martes, 6 de enero de 2015

LOS MOCASINES, ESOS ZAPATOS TAN ESPAÑOLES



No es la intención de este artículo volver a insistir en la importancia de unos buenos zapatos con cualquier tipo de vestimenta. Sin embargo, estos siguen siendo la asignatura pendiente de no pocos países entre los que, desafortunadamente, se encuentra el nuestro.

Si resulta muy difícil encontrar zapatos de calidad acompañando a los conjuntos de sport, no es mucho más fácil verlos junto los conjuntos de corbata. Si cuando los vaqueros o los chinos hacen su aparición se les ve descansando cada vez con más frecuencias sobre zapatillas de paseo, cuando toma el protagonismo el traje, la elección de los zapatos pasa no a un segundo sino a un tercer lugar. Con ello estamos ignorando que, independientemente de lo bonita que sea la corbata, la camisa o incluso lo bien cortado y cosido que esté ese traje a media, si los zapatos no están a la altura del resto del conjunto este quedará deslucido. 
A pesar de contar cada día con modelos de zapatillas más interesantes, todavía resulta difícil que puedan aportar un toque más atractivo que el que imprimen a los conjuntos más informales unos estilosos zapatossemi full brogue. Y si las zapatillas se están imponiendo incluso entre los hombres que empiezan a disfrutar de una segunda juventud, los zapatos conocidos como mocasines o castellanos parecen haber cautivado el corazón tanto de jóvenes como de mayores. De no estar de acuerdo con ello, bastará con hacer la siguiente prueba: aprovechemos estos días el tiempo de espera en la terminal de cualquier aeropuerto extranjero y fijémonos en aquellas personas que visten con un traje azul marino y mocasines. Sigámoslas y con seguridad nos llevaran a la puerta de embarque de nuestro vuelo de regreso a España. 
Los motivos por los que no se deberían vestir mocasines con traje son varios, destacando entre ellos el puramente estético y el histórico. Si bien pudiera haber personas que defendieran la belleza del tan extendido mocasín, incluso hasta la del afamado Sebago, sobre lo que no cabe discusión es sobre su procedencia histórica como zapato informal. Concretamente, este zapato aparece a finales del S. XIX para aportar una comodidad y ligereza extra a los zapatos de las casas de campo. Sus suelas de cuero además protegían los pies de sus propietarios de los fríos y húmedos suelos en un tiempo donde la calefacción eléctrica no existía. El no contar con cordones aumentaba igualmente la facilidad a la hora de calzarlos al salir de la cama y permitía también desprenderse de ellos de forma rápida para salir de casa. A partir de los años 50 el mocasín se populariza en Estados Unidos, país cuya vestimenta ha obedecido históricamente más a una cuestión de comodidad que de estética, y solo después de los años setenta se pueden empezar a ver en Europa.
Otro sector al que se le debe la difusión de este modelo es al de un grupo de granjeros noruegos quienes en 1930 son fotografiados por una conocida revista de moda en la zona de descanso de su vaquería y cuya foto viajó por los comercios de medio mundo. Hoy los mocasines siguen recibiendo bastante simpatía entre los estudiantes más jóvenes debido a la rapidez con la que se calzan y a la gran ventaja que a esos años supone el olvidar abotonarse los cordones durante todo el día.
Por todo ello cabría pensar que, a pesar de que nuestros políticos y empresarios más conocidos se empeñen con su ejemplo en llevarnos la contraria, no parece muy correcto vestir con traje un zapato que fue pensado como zapatilla de estar por casa, como zapato para ordeñar vacas o como facilitador de la vida en los primeros años de vida estudiantil. Dicho esto, existen algunos mocasines tipo Tassel que tienen una construcción más armada y pueden acompañar acertadamente a los conjuntos de dos piezas, es decir, a aquellos formados por una chaqueta y un pantalón independiente.

El Aristócrata

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