Pocas cosas evocan más el verano que el esmoquin de chaqueta blanca. Su origen se remonta a los años 30 cuando adinerados americanos pasaban sus vacaciones en lugares de clima tropical y a la noche vestían este en lujosos resorts al aire libre o en fiestas a bordo de elegantes cruceros.
Este tipo de esmoquin recibe en inglés el nombre de Classic Warm-Weather Black Tie por deberse vestir, según protocolo americano, únicamente entre el último lunes de mayo y el 1 de septiembre. En el Reino Unido, por el contrario, este conjunto está considerado como demasiado informal y su uso está mal visto en cualquier época del año.
La informalidad achacada a esta prenda por los británicos quedó muy bien estampada por la entonces revista de referencia Esquire cuando afirmó que nunca se debería vestir un esmoquin blanco en ciudad “al menos que se tuviera una servilleta en el antebrazo o un saxofón entre los labios”. De ahí que si poco correcto resulta casarse con un esmoquin negro totalmente incorrecto resulte hacerlo con uno de chaqueta blanca.
De estar en el lugar y momento adecuado, la chaqueta blanca – nada recomendable en las personas de reducida estatura - puede introducir un toque de originalidad y personalidad al esmoquin. Pocas pero importantes diferencias existen entre el esmoquin de chaqueta negra y el de chaqueta blanca. Si en la chaqueta negra, las solapas de pico resultan más formales, en la blanca las redondeadas son más acordes con su aspecto informal. Esta última chaqueta sigue necesitando del obligado pantalón de esmoquin negro y de los zapatos conocidos como “opera pumps”.
De decantarnos por una chaqueta de hilera sencilla, el fajín es obligatorio. El fajín negro resulta siempre una opción segura, aunque los más dandis encontrarán en la informalidad de la chaqueta blanca el fajín de color o estampado el perfecto compañero con el que incorporar un toque de color en el conjunto. De hecho, en los años 40 era frecuente ver esmóquines blancos con un fajín granate combinando con una corbata de lazo del mismo tono. De querer optar por un chaleco blanco, opción muy popular entre los años 30 y 70, resulta entonces aconsejable decantarse por la chaqueta de solapas de pico y camisa de cuello diplomático; a ser posible de seda.
En la chaqueta cruzada, sin embargo, se debe prescindir de todo tipo de fajín. A pesar de hablar de chaqueta blanca los tonos hueso o crema son a la larga una mejor opción al no volverse amarillentos. Igualmente, no debería sorprendernos si el sastre nos recomienda un tejido de lino, gabardina o algodón en lugar de la popular lana. Prefiramos uno u otro tejido, huyamos siempre de tejidos sintéticos ya que, entre otras cosas, no transpiran igual.
Al contrario que en la chaqueta negra, en la blanca las solapas no aparecen cubiertas de seda sino que están rematadas en la misma tela que el resto de la chaqueta. Siguiendo con el mensaje sport de este conjunto, la camisa de cuello estándar resulta más coherente que la de cuello diplomático. No obstante, hoy como siempre, la corbata de lazo negra, a ser posible del mismo tejido que el fajín, sigue siendo la opción más elegante; y por supuesto nunca debería aparecer pre-anudada.
Tirantes blancos, pañuelo blanco de seda o, en su lugar, uno de color que combine con la botonadura tipo joya son complementos que siempre agradecerá este informal conjunto. De vestir este verano muchas noches de esmoquin, el de chaqueta de blanca se presenta como una alternativa francamente interesante. Aún así recordemos que este debería ser solo una alternativa al siempre más elegante, correcto y formal esmoquin de chaqueta negra.
El Aristócrata
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