jueves, 1 de mayo de 2014

El pañuelo de bolsillo




El pañuelo de bolsillo es como tantos otros complementos, algo tan innecesario como la propia corbata pero que otorga un carácter y una personalidad a quien lo lleva difícilmente alcanzable hasta por ésta.



Hay países como el Reino Unido donde llevar un pañuelo en la chaqueta está más que aceptado; no llama la atención y además es un signo de distinción y elegancia. Por el contrario, hay otros como el nuestro donde su uso está muy poco extendido y no siempre entendido por la mayoría.

Si partimos de que los que participamos en el blog del Aristócrata no formamos parte de esa mayoría y tenemos el gusto lo suficientemente refinado como para valorar el aspecto que da al conjunto un pañuelo bien combinado, tendremos que reconocer que la gran parte de nosotros no lo llevamos sencillamente por timidez.

Qué duda cabe que no todos estamos preparados para llevar un pañuelo de bolsillo y que en España todavía no se admite el uso de éste como se admite el uso de la corbata. Pero no por eso debemos sentir vergüenza y dejar de llevarlo, ya que el ponerse un pañuelo en la chaqueta aporta un toque de estilo y elegancia que será rápidamente percibido por todos los que aprecien el buen gusto en el vestir.

Cada día es más fácil encontrar pañuelos con estilo en España, sin embargo Francia, Reino Unido y Estados Unidos siguen siendo los países donde se puede hallar mayor variedad. Los pañuelos de calidad llevarán las costuras cosidas a mano y estarán confeccionados básicamente con dos tipos de tejidos: la seda y el lino, (el algodón y la cachemira son también muy populares). Será el tejido de nuestra corbata el que nos pueda ayudar a decidirnos por uno u otro. Aparte de esta pequeña norma, perfectamente omitible y por mucho que haya profesionales de la moda que se empeñen en darnos consejos de cómo combinar los pañuelos no hay normas preestablecidas y todo dependerá de nuestro gusto y personalidad.

La mejor forma de saber si combinamos bien nuestro pañuelo es cerciorarnos de que contiene algún color similar al de nuestra corbata, al de la camisa o incluso, para los más atrevidos, al de los calcetines. Aunque muchas de las combinaciones que no observan esta norma también pueden ser perfectamente correctas.

No hay que caer en el error de cuando adquiramos una corbata comprar un pañuelo que vaya a juego. Seguramente el look que nos proporcione será demasiado forzado. Tampoco es necesario tener un cajón lleno de ellos. Con unos cuantos pañuelos que contengan algún tono rojo o azul conseguiremos muchas combinaciones para nuestros trajes y chaquetas.

Aunque existen innumerables formas de lucir el pañuelo (como atestiguan las fotos de este artículo) nunca nos equivocaremos si lo llevamos con la terminación de las costuras en paralelo al bolsillo.

Tampoco hay que pensar que el pañuelo es sólo válido para cuando se combine con traje. Toda chaqueta con un bolsillo es susceptible de llevar un pañuelo; incluso cuando ésta se lleva con vaqueros y mocasines. Es en este look casual cuando el pañuelo cobra su máximo protagonismo.

Una buena forma de iniciarse en el uso del pañuelo es utilizarlo de seda blanco en las ocasiones más formales donde pasará desapercibido y no nos sentiremos observados.
Una vez que nos sintamos más seguros y a gusto con su uso podemos escoger pañuelos blancos con terminaciones cosidas en colores que, sin ser llamativos, proporcionarán un toque muy elegante a nuestra indumentaria y nos permitirán combinarlos con mucha facilidad.

Llegado el momento en que no podamos prescindir del pañuelo al ponernos una chaqueta debemos intentar combinaciones más modernas que, sin desentonar con el conjunto, nos darán un toque de distinción y refinamiento.

Desde el Aristócrata pensamos que el pañuelo es uno de los accesorios, como lo son los zapatos, que mejor nos describe a su portador. El pañuelo nos expresa que la persona que lo luce es poseedora de carácter, no es nada convencional y sobre todo atesora una gran seguridad en su vestir. Y si además lo combina de la forma adecuada indudablemente nos encontremos ante un Aristócrata, al menos, en su atuendo.

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