El proceso de un zapato bespoke comienza con la toma de medidas y se termina con el producto final. Es el cómo está hecho, quién lo ha manufacturado y los procesos internos de cada casa lo que determina el resultado final. Durante la toma de medidas no se recogen únicamente unos números relativos al tamaño del pie, sino que se tienen en cuenta otros elementos. No es lo mismo un pie graso y poco sensible que uno huesudo. El primero fácilmente puede introducirse en un zapato relativamente prieto sin complicaciones, mientras que un zapato en un pie huesudo resultará doloroso debido a la mayor exposición de partes sensibles.
Para ser zapatero hay que ser también escultor. Un buen zapatero es quien toma las medidas y quien también esculpe en madera la horma - el bloque de madera que representa no solo el pie del cliente sino sus gustos en forma de silueta - para asegurarse de que el ajuste sea perfecto. Esto equivale a ser medido por quien va a cortar el traje. No son solo números, sino que se conoce al cliente, qué le gusta y cómo le gusta, siendo esto de elevadísima importancia. Un ordenador o un escáner 3D puede tener absoluta precisión, pero no entienden de huesos, gustos, ni tienen concepto de esbeltez en la proporción. Esto hace que la mejor forma de esculpir una horma para un zapato a medida sea usando las manos, un cuchillo y mucha paciencia.
Una vez está la horma finalizada, se fabrica un zapato completo también con cuero desechado. Pero esta vez, en vez de una suela de corcho, se utiliza una de goma. El cliente utilizará este zapato varios días o semanas para poder tener una idea exacta del calce del zapato, pero, sobre todo, la evolución de este, ya que, siendo el cuero un material flexible, evoluciona cuanto más se utiliza. De ser esta última prueba satisfactoria, se procederá a hacer el zapato final.
Una vez el zapato se ha terminado, se envía al cliente para que pueda “domarlo”, y tras unas semanas de uso se enviará de vuelta a la casa para fabricar los pernitos, también enteramente artesanales. La razón de esto se debe a que el zapato, una vez utilizado, no tendrá nunca la forma de la horma original, y de estar hecho el pernito a partir de la horma no estirará el zapato adecuadamente. Al fabricarse enteramente a medida y a mano, los pernitos pueden también personalizarse a gusto del cliente, pudiendo tintarlos de numerosos colores, hacerlos en tres piezas, con bisagra o numerados para que siempre estén en el zapato adecuado.
Lo que uno obtiene a cambio de mucha paciencia, y un importante desembolso, no es otra cosa que un zapato en el que se han cuidado absolutamente todos los detalles, en el que el tacón seguirá a la perfección la línea marcada por el talón en todos sus planos, formado por finos estratos lijados hasta alcanzar una completa horizontalidad, unidos entre sí por una mezcla de pegamento, clavos de madera, y clavos metálicos. El cuero tendrá puntadas de refuerzo en las que el hilo ha sido trenzado a mano, las hebillas del zapato de hebilla se habrán buscado expresamente según el gusto del cliente e incluso es posible que se hayan añadido alzas interiores para dar unos centímetros de más al portador, o para corregir una diferencia en la longitud de las piernas.
Muy populares son los diseños hechos con clavos de latón de diverso grosor en la cintura, permitiendo llevar iniciales, fechas o dibujos completos. También lo son los diseños a medida del brogueado, perforaciones con las iniciales de los hijos, las propias, o un diseño personalizado propio del cliente. La elección de todos y cada uno de los elementos que conforman el zapato, tanto estéticos como estructurales será aquello que el cliente pida. Obviamente, quedará siempre la posibilidad de encomendarse al artesano.
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El Aristócrata