser, diseñar etc.   
Tras pasar tres años en la sastrería de Jaime Gallo, su viejo amigo Julián Muñoz le habla de la tienda-sastrería que va a abrir su hermano Pedro en la Calle Serrano con Lista y se une a sus filas como responsable de la sección de sastrería. De su etapa en Pedro Muñoz destaca todo lo que aprendió de él. Según nos comenta “Pedro a pesar de su inicial frialdad ha sido la persona más inteligente que he conocido”. “Un día estaba poniendo el escaparate más bonito del Barrio Salamanca y al siguiente estaba corrigiendo las medidas de la tienda a un arquitecto”. “Además de ser un sastre con letras mayúsculas me enseño desde los secretos de un buen zapato, como comprar a los proveedores, como tratar a los clientes, como diferenciar las calidades de las telas y muchas otras cosas que no están al alcance de un sastre”. “Además entrar en su casa fue más fácil que hacerlo en la de los Mogrovejo: Pedro solo me pidió que le hiciera un traje diplomático gris con chaleco”. “Tras llamar a su hermano Julián se convenció de que el traje lo había hecho yo y sin ayuda de nadie”. “Esto hay que ponerlo en el contexto adecuado y entender que muy pocos sastres sabían coser. Ni Jaime, ni los Mogrovejo ni otros muchos sastres de renombre sabían/saben coser. De hecho antes había concursos para elegir las mejores prendas del año y mientras yo me presentaba solo el resto lo hacía con su sastrería, y sus oficiales, al completo”. “Y a pesar de ello algún premio gané….como podría corroborar si le preguntas a Reillo que era parte del Tribunal”. 
En Pedro Muñoz está seis años, hasta 1980, y se vuelve con Jaime Gallo pero a la tienda de Serrano, Best. Poco después Bretón abre en Fuencarral cinco sastrerías y tras un breve paso por Best se une a ellos con los que permanece diez años. “En Bretón era tan bestial la cantidad de trabajo que había que no fueron pocas veces las que entregábamos prendas que no estaban bien rematadas”. Después de diez años como responsable de Bretón decide por fin independizarse y se instala en General Pardiñas abriendo la sastrería JAR (José Alonso Romero).

En su sastrería JAR pasa veinte años, hasta 2010, momento en el que expira el contrato de alquiler del local. Empieza a buscar un nuevo emplazamiento y el joven Daniel Schleissner se entera de ello y le propone formar equipo. Tras conocer José a Daniel y su sastrería y comprobar que su idea de hacer no más de cincuenta trajes al año la puede llevar libremente a cabo le dice que sí y se suma a la hasta hace poco conocida como sastrería Sánchez Caro. 
Antes de terminar nuestra conversación al “maestro”, como le llaman algunos de sus compañeros, le preguntamos que nos defina su corte. Nos dice que si bien está todo inventado él intenta hacerse eco de las tendencias pero siempre buscando proporcionar la silueta, que su cliente se vea distinguido y todo con el objetivo de que la prenda sea tan cómoda que no te la tengas que quitar para conducir ni para comer. “Es también muy importante conocer al cliente enfrente del espejo y saber no como viste sino como de verdad le gustaría vestir”. “De nada sirve que vaya vestido como yo creo que debería ir si él no está a gusto con la prenda que le he hecho”. “Y a pesar de esto es curioso porque todos mis trajes se parecen”. “Otra cosa que hago que no hacen la mayoría de mis compañeros es trabajar con maniquís. Yo me ayudo de los maniquís conforme hago la prenda y no los uso, como hacen ellos, solo para poner la prenda cuando esta terminada”.


El Aristócrata

5 consejos básicos a la hora de vestir



abrigo de Smalto
Modelo con abrigo de Smalto
Ahora que han acabado las rebajas y todo lo que hay en las tiendas es de nueva temporada (aunque el tiempo se empeñe en recordarnos que sigue siendo invierno), me parece interesante daros algunos consejos básicos a la hora de seguir construyendo el armario.

