Hace unas semanas hablábamos de la primera y segunda prueba del traje a medida. Si la primera, como ya apuntábamos, es una prueba básicamente para el sastre, siendo el cliente un mero espectador, en la segunda el traje está mucho más adelantado sirviendo esta prueba tanto para que el sastre afine la prenda como para que cliente le indique sus deseos de cara al resultado final.
Y después de estas el momento definitivo: la tercera y, normalmente, última prueba. En esta prueba el traje debería estar ya listo para entregarse al cliente y si las pruebas anteriores se han llevado a cabo con acierto al sastre no le habrá importado coser los ojales y haber fijado el largo definitivo tanto de las mangas como del pantalón. Por ello, si en la segunda prueba comprobamos que hay algo que necesitará un chequeo posterior, asegurémonos de indicarle al sastre que no cosa los botones ni los ojales y que nos importará acudir a una cuarta prueba. De hacerlo así, en la tercera prueba todavía podremos hacer alguna modificación menor como precisamente en el largo de las mangas o incluso en el diámetro de la boca del pantalón.
En esta tercera prueba deberemos cerciorarnos de todo el resultado probándonos tanto la chaqueta como el pantalón y así poder garantizar que todo ha quedado a nuestro gusto. Nos moveremos con él por si en algún sitio nos pudiera resultar incómodo. Igualmente, nos miraremos en el espejo solo después de haber estado con él un rato puesto. Solo así podremos hacernos una idea aproximada de cómo nos quedará un día normal tras haber pasado con él unas horas puesto. La realidad suele confirmar que la pose que adoptamos delante del espejo es siempre artificial y poco tiene que ver con la que se adquiere un día normal lejos de la sastrería. Por ello no nos de reparo a pasear con él, a sentarnos, a levantarnos y a volvernos a sentar y levantar. Esto es lo que haremos un día normal y solo después de hacerlo varias veces sabremos nuestra foto real con el traje.
El pantalón, a no ser que llevemos tirantes, termina siempre cayéndose algo; algo que ocurre incluso llevando cinturón. La chaqueta se suele mover, las mangas encoger una vez asentada la tela en el interior del codo, el pantalón formar arrugas etc. Por ello, si nos plantamos delante del espejo justo al salir del cambiador lo que veamos en él y lo que veamos en el de nuestra casa a las diez de la noche poco puede llegar a parecerse.
Observaremos como hay sastres que en esta prueba se ayudarán de un pequeño empujón de las solapas para abajo para ajustar el cuello de la chaqueta. Si bien nunca está de más cada determinado tiempo darse ese pequeño tirón para abajo, si vamos a tener que hacer esto continuamente para que el cuello no se desboque e está claro que nuestro sastre tiene que afinar ese cuello antes de entregarnos el traje. Igualmente, otro gesto que busca tener que mandar de vuelta el pantalón al taller es dar un tirón al largo del pantalón para hacer desaparecer posibles arrugas. No obstante, una vez fuera de casa a nadie le vamos a pedir que nos tire del bajo del pantalón cada vez que aparezca una arruga. Por ello si paseando por la sastrería vemos que se insinúa alguna arruga, tengamos claro que fuera de ella esas arrugas sólo se acentuarán y se harán mucho más visibles.
Independientemente de lo anterior uno debe ser también consciente de las ventajas e inconvenientes de cada tela no pudiendo pedir el mismo resultado a unas que a otras. Por ejemplo, de haber elegido un pesado tejido de Tweed debemos saber que nunca su comodidad o ligereza será similar al de uno de lino o de seda. En cambio, en el Tweed no se formarán arrugas y su corte y aspecto final estará más cercano a los gustos de los más puristas y de quienes no compran aquello de que “la arruga es bella”.
Al contrario del Tweed o las franelas, quienes hayan escogido un traje de lino deberán estar dispuestos a sacrificar parte de la perfección de las telas pesadas por un aire que dista mucho del que aportan aquellas; aire que no es ni mejor ni peor sino sencillamente diferente. Por ello, si optamos por una ligera y “arrugada” tela de lino hay que estar preparados para al mirarnos al espejo a la noche no encontrar en el espejo el mismo mensaje que a la mañana. Será también un bonito y elegante mensaje, pero un mensaje muy diferente al que nos enviaba meses antes con nuestros trajes de lana. Por ello, si lo que buscamos es mantener el pantalón sin arugas o sin que se doble visiblemente en la rodilla o en los codos no optemos nunca por este material. Sencillamente si buscamos una caída totalmente limpia en mangas, faldones etc. está claro que lo que veremos en el espejo al llegar a casa, o incluso al mismo salir a la mañana, no nos va a gustar. De meternos cualquier cosa en los bolsillos se notará, como también se notará de optar por el tiro alto de tirantes a qué lado cae la “masculinidad” de su propietario. Por el contrario, si lo que perseguimos es una belleza diferente, no guiada por la perfección de líneas pero sí por supuesto también por una buena hechura y un aire fresco y desenfadado, este tejido nos va a cautivar.
Quienes escojan un color similar al del traje de este artículo lo harán con la idea de vestirlo cuando más apriete el sol. Por ello, no parece tener mucho sentido este tres piezas. No obstante, los tres piezas siempre me han parecido muy elegantes y con los fuertes aires acondicionados no veo inconveniente de poder seguir disfrutando de ellos incluso con estas altas temperaturas. Además, de tener que pasar un lago rato alejados del maravilloso invento de Willis Haviland bastará con dejarlo colgado en el armario hasta que se presente una ocasión más propicia.
Sinceramente me parece bastante desalentador que teniendo el maravilloso clima que tenemos en España y unos maravillosos y alegres tejidos se salga en masa a la calle a las doce de la mañana y en pleno mes de Agosto con un traje azul marino de algodón como si se fuese asistir a una boda un sábado a la noche.
Esperando haber conseguido que con la realización de este trajebespoke al menos algunos os hayáis replanteados la fealdad de la arruga del tejido de lino os deseo lo mejor para estos últimos días de junio.
El Aristócrata
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