Llamando a la puerta está ya la Navidad, algo que entre otras cosas recuerda que debemos acercar el esmoquin al sastre para que lo planche y así tenerlo listo para las noches de fiesta que tenemos por delante.
Aunque difícil es batir la elegancia del clásico esmoquin de chaqueta y pantalón negro, hay una prenda que nos recuerda mucho a ella y que puede compartir protagonismo en las noches más especiales e informales de la Navidad: la “smoking jacket”. Poco queda de aquella chaqueta concebida para proteger el resto de la ropa del humo de los cigarros y hoy sus usos son de lo más variados, vistiéndose desde con el más serio conjunto hasta con el más dandi y atrevido.
Si bien los primeros guiños a la chaqueta de fumar se ven en las pinturas de los años 1600s, fue en 1850 cuando el famoso magazine londinense Gentleman´s Magazine definió la forma y los tejidos de la cada vez más popular chaqueta. Tuvieron que pasar solo unos años, concretamente llegar a 1865, para que la chaqueta de fumar se empezara ya a concebir como una prenda a vestir aun sin necesidad de tener un cigarro entre los dedos.
Este cambio conceptual se debió a Eduardo VII quien empezó a hacer uso de ella en las casas de campo al acabar la jornada de caza. Desde entonces, si bien sigue siendo muy popular en dicho momento, la chaqueta de fumar se viste también en ocasiones festivas de lo más diversas. Y acertaremos si una de esas ocasiones es una de las noches que tenemos por delante.
En estas fechas, tanto seamos los anfitriones como los invitados a una elegante cena, destacaremos por nuestra elegancia, y educación, de aparecer con una estilosa smoking jacket. Aunque esta chaqueta bebe de la historia y de la hechura de la clásica chaqueta negra de esmoquin, es recomendable mandarla a confeccionar en un color diferente.
El verde botella, el burdeos o el azul oscuro son tonalidades más lógicas para vestirse con un atuendo festivo pero no tan protocolario como el clásico esmoquin negro. Aunque este tipo de chaqueta se puede vestir sin corbata de lazo, con esta siempre queda más elegante, proporcionada y especial. Escójanse dichas corbatas de lazo en terminación terciopelo y del mismo color de la chaqueta, o de sus solapas, y se habrá acertado. Resulta difícil conseguir una bonita chaqueta de fumar de no acudir a un sastre experimentado, siendo los ingleses, por su larga tradición trabajando con ella, los mas avezados en su ejecución.
Los adornos de pasamanería en la botonadura, en los bolsillos y en las mangas añaden gran belleza a esta chaqueta. Aunque Oscar Wilde nos llevaría la contraria, jugando con dicha pasamanería se pueden conseguir chaquetas de fumar de hilera sencilla tan bonitas como las cruzadas del dramaturgo irlandés.
Aunque en sus inicios se confeccionaban en los más variados tejidos, hoy el terciopelo resulta el más adecuado para la nueva interpretación de estas chaquetas. Debido a su carácter informal, escójanse las solapas redondeadas y resérvense las de terminación en pico para el clásico esmoquin.
Sigamos, al igual que se hacía en el esmoquin, dejándola sin aberturas traseras y dependiendo de la seriedad que se busque combínese desde con un pantalón gris formal hasta con otro más casual. Para este último, uno de tartán escoceses, verde oscuro y de cuadro ancho sería una bonita opción de combinar con una chaqueta de fumar azul oscura.
Se prefiera el look serio o el informal, las conocidas como slippers complementan acertadamente el aspecto dandi de esta chaqueta. Dejemos de lado la majestuosidad del cuello diplomático y escójase una camisa de cuello estándar. Solo si buscamos el aspecto más protocolario del conjunto la camisa debería contar con pechera y botonadura joya. En el resto de ocasiones, una sencilla camisa blanca conjuga mejor con el mensaje de la chaqueta de fumar.
El Aristócrata
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