0. Empezar por unos buenos zapatos: ni siquiera es el primer consejo, ¡está ANTES del primer consejo!

1. Comprar aquello que se ajusta a nuestro cuerpo: nada de comprar chaquetas grandes pensando que iremos al gimnasio y algún día seremos capaces de rellenarla. No va a ocurrir. Compra la ropa que hoy te queda bien y disfrútala. El hombro debe quedar donde debe quedar: ¡en el hombro!

2. Aprender a combinar: El secreto de vestir bien no es llevar ropa muy cara ni de marcas muy conocidas, como ya he dicho muchas veces. El secreto está en saber elegir prendas que nos queden bien, que se ajusten bien a nuestro físico y que combinen correctamente entre sí. No se trata de llamar la atención, sino de no pasar desapercibido (que no es lo mismo).

3. Clásico mejor que tendencia: lo clásico es intemporal, y eso se agradece cuando te estás gastando una cantidad determinada de dinero en ropa. No gusta nada gastarse x en un traje o camisa si dentro de un año no se va a llevar ese estilo. 

4. Comprar calidad antes que precio: huye de ofertas y de compras impulsivas. Una chaqueta de 60€ que no te pones porque no te acaba de convencer es la chaqueta más cara del mundo. La ropa de buena calidad  y bien elegida se nota.

5. Paciencia: como ya os decía en un artículo anterior, el secreto de un buen armario es la paciencia

jueves, 11 de junio de 2015

LA VICUÑA, LA TOMA DE MEDIDAS Y LA PRIMERA PRUEBA




En este capítulo vamos a ver con más detenimiento el proceso de confección de un abrigo cruzado a medida, con grandes guiños a los gabanes del siglo pasado, pero con un corte más actual y acorde, sobre todo, a las placenteras temperaturas de nuestros últimos inviernos.

Tras conversar en diferentes ocasiones tanto con María Alonso y José Alonso como con Daniel Schleissner sobre el corte del abrigo, todos teníamos claro que sería cruzado. Todos ellos insistieron en que no solo por delante tenía que ser especial sino también lo debería ser por detrás. Para ello diseñaron un corte trasero abierto con pliegues y con un tablón en forma de cinturón que recuerda claramente a gabanes de tiempos pasados “mejores”. Y decimos “mejores” porque hoy, son pocas las personas que se fijan, y demandan, este tipo de detalles lo que hace que carezca de sentido invertir un 30% más de tiempo en un trabajo que o bien no se entiende o bien no se aprecia. Sin embargo, intentando cumplir con el lema de esta página “Classic in a Style way” quisimos no privarnos del placer de contar con un abrigo atemporal pero con un corte corto y ceñido y, en definitiva, acorde con mi edad y con mi forma de vida.


La elección de la tela junto al diseño de la prenda fue sin duda alguna la parte más placentera de todo el proceso de confección del abrigo. Todo amante de las telas disfruta tocando y apreciando las diferentes composiciones que hoy hacen los mejores telares. Conforme se sienten unos y otros te llegas a dar cuenta de la diferencia que puede haber entre un algodón 100%, un algodón con cachemira,  una cachemira con seda o, por ejemplo, una seda con lino. Y conforme vas profundizando en el conocimiento de los diferentes tejidos llegas a entender el porqué el precio del metro de determinadas cachemiras puede hacer que una chaqueta llegue a costar hasta tres veces lo que costaría de haberse hecho en lana.

Como queríamos que este fuera un abrigo especial solo nos centramos en tejidos de melton, de pelo de camello, de cachemira y de vicuña. Si bien hay que reconocer que la vicuña 100% no tiene parangón ni en sus cualidades ni es su suavidad y su tacto debe ser lo más cercano a lo que sería tocar el cielo, su precio (entre 6.000€ y 8.000€/metro precio venta público) lo hacía prácticamente prohibitivo. Sin embargo, Daniel siempre ha sido un enamorado de este tejido y desde prácticamente que empezó en el oficio de sastre fue, en la medida de sus posibilidades, comprando metros de vicuña tanto a telares que iban desapareciendo como a sastres que se iban jubilando y que todavía conservaban algunos metros de esta codiciada lana. Y una de esas adquisiciones fueron casi tres metros de un tejido inglés formado 50%-50% por vicuña y cachemira. Este tejido fue en su día comercializado por la ya desaparecida casa de tejidos catalana Gimtex y Daniel no dudó en hacerse con él.


