lunes, 9 de diciembre de 2019

BREGUET Y SUS SEÑAS DE IDENTIDAD



“La elegancia no consiste en ser notado sino en ser recordado” – Giorgio Armani

Hace dos años en nuestra carta a los Reyes Magos de Oriente les pedíamos que de haber sido lo suficientemente buenos nos mandaran del lejano Oriente uno de esos diez modelos imprescindibles en el rotor de cualquier sibarita y amante de la alta relojería. Una de nuestras peticiones era el que hoy traemos a esta página: el Breguet Classique. 

Breguet, destaca además de por ser una marca con una apasionante historia detrás, también por contar con un cliente con un perfil muy definido. Difícil encontrarlo en el bar de moda pero sencillo verlo en el estreno de una gran opera, más fácil cruzártelo en un coche clásico que en el deportivo llamativo del momento, claramente más “old money” que “new money”. De hecho, la gran mayoría de los modelos Breguet se caracterizan por no buscar llamar la atención, por tener un tamaño contenido, contar con diseños atemporales, por materiales poco ostentosos… pero con una calidad a la que es francamente difícil encontrar competencia. Cierto que esta casa puede no ser objeto de deseo del gran público, pero tampoco creo que desde la manufactura sean lo que busquen. Su cliente es muy fiel y seguramente hasta llegar a hacerse con su primer Breguet este haya disfrutado de otras marcas más populares y asequibles. Quienes poseen uno de estos relojes demuestran, además de su gusto, una marcada personalidad pues claramente no se lo ha comprado ni para impresionar a su entorno ni para con él perseguir estatus alguno. Para ello, hay otros muchos relojes. 
Cuando hablábamos en aquella carta a los Reyes Magos de esta casa, comentábamos que fue fundada en París en 1775 y, que sin duda, ha sido y sigue siendo uno de los grandes nombres de la relojería más exquisita. Desde la Reina María Antonieta o el Rey Luis XVI de Francia hasta Napoleón, George Washington, Tolstoy o Victor Hugo fueron seguidores de la marca reconocida por sus esferas con decoración guilloché y sus famosas manecillas. El 26 de junio de 1801 Breguet patenta el primer reloj tourbillion, hito que le valió entrar ya para siempre en el templo de las más grandes casas manufactureras. También estuvo detrás del primer reloj automático, la primera ecuación del tiempo, el primer reloj de pulsera, el primer cronógrafo y otros muchos mecanismos que hoy vemos en otras marcas pero que fueron creados por él a principios del S. XIX. Al contrario de otras casas, Breguet, sobre todo en el modelo Classique, uno de los más limpios de la gama, persigue no solo la belleza sino principalmente la practicidad. Y con ese objetivo se creó precisamente en 1972 esta línea. Aunque Breguet fue comprada por el grupo Swatch en 1999, su filosofía y, lo que es más importante, sus modelos Classique siguen inalterados.  
La línea Classique refleja lo que precisamente en 1775 Abraham-Louis Breguet quiso mostrar creando la marca: un clasicismo atemporal por encima de modas pero que siempre estuviera de plena actualidad. Como ocurre con los trajes, abrigos o esmóquines, también en los relojes la proporción es la respuesta a si el conjunto se ha realizado correctamente. Unas solapas estrechas no pegan con unos hombros anchos como tampoco lo hace una chaqueta entallada con un pantalón holgado. Si observamos el Classique, vemos que precisamente esta proporción está presente en su esfera, sus números, sus agujas, el brazalete, el cierre, etc. 
Entrando a analizar en profundidad este modelo, lo primero que el entendido y amante de la marca reconocerá serán las archiconocidas agujas Breguet. Estas no han variado en los más de doscientos años de existencia de la marca y han sido copiadas por innumerables marcas tanto de media como de alta gama. Tal ha sido el éxito de estas icónicas agujas que el término “agujas Breguet” forma desde hace años parte del vocabulario del sector. El éxito fue tal que las imitaciones y falsificaciones empezaron a imperar y Breguet tuvo que incorporar en 1795 para identificar al verdadero Breguet su “firma secreta”. Esta firma consiste en grabar una firma prácticamente invisible trazada en la esfera con un pantógrafo de punta seca. Solo es visible con una luz de bajo ángulo grabándose justo debajo del número doce en las esferas esmaltadas o a ambos lados en las esferas con decoración guilloché. 
La filosofía de Breguet siempre fue lanzar al mercado un número muy reducido de piezas, de hecho produce muchas menos que otras manufacturas como Patek. De hecho, desde sus orígenes guarda en grandes libros una perfecta descripción de cada modelo vendido y de su número de referencia. Por ejemplo, el primer Breguet que adquirió Napoleón Bonaparte aparece en uno de estos libros detallándose todas las piezas que conforman dicho reloj y el precio de cada una de ellas. Si antiguamente el número se grababa en la tapa guardapolvos de los relojes de bolsillo, junto a la firma, o, a falta de tapa, en el reverso de la caja, en los relojes modernos el número se graba en la esfera y en el reverso del reloj.
No obstante, seguramente sea la esfera guilloché, junto con las agujas Breguet, el sello más claro de identificación de la marca. La técnica de este grabado se utilizaba desde tiempos inmemoriales para la fabricación de cajas y esferas de relojes, pero fue Abraham-Louis Breguet el primero en aplicarlo a la decoración de las esferas utilizando incluso varios diseños guilloché en una sola esfera. Las decoraciones más típicas de Breguet son la clous de Paris, el pavé de Paris, el rayo de sol, el grano de cebada, el oleaje y el tablero de damas, toda una exquisitez difícil de encontrar en cualquiera otra casa. Si Vacheron es único haciendo verdaderas maravillas con pinturas, relieves y formas en sus esferas, Breguet no tiene parangón en el uso del guilloché – para que nos hagamos una idea la precisión es de una décima de milímetro y por supuesto realizado a mano con la sola ayuda de un torno. 
Si damos mérito a las manos del zapatero o el camisero en el uso de la aguja, no menos tienen estos relojeros artesanos que son capaces de tener el pulso necesario para decorar a mano el disco de la esfera siguiendo el mismo procedimiento que hacían sus homólogos hace dos siglos. Los números arábigos propios de las esferas esmaltadas ya estaban en estos relojes desde antes de la Revolución Francesa. Los pasadores atornillados, frente a las corrientes barras de muelles, son los responsables de unir el brazalete a la caja y el acanalado - estrías finas realizadas sobre el canto de la caja de los relojes – rematan las señas e identidad de esta mítica casa.  
Breguet comenzó en Londres el año pasado el «Classic Tour», evento que persigue realzar el arte de vivir. Pasó también por Milán y suerte para nosotros llegará a Madrid el próximo día 7. Aquí está previsto que Breguet reivindique el significado de su Classique juntando a los mejores artesanos nacionales de los oficios responsables de diferenciar al elegante atemporal de aquel que prefiere seguir las modas del momento. 
“La elegancia consiste en pasar desapercibido sin dejar a nadie indiferente” -  

El Aristócrata

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