lunes, 14 de septiembre de 2015

¿CÓMO LIMPIAR LOS ZAPATOS?



Como respuesta a la petición de Eneko esta semana voy a intentar explicar el proceso a seguir para limpiar un buen par de zapatos. Antes de entrar a narrar dicho proceso es importante tener presente que la forma de llegar a unos zapatos limpios puede diferir bastante de unos a otros por lo que esta es solo una forma más. Para afrontar la agradable rutina de la limpieza de unos buenos zapatos es necesario además de contar con los productos idóneos también conocer su correcto orden en su utilización.

El proceso de limpieza del calzado se acometerá con éxito de contar con los siguientes productos:

-          Un cepillo para quitar el barro y la suciedad más visible. Este puede ser de cerdas de buey o de cerdo. Las fuertes cerdas de estos cepillos permiten eliminar el barro seco y otros restos de suciedad que pueden haberse quedados pegados al zapato. Si no se cuenta con ninguno de ellos, una esponja humedecida con agua caliente también puede ser un buen remedio para eliminar el barro y otras manchas adheridas a la piel del zapato. De utilizarse dicha esponja humedecida es recomendable dejar secar el zapato antes de aplicarle el betún. 
-          Un cepillo para cada color de zapato de pelo de caballo. Este tipo de pelo es más suave que los anteriormente nombrados. Estos cepillos se utilizarán para administrar el color por lo que es importante evitar el uso de un sólo cepillo para la aplicación de las diferentes tonalidades. Hay que evitar que los restos secos de color que pueda haber en los cepillos terminen mezclándose afectando al  color del zapato a limpiar. En defecto de este cepillo se podrá aplicar, igualmente, el color con una gamuza. El uso de esta gamuza es particularmente recomendable en aquellos zapatos que tengan dos colores ya que el cepillo no permite tal precisión en la aplicación de los colores.

-          Un cepillo para abrillantar el zapato de pelo de cola de caballo. Al igual que ocurría con los cepillos utilizados para aplicar el color, también con los cepillos de abrillantar se necesitará contar con tantos como colores tengan los zapatos que se guarden en el armario. Su misión es servir de ayuda para pulir el betún que se aplicó al zapato. Igualmente, de no contar con este cepillo, un paño suave puede sustituirle. 
-          Un betún para todas y cada una de las tonalidades de zapatos con que se cuenten. Se evitarán a toda costa los betunes con aplicador ya que además de ser la gran mayoría de una calidad ínfima nunca proporcionan el acabo de las cremas líquidas. 

Una vez se tengan estos tres tipos de cepillos es el momento de empezar con el ritual semanal de la limpieza de los zapatos; ritual de gran sencillez que de seguir los siguientes pasos:

Lo primero que se deberá hacer será retirar los cordones para que no molesten y la limpieza pueda llegar a todos los rincones de los zapatos. Una vez apartados dichos cordones se quitará toda la suciedad visible del zapato con el cepillo de cerdas de buey. De no hacer desaparecer estas manchas antes y aplicar el betún sólo se conseguirá tapar dicha suciedad pero no eliminarla. Por ello, es importante insistir y no seguir con el limpiado hasta que no esté el zapato totalmente libre de manchas visibles.
El betún se aplicará con movimientos circulares hasta que se aprecie que todo el zapato ha sido cubierto uniformemente por él. Resulta siempre más acertado aplicar varias capas finas de betún que una gruesa ya que aplicando capas finas la piel del zapato absorbe poco a poco el betún y será más fácil saber si necesita más o por el contrario ya es suficiente. Entre capa y capa siempre es conveniente dejar pasar algunos minutos para que el betún penetre bien en la piel.

Si se trata de zapatos semi o full-brogue resulta de vital importancia asegurarse de que después de la aplicación del betún en dichas perforaciones no quede restos de éste. En el caso de que se apreciara algún sedimento habrá que cepillar los zapatos hasta que no haya resto alguno.  
Una vez el zapato cuente con el betún necesario se puede aplicar sobre el mismo unas gotas de agua, o incluso de saliva, para además de limpiarlo y pulirlo conseguir luego con el posterior cepillado y frotado un brillo natural. El proceso del frotado es fundamental y solo aquel que sea aplicado con rapidez y contundencia conseguirá el resultado más brillante.

La parte del zapato que antes pierde su aspecto inicial es la suela. Para devolver a la suela su aspecto original existen aceites que ayudan a recobrar el tinte originario. La aplicación de este aceite es recomendable sobre todo después de un día de lluvia ya que devuelve el confort y la elasticidad a la suela del zapato.  
Es de vital importancia prestar atención al aspecto tanto de la suela como del tacón y no dar lugar a que termine apareciendo un agujero en la suela o, en su caso, se deforme el tacón o la puntera. En cuanto se aprecie que la parte de la suela que más en contacto está con el suelo se empieza a desgastar o que la punta del zapato o su tacón empiezan a perder su aspecto originario es recomendable acercarlos al zapatero para que los repare o si fuera necesario cambie las partes afectadas.

Aunque no resulta fácil encontrar zapateros a los que no les importe descoser la suela dañada y coser una nueva siguiendo el mismo proceso que se siguió cuando se construyó el zapato se debería intentar que la reparación fuera siempre una reconstrucción integral y no un mero lavado de cara de la suela antigua. Las suelas que se pegan, o que en el mejor de los casos se cosen, sobre las suelas originarias sólo son un parche que ningún zapato de calidad se merece. 
Conseguir una reparación integral de la suela no es fácil de no enviarlos a la casa de donde salieron por conllevar una gran carga de trabajo. Sin embargo, la larga tradición de zapateros españoles permite que incluso hoy se puedan encontrar profesionales a los que no les importe devolver a la vida hasta a los zapatos más maltrechos.

Para terminar este artículo, mencionar, una vez más, que son esos zapatos de calidad que cuentan con muchos años en sus suelas los que terminan resultando más cómodos. Por ello no debería importar, llegado el momento, incluso hacerles un remiendo. Esto hablará además del cariñó que su propietario tiene por ese par de zapatos también de la calidad de los mismos.

El Aristócrata 

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