El año pasado aprovechando la confección de una chaqueta en cachemira 100% y un abrigo con mezcla lana-cachemira hablamos ya de las características de la cachemira. Por ello, esta vez no lo volveremos a hacer y nos centraremos sólo en la vicuña. La exclusividad de la vicuña viene en parte por la escasa oferta de esta lana y por sus excelentes particularidades una vez convertida esa lana en tejido. Cuenta con una trama abierta, muy poco apretada que consigue ese aspecto esponjoso tan característico suyo. Su finísimo hilo de 12 o 13 micrométros – o dicho de otra manera la milésima parte de un milímetro – lo hace todavía más fino que el de la cachemira la cual cuenta con 14 o 15 micrómetros. Por ello, al mezclar la cachemira con la vicuña se consigue un tejido además de súper suave también muy ligero; nada que ver con las pesadas y compactas lanas con las que se suelen fabricar este tipo de abrigos. Además, al mezclar dos pelos tan finos se consigue una prenda muy abrigada y de una increíble ligereza.

La toma de medidas se realizó de manera bastante rápida ya que prácticamente estaban todas en la cabeza de José Alonso. No obstante, Daniel y José quisieron cerciorarse de ello y me midieron prestando gran atención tanto a las medidas del pecho – y de esta manera luego evitar que las solapas se pudieran llegar a abrir – como a la altura de ambos hombros para asegurare de que el abrigo caería con el mismo largo tanto en un lado como en otro. Igualmente, la curvatura de la espalda y su transición al trasero se estudió en detalle para evitar que el abrigo se pudiera abrir por su corte trasero central.


Terminada la toma de medidas repasan todos, María, José y Daniel, el corte del abrigo y nos despedimos de ellos hasta dentro de tres semanas, momento en que debería estar el abrigo ya hilvanado. No obstante, durante este tiempo Daniel quiso llamarnos para hacernos una prueba en falfa (se prueba el abrigo sin éntrelas y sin las pinzas cosidas de manera similar a lo que hacen los modistos). Concluida dicha prueba intermedia, la sastrería Daniel Schleissner elaboró un patrón por cada una de las piezas que forman el abrigo – espalda, delantero, mangas y puños - en fiselina. La fiselina al contrario del clásico papel envejece mucho mejor no doblándose las puntas con el tiempo y conservando su aspecto original durante muchos más años.

Tras realizar el patrón, lo pasaron a la tela con un tiza Handcok (también muy escasa hoy y que ya no se fabrica) y procedieron al corte de dichas piezas. A la hora de cortar las telas de pelo hay que asegurarse de que este esté todo en el mismo sentido. Para ello, el pelo se humedece con un trapo y se plancha para arriba y para abajo, se deja secar y posteriormente se peina con un cepillo. El humedecerlo es una parte fundamenta del tratamiento de este tejido ya que si no el pelo tras pasar por la plancha se podría quedar aplastado y salirle brillos. En este punto aprovecha Daniel para recordarnos de la importancia evitar planchar tanto este como cualquier otro tejido natural ya que la plancha hace que con el tiempo estos tejidos terminen perdiendo su aspecto y aire originario.


Aunque en esta ocasión fueron María y Daniel los que cortaron el abrigo, José Alonso, como maestro de ellos dos, estuvo todo el tiempo presente asegurándose por un lado que los 2,7 metros dieran para todo el abrigo y que no se errara en el corte de los patrones ya que de hacerlo toda la tela utilizada se hubiera desperdiciado con un importante coste. La fibra tanto de la cachemira como de la vicuña son, al contrario de por ejemplo la de los tejidos tweed, muy largas y sin apenas empalmes lo que obliga a, una vez cortadas las diferentes piezas, humedecer las entretelas y resecarlas por separado. Esto busca que cuando se planchen no se produzcan aguas.

