lunes, 10 de agosto de 2015

EL NUEVO CONCEPTO DEL LUJO: LA ARTESANÍA



Meses atrás analizábamos la más que interesante frase de Étienne Bonnotde Condillac “una cosa no tiene valor porque cuesta algo, como suele pensarse, sino que cuesta algo porque tiene un valor”. Y hoy el cliente de productos de lujo vuelve, después de una época de excesos, a tener esto muy presente buscando no ya tanto la marca sino el verdadero valor de lo que compra porque, sencillamente, su concepto del lujo ha cambiado. Si hace escasos años lo que se estilaba era presumir de vestir las marcas de lujo más conocidas, hoy son los productos con un gran componente artesanal, realizados a mano y atendiendo a procesos ancestrales, los que representan la máxima exclusividad.

Seguro que todos recordamos como no muchos años atrás logos y marcas ocupaban de manera visible las telas de las camisas, la piel y lonetas de los bolsos, los bolsillos traseros de los pantalones, etc. Fue tal la importancia de este fenómeno que media fauna animal, incluidos caballos, patos, perros, tiburones y alces tuvieron que crecer en tamaño para poder seguir luchando por un sitio en el mercado; tamaño que no siempre se correspondía con la calidad del producto final.
Hoy, para bien, las circunstancias han cambiado y observamos una clara vuelta a los verdaderos principios del lujo: exclusividad, personalización, materiales de primera calidad, artesanía y longevidad; características que todas juntas se traducen además de en un irremediablemente elevado precio, también en un alto valor del producto.

Cuando uno tiene la suerte de experimentar en primera persona la confección de un traje a medida, no tarda en preguntarse cómo puede ser posible que todavía sean muchos los que prefieran pagar un sobreprecio por un traje de confección, de medidas estándar, realizado en su mayoría a máquina y cuya justificación para su elevado precio radica, principalmente, en la marca que aparece en su interior. Por el contrario, en un traje artesanal el cliente puede escoger todos los detalles, desde la composición y color de la tela, la forma de las solapas, el número de botones, el tipo de corte del pantalón hasta las mismísimas entretelas. Además, al cliente se le cose un traje pensando únicamente en su físico y, para ello, se le toman más de veinte medidas, se le realiza un patrón y se le hacen tres pruebas. Todo ello con el objetivo de que ese traje realce sus fortalezas y oculte sus defectos.
Solo el conocimiento de la técnica, los años de experiencia, el esfuerzo y la destreza con la aguja pueden conseguir algo tan importante como disimular un hombro caído, una barriga pronunciada o unas piernas arqueadas. Basta observar a un sastre dibujando un patrón, cortándolo, montando un hombro, cosiendo un ojal o picando una solapa, para entender por qué hoy los gustos más exquisitos no dudan en apostar por el valor de lo artesanal.

Parémonos un segundo también a pensar el porqué de pagar un importante sobrecoste por un zapato a medida. ¿Verdaderamente el valor final de ese zapato es tan superior al de un buen zapato industrial?. Aunque el valor de las cosas materiales es subjetivo, y depende siempre de la percepción personal de cada uno, hay características que sencillamente colocan a uno y otro tipo de zapato en mundos diferentes. Por muy bien terminado que esté un zapato industrial, este al fin y al cabo ha salido de una cadena de montaje mientras que en un zapato artesanal han sido las manos del zapatero y sus viejas herramientas las únicas encargadas de traerlo a la vida. 
Ver a un hormero trabajar un bloque de madera, como ya se hacía en el S. XVI, hasta convertirlo en dos hormas réplicas exactas de las dimensiones y perfiles de cada uno de nuestros pies, habla del verdadero valor de lo hecho a mano. Hoy tenemos la gran suerte de contar con excepcionales zapateros al haber conservado estos las técnicas ancestrales de sus antecesores pero además perfeccionando el diseño como nunca antes se hizo. Más allá de la comodidad extra de un zapato a medida, el contar con suelas y pieles vetadas incluso a la mejor zapatería industrial y la posibilidad de disponer de un diseño totalmente exclusivo, sitúa a la zapatería artesanal en el más alto grado del refinamiento.

La artesanía ha regresado para enfrentarse a un mundo que se mueve con enorme  rapidez. Y lo ha hecho devolviendo a la vida esos pequeños talleres que parecían olvidados, esos utensilios envejecidos por las manos de varias generaciones y aquellos antiguos taburetes de madera. Para estos artesanos, liderados por los maestros de la piel, no importa ni el tiempo ni el número de maletines, baúles o bolsos que sean capaces de hacer. Para ellos, lo verdaderamente importante es la calidad de la mano de obra empleada, la atención a los más pequeños detalles y en que sea, precisamente, el nivel de terminación del producto, y no la marca, el que justifique su verdadero valor.
Si en la sastrería, la camisería, la zapatería o la marroquinería el regreso a los valores es palpable, el fenómeno de la relojería manufacturera ha cambiado totalmente el significado de la palabra lujo. Si antes muchos soñábamos con hacernos con una u otra marca, hoy el cliente de la verdadera alta relojería ya no busca las piezas de estas casas sino las complicaciones que salen de las manos de ciertos relojeros independientes. Complicaciones como la del tourbillon, la repetición de minutos, el calendario perpetuo, la ecuación del tiempo etc. requieren, ya no de fábricas o de grandes nombres, sino de mentes y manos capacitadas para hacerlas realidad. Viendo trabajar a uno de estos relojeros es cuando uno entiende el verdadero significado de la frase de Étienne Bonnotde Condillac.

El Aristócrata

No hay comentarios:

Publicar un comentario