En un momento donde todos vestimos de manera muy similar, los accesorios se presentan como un buen aliado con el que marcar diferencias y expresar tanto nuestro concepto de belleza como nuestra personalidad.
Probémonos unas gafas de montura redondeada y otra de montura rectangular y comprobaremos cómo el mensaje de nuestro rostro cambia radicalmente. Al contrario de la ropa, siempre perecedera, hay ciertos complementos que nos sobreviven y que podrán ser utilizados por venideras generaciones, amortiguando así el golpe económico inicial que exige su inversión.
Un claro ejemplo de esta importante inversión es el reloj. Para unos un mero instrumento que se limita a dar la hora y para otros una apasionante complicación de ruedas, volantes y espirales que sin fuente externa de alimentación nos permite ser testigos de todo lo que nos brinda el paso del tiempo. Más romántico y verdadero de ser mecánico que de cuarzo, más elegante de brazalete de piel que de metal, más fino sin piedras preciosas que con ellas, el reloj será seguramente el único bien material que conservarán de nosotros los varones que nos sucedan. De hacernos con un modelo de diseño y medidas intemporales, de mecanismo manufactura y con alguna codiciada complicación, como un tourbillon, los que somos amantes de estas preciosas obras artesanales disfrutaremos de un buen hacer y unos conocimientos que datan de siglos atrás.
Según el protocolo más tradicional británico, la única joyería que debería permitirse un gentleman tendría que ser el anillo de bodas, un reloj, un sello, y un pasador de corbata. Desde que aquel protocolo se acuñase, los usos y costumbres han cambiado y aunque la sobriedad y la sencillez siempre son un buen punto de partida, a estos accesorios bien podríamos añadir otros como los gemelos y la estilográfica.
Algo tan sencillo como unos gemelos puede cambiar el mensaje de nuestro atuendo. Unas veces juveniles y divertidos y otras serios y clásicos, nos ayudan a imprimir el carácter que deseamos a cada uno de nuestros conjuntos. Al igual que el reloj, los gemelos y la estilográfica de ser de calidad pueden sobrevivirnos. ¡Además pocas firmas han perdurado a lo largo de la historia con tan buena salud como aquellas que se estamparon con un plumín!.
Este protocolo trata al resto de accesorios como ostentosos y sin cabida en el armario del discreto caballero inglés. Sin embargo, los tiempos han cambiado y hoy portar una tableta, un móvil, un juego de llaves y una cartera es más necesidad que capricho. Por ello, el hombre moderno ha sabido reinventar con gran acierto los clásicos porta-documentos de negocios convirtiéndolos en atractivos maletines donde poder introducir todos estos objetos. Con estos maletines – no nos dejemos llevar por la reciente moda de hacer nuestros los bolsos de mujer – ganaremos en comodidad, elegancia y estilo.
Una cartera, siempre mejor si destaca por su buena piel y su cosido a mano que por su marca, aportará un toque de distinción. Sea para abrir la puerta de casa, de la oficina o del coche, llevar encima varios juegos de llaves resulta algo muy frecuente. Escojamos para estas un llavero que además de ser cómodo sea acorde a nuestro concepto de belleza.
Los tiempos cambian y parece más conveniente intentar adaptarse a los cambios que enfrentarse a ellos. Dicho esto, ante la moda de los últimos años de llenar las muñecas de múltiples pulseras, es preferible defender un concepto sencillo y discreto de elegancia que seguir esta última corriente. Escojamos un complemento u otro, resulta a la larga conveniente dar preferencia a la discreción, la calidad, la artesanía y la elegancia intemporal de solo los mejores accesorios.
El Aristócrata
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