Hay también que tener en cuenta que este tejido encoje hasta tres centímetros al plancharlo y cuando vuelve a su situación de reposo vuelve a estirarse. Por ello es fundamental no coser el abrigo justo después de plancharlo y hacerlo solo cuando las entretelas y la tela están perfectamente acopladas y sincronizadas. Comprobado esto por José, María Alonso se pone manos a la obra hilvanando el abrigo y empezando a definir la forma y aberturas de la espalda.

Dentro del probador Daniel insiste en, al contrario de lo que se solía hacer antes con este tipo de abrigo, él prefiere ceñirlo de forma que te permita moverte con libertad pero sintiendo que el abrigo está ahí, igual lo haría una chaqueta de traje. El hecho de los abrigos clásicos se suelan casi siempre vestir con traje obliga a descargarlo mucho de hombrera para que los hombros sigan teniendo una caída natural. De no hacerlo, la hombrera de la chaqueta sumada a la hombrera del abrigo daría como resultado unos hombros prácticamente rectos. Para ello, se utiliza una hombrera específica de abrigo a la que de cara a la siguiente prueba le quitarán parte de su estructura con el objetivo precisamente de hacerla lo más liviana posible. Esa pequeña hombrera es la que hace que, al contrario de lo que ocurre ciertas estructuras napolitanas que no cuentan con hombrera, no se formen flojos en el hombro. Si bien una chaqueta desestructurada napolitana persigue unlook desenfadado, este tipo de abrigo, por el propio tejido y por su propia hechura, corte y características, busca un aspecto más serio y una vida más larga por lo que el uso de la hombrera, aún cuando sea pequeña, se antoja obligatorio.


Las entretelas que elegimos son exactamente las mismas que se utilizan en una americana para encontrar la comodidad y frescura que requieren nuestros livianos inviernos. El plastón en el pecho lo pican a mano con nos picados muy suaves y abiertos para conseguir que el pecho no quede muy acartonado. Si los picados fueran fuertes y muy juntos el pecho quedaría más armado. Junto a este plastón se cose una entretela de crin de caballo y otra fina entretela de estambre puro para que el tacto de la crin de caballo no llegue nunca a molestar.

Aprovechamos esta prueba para definir las medidas de las solapas haciéndolas un poquito más anchas que las que salieron del hilvanado. Añadimos una pitillera y definimos el largo definitivo, la sisa, el cruce y la situación exacta donde irán los botones. En ese momento entra José al probador y repasa con Daniel toda la prueba haciendo ciertas modificaciones a los ajustes realizados antes de su llegada. Rebaja algo los hombros, suelta un poco el costado para evitar que se abra por la espalda y marca más el cruce frontal. Terminado esto, les comento mi gusto porque el abrigo me cubra todas las prendas que quedan por debajo de él; incluido los puños y el cuello de la camisa. José, sin embargo, siguiendo los consejos de sus admirados Cordova, Mogrovejo y Collado prefiere dejar visto el cuello de la camisa y hasta optar por un cuello escotado, ya que aunque a priori pueda no ser lo más purista e ir en contra del significado de la palabra “overcoat”, piensa que es mucho más estiloso. Además de esta forma se evita tener que hacer un cuello de grandes dimensiones.


José Alonso también es partidario de hacer, al contrario de lo que se estila hoy, unas solapas anchas para en momentos de mucho frío poderlas estirar, subirnos el cuello y proteger todo el torso y el cuello del frío (motivo por el que tanto las chaquetas como los abrigos cuentan con solapas). Igualmente, todos somos de la idea de coser los botones de las mangas cerrados ya que el hacerlos practicables carece de sentido en una prenda en la que nunca sus mangas se remangarán. Solo el querer demostrar que tu abrigo está hecho a medida – y su alto precio- justificaría el hacerlos practicables. En este punto yo siempre he insistido en que carece de sentido, y hasta de clase, el desabotonarse los botones de cualquier prenda a medida. Si lo que quieres es demostrar que tu traje es de sastre es mejor buscarte uno bueno y que sea su trabajo y no este pequeño detalle el que demuestre, sin atisbo de duda, que esa chaqueta, esa levita o ese abrigo están hechos a mano y a medida. 


