lunes, 21 de septiembre de 2015

LAS CLAVES DE UNA BUENA CHAQUETA



A las puertas de empezar un, creemos, merecido descanso estamos ultimando los dos artículos con los que daremos por concluido el “año académico”. Uno será el dos piezas ya terminado de Gonzalo Larrainzar y el otro la chaqueta vaquera de Joaquín Fernández– la cual nos deparará alguna sorpresa. Como ambos artículos tendrán a una chaqueta por protagonista creo que es importante recordar las notas básicas en las que fijarnos a la hora de adquirir una chaqueta, sea a medida o de confección.

Como ya hemos apuntado en esta página en diferentes ocasiones, de poco vale contar con una gran marca en el interior de nuestro traje si este hace arrugas, no nos sienta bien o sencillamente su estilo nos deja indiferente. Si hace dos semanas hablábamos de cómo debería quedar el pantalón de traje, en esta ocasión queremos estudiar los puntos principales en los que fijarnos para asegurarnos haber dado con la chaqueta adecuada.
La proporción. Como norma general indicar que la longitud de la chaqueta debería medir exactamente la mitad de la distancia comprendida entre el comienzo de nuestro cuello hasta el tacón del zapato. Otra fórmula para calcular el correcto largo de la chaqueta es dejar caer el brazo e intentar que dicho largo quede a la altura de los nudillos.

El cuello. El cuello no se deberá desbocar, y tanto cuando estemos sentados como cuando estemos de pie tiene que estar en continuo contacto con la camisa. Igualmente, debería tapar ligeramente los picos del cuello de la camisa. Por la parte trasera de la chaqueta debería asomar el cuello de la camisa al menos un dedo.
Las mangas. Una costumbre bastante extendida en todo tipo de latitudes es llevar las mangas de la chaqueta largas y las de la camisa cortas. Lo correcto, sin embargo, es que las mangas de la chaqueta se extiendan hasta el extremo del cúbito, y que desde ahí al comienzo de los huesos carpianos se vea el puño de la camisa.

Los hombros. Con el objetivo de conseguir una línea lo más estética posible es aconsejable apostar por hombros naturales, y para ello es importante cerciorarnos de que el hombro de la chaqueta no se extienda más allá del límite del nuestro.
Las hombreras. Estas deberán también terminar donde termine nuestro hombro, ya que de no hacerlo se producirán arrugas, sobre todo al doblar el brazo, en el hueco que se forma entre donde termina la hombrera y nuestro brazo.

La espalda. La espalda debe caer de manera limpia y sin que se produzcan arrugas; independientemente de que la chaqueta esté o no abotonada. Es importante asegurarnos que en parte alta de la espalda, a la altura del cuello, no se formen tampoco arrugas.
Las solapas. Estas deben dibujar la línea del pecho y no abrirse en ningún momento.

El frontal. Si al abotonarnos la chaqueta en su frontal aparece una arruga con forma de “X”, la chaqueta queda estrecha. Sin embargo, si no la sentimos una vez abotonada seguramente sea porque esta nos esté grande.
Si esto habla de la buena hechura de una chaqueta, hay otros detalles que lo hacen también  tanto de la calidad de la prenda como del nivel de la mano de obra empleada.

Los botones. Unos botones de algún compuesto natural como corozo o asta de ciervo hablarán siempre mejor de nuestra chaqueta que lo que harían unos de plástico.

Los ojales. Los ojales, tanto el de la solapa como los de las mangas deberían, además de ser practicables, haber sido también cosidos a mano.
El interior. Aunque el interior de la chaqueta se ve poco, detalles como un faldón cosido a mano, unos bolsillos interiores rematados artesanalmente y un buen forro también hablan de la calidad de la prenda.

Otros detalles como la propia construcción de la chaqueta, incluidas entretelas y refuerzos, el picado a mano de las solapas, los vivos a mano, el doble picado etc. terminan de rematar una buena chaqueta.
Dicho todo esto, de nada servirá que nuestra chaqueta cumpla con todos estos requisitos si no nos transmite emoción alguna. Por ello, es preferible que la chaqueta tenga alguna imperfección pero desprenda estilo a que sea tan perfecta que nos deje indiferentes. Por norma general la perfección no es elegante.
El Aristócrata

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