Los beneficios estéticos de vestir de sastre son muchos y fácilmente reconocibles. No solo se puede escoger entre un sinfín de telas y composiciones que no se ofrecen en la confección industrial, sino que además se consigue una prenda totalmente ajustada a las características físicas concretas de cada cliente.
1. Precio. Un traje a medida vale mucho y consecuentemente tambiéncuesta. Si tenemos en cuenta que se necesita un mínimo de cuarenta y cinco horas en su confección y que la hora se paga a un precio justo entenderemos el porqué del alto precio final. Al coste de la mano de obra habrá que sumarle el coste de la tela – un veinte por ciento del precio total – los gastos de local, luz, seguridad social, IVA y el beneficio del sastre. Por todo ello, resulta muy difícil que un traje artesanal cueste en España menos de 2.000€; precio que asciende hasta los 3.500€ dependiendo del sastre se elija (el precio medio de un buen traje a medida en Inglaterra son 4.500 libras). Por ello, es importante desconfiar de aquellos lugares donde se ofrecen trajes a medida muy por debajo de estos precios ya que difícilmente será a medida e imposible estar cosido a mano.
2. Estilo. Un buen sastre puede adaptarse a los gustos de cada cliente. Sin embargo, todos tienen un estilo más o menos definido. Fijémonos en aquella persona que nos gusta como viste e investiguemos quien lo hace. Internet nos puede echar una mano importante. Observemos in-situ prendas medio trabajadas o terminadas para saber si estamos ante nuestro sastre. Dicho esto, conseguir una chaqueta, un traje o un abrigo estiloso no resultará tarea fácil en nuestro país de no entrar en la sastrería con una idea muy clara de lo que queremos.
Nuestros sastres pueden presumir de contar con una buena mano de obra pero, sin embargo, y siempre desde mi opinión, sus gustos no han evolucionado a la velocidad de la vestimenta del hombre contemporáneo (y obviamente sigo hablando de la vestimenta clásica y no de modernidades absurdas). Todavía hay muchos sastres españoles que no han estado ni una vez en su vida en el Pitti (Feria donde se puede ver lo peor pero también lo mejor y que debería ser cita obligada para todo amante del vestir del hombre, más si cabe cuando uno vive de ello). Raro es también ver que sean suscriptores de alguna revista de moda de hombre por lo que sus gustos, y finalmente su estilo, cambia más por la influencia de sus clientes que viceversa.
3. Calidad de la mano de obra. Al contrario de lo que ocurría antaño, hoy la mano de costura de calidad escasea; parte por culpa de los nuevos tiempos pero también y, aunque no sea del gusto de todos los sastres reconocerlo, parte por culpa de los propios sastres que no tienen un interés real alguno en capacitar a alguien que luego pueda convertirse en competencia. Contar con un buen taller resulta hoy si cabe más importante que el propio sastre que corta y afina la prenda. Los pocos oficiales que quedan en activo se han convertido en pieza clave de todo el proceso. Fijémonos en cómo está rematada la prenda – picado de solapas, ojales, montaje de la manga, vivos, interiores etc – y exijamos que todo ello esté realizado con esmero y, por supuesto, a mano.
4. Taller propio. Antes de que entrara la confección industrial los hombres no tenían otra alternativa que acudir a la sastrería artesanal para vestirse. Esto aseguraba al sastre contar con trabajo todo el año permitiéndole tener sus propios trabajadores. Sin embargo, hoy la entrada de pedidos es incierta obligando a externalizar parte del trabajo en talleres externos que cobran solo por prenda trabajada. Esto puede terminar traduciéndose en un traje de terminación muy parecido al de otro sastre a priori no tan destacado. Aunque la mayoría de los sastres lo nieguen, tanto en España, como en el Reino Unido o en Italia, incluso las sastrerías que cuentan con taller propio externalizan parte del trabajo. Asegurémonos que este sea el menor posible.
5. Versatilidad del sastre. Si muy importante resulta alcanzar cierta empatía con el sastre, más lo es todavía decantarse por uno global. Escojamos a ese sastre capacitado para hacer un traje, un abrigo, un macfarlane, un chaquetón de caza, unos breeches de montar, un esmoquin o cualquier otra prenda que en un momento dado pudiéramos necesitar.
El Aristócrata
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