Como apunta José “humildemente pienso que muy poco diría de nuestro trabajo el que un cliente tuviera que usar este detalle para demostrar que su abrigo está hecho a mano”. “Esta joya de tejido es imposible de encontrar en un traje de confección y si además de eso añadimos su hechura y los detalles con los que cuenta refuerza mi idea del sinsentido de hacerle botones practicables”. “Es importante no obsesionarse con los detalles sin importancia. Es mejor, y mucho más difícil, conseguir que la prenda tenga estilo y que transmita emociones a que cuente con unos cuantos botones practicables”. Insiste en la necesidad de priorizar el estilo sobre la perfección aún cuando ello suponga el cometer lo que a priori podría ser un fallo. “Por ejemplo, si el cuello está algo descotado no significa que sea un fallo. Lo importante es conseguir la belleza dentro de la imperfección; esa era la belleza de la que siempre hablaba Collado y de las fuentes en las que yo bebí”.


Mientras charlamos José y Daniel nos muestran abrigos que conservan de la sastrería de Collado y nos comentan que esos abrigos estaban hechos con tejidos de 700 gramos mientras el nuestro por su particular hilatura era de solo 400 lo que le confiere una ligereza difícil de encontrar en este tipo de abrigos clásicos. Seguimos charlando con los dos y aquello de lo que hablábamos en el primer capítulo de la especial atención al detalle nos lo empiezan a mostrar sobre el propio interior del abrigo. Aunque una vez terminado el abrigo nadie verá las éntrelas que lleva por dentro, Daniel no permite que ninguna prenda salga de la sastrería sin que estas, por ejemplo, hayan sido rematadas con una tijera con dientes impidiendo que en el hipotético caso de que un día se desmontara alguien pudiera ver las éntrelas sin sus bordes rematados y deshiladas. Los propios plastones internos están terminados en formas geométricas perfectas algo que solo da más horas de trabajo y que nadie podrá observar pero que es algo obligatorio en cualquier prenda rematada por María.


El forro interior es de estambre de Benber, muy difícil también de encontrar hoy, cuyo principal compuesto se extrae del eucalipto y que permite que la prenda conserve el calor pero permitiendo que transpire. Este forro ya lo cosió María para la prueba para que de esta forma pudieran su padre y Daniel conseguir la hechura más próxima a la que tendría el abrigo una vez concluido. Sin embargo, si bien María prefiere dejar para adelante los ojales, en esta prueba ya ha empezado a trabajar el tablón cosiéndolo de manera cargada, sin forro y en solo una pieza y no dos como es la costumbre. Igualmente, al igual que hacía Antonio Collado el pico donde muere la abertura trasera hacen que mire para arriba y no para abajo y todas las costuras las harán cargadas, algo que exigirá unas diez horas extras de trabajo. Otro guiño al trabajo de aquel gran maestro será añadir al abrigo un único bolsillo interior; un detalle que se hacía por aquel entonces para alejarse de lo que se estilaba en la confección industrial. En total 73horas de trabajo para convertir un tres metros de tela en una pieza de abrigo intemporal.  


La conversación termina nuevamente derivando en la forma de trabajar de Collado, de su difícil forma de ser y de ese espíritu rompedor que caracterizó toda su carrera como sastre. De hecho, el maestro de los maestros, Cristobal Balenciaga, quien también fue sastre, lo visitaba con gran frecuencia en busca de ese concepto rompedor de Collado con la seriedad de la época; seriedad que se trasladaba a la ropa y a la manera de vestir de aquella generación.

Próximo capítulo: Estudio detallado de la prenda y última prueba.


El Aristócrata