martes, 30 de noviembre de 2021

SASTRERÍA FRANCESA vs SASTRERÍA ESPAÑOLA

 

Si de la sastrería inglesa e italiana hemos hablado largo y tendido en este blog, no así tanto como la española y, si cabe, menos todavía de la francesa, hoy más reconocida que nunca. 

La sastrería francesa, a medio camino entre Inglaterra e Italia, en los últimos años, ha conseguido proyectar hacia fuera rasgos de su tradición sastrera, en particular a través de la labor de sastres de gran nombre como Cifonelli o Camps de Luca. Concretamente estas dos casas han sabido, como pocas, utilizar las redes sociales para darse a conocer mundialmente, algo a las que las españolas se sumaron más tarde y sin consenso previo. 

Hasta bien recuperados Reino Unido e Inglaterra de la II Guerra Mundial, Francia fue el país que marcó los derroteros, no solo de la moda de alta costura, sino también de la costura de hombre. Las mejores sastrerías y camiserías internacionales tuvieron un local abierto en la ciudad del Sena. Pasaron los años y con Reino Unido e Italia recuperados solo la costura de mujer permaneció en París, volviendo la “alta costura de hombre” a sus países de origen. Quizás por ello podemos afirmar que Francia no es hoy un país de referencia de buen vestir, al menos en lo referente al vestir masculino. 

El hombre francés viste bien, pero en términos de estilo masculino resulta difícil identificar unas figuras claras o rasgos globales típicos como los que se suelen atribuir a la sastrería italiana o a inglesa. Como pasa con la sastrería española, la francesa cuenta con profesionales excelentes y de gran prestigio, pero al no haber creado históricamente un estilo propio ha tenido que crecer entre los dos grandes países de referencia, vivir a su sombra e inventarse un estilo con el que definir su sastrería. 

Este estilo está influenciado en cada sastrería por uno más británico o italiano. Lo que sí ha conseguido la sastrería francesa es que, sin un estilo claramente propio, ha sabido inventar detalles que ha incorporado a sus trajes y que ha vendido al exterior como propios. Por ejemplo, el hombro diseñado por la célebre sastrería Cifonelli, con su sisa muy alta, orientada hacia dentro, dejando más espacio en la espalda para la comodidad de los hombros y la libertad de movimientos de los brazos, es asimilado hoy ya a toda la sastrería francesa.  

Otro detalle que hoy se considera propiedad de la sastrería francesa es el cran de solapa que los sastres parisinos han ido desarrollando a partir del diseño de Joseph Camps. Español originario de Vic, provincia de Barcelona, Joseph Camps se estableció en Francia después del final de la segunda guerra mundial, siendo desde entonces uno de los sastres más influyentes del país. En 1969, se asocia con Mario de Luca, sastre de origen italiano, para crear Camps de Luca que, hoy en día, sigue siendo una de las mejores sastrerías de París y, seguramente, de todo el mundo. 

Este cran diseñado Joseph Camps, y al cual se suele llamar “cran parisien”, es un cran sport para chaquetas rectas, pero con una forma basada en un cran de chaqueta cruzada. Es decir, la línea de separación entre la parte del cuello y la parte de la solapa no es recta como ocurre en el cran sport clásico, sino que parte de un punto más arriba en el cuello. Popularizado por Camps, casi todos los sastres parisinos crearon entonces su propia versión usando esta base, jugando con el largo de cada lado del cran, el ángulo de apertura y/o la profundidad del cran. Así fue el caso de sastres como Henri Urban, Gabriel Gonzalez, Claude Rousseau o Francesco Smalto, que salieron del taller de Camps de Luca para establecer sus propias sastrerías. 

También las famosas Maisons Lanvin o Arnys - hoy Berluti -, Max Evzeline, André Guilson (que dedicó muchos esfuerzos en desarrollar la escuela de formación de sastres en Paris) o Jo Kergoat siguieron la tendencia. La nueva generación de sastres artesanos, Maison Sirven, Maison Brano, Kenjiro Suzuki, Maison Pen o Ardentes Clipei, apostaron por mantener estos detalles y seguir expandiendo por medio mundo la idea de la existencia de una sastrería francesa. La idea de algo propio sigue siendo incluso hoy imposible de pensar en la sastrería española, empeñada en defender las características de cada sastrería, pero no como nota común de todas ellas, impidiendo esto que la sastrería española vuele más allá de nuestras fronteras.  

Es tal la idea, o necesidad, de la sastrería francesa de crear un estilo que permita compararse con la sastrería napolitana o inglesa, que incluso en la sastrería industrial es frecuente ver todos estos detalles. Este cran se aprecia en los trajes de muchas personalidades francesas, políticos, actores o altos directivos de la industria francesa, como también de personalidades de países africanos que han guardado la costumbre de seguir yendo a París a encargar sus trajes.

Son estas características, visibles, que no llamativas, las que permiten hablar de un cierto estilo francés. Este se puede definirse como una búsqueda del corte perfecto, afinando la figura sin perder confort y marcando su estilo en unos pocos puntos concretos claramente apreciables. El resto difiere del sastre que se haya escogido, aunque por lo general es frecuente ver una clara influencia de guiños tanto ingleses como italianos, de hecho, por ejemplo, algo tan particular como suele ser el ojal de la solapa en la francesa se apuesta casi siempre por el tipo "milanese".

Y España, mientras tanto, qué. Hablar de sastrería española es, si cabe, más difícil que hacerlo de la propia sastrería francesa. Al contrario de lo que ha ocurrido históricamente con los sastres napolitanos o londinenses, nuestros sastres no han tenido sentimiento de pertenencia a un grupo. Cada uno de ellos ha desarrollado su propia forma de trabajar sin prestar una gran atención a un estilo español que de alguna manera identificara la procedencia de su trabajo. Igualmente, en el sastre español ha primado más la elegancia atemporal que el estilo de sus creaciones. 

Cierto que cada sastre tiene su manera de trabajar e incluyen detalles en sus prendas que pueden, en un momento dado, diferenciar su trabajo de el de sus compañeros internacionales. Sin embargo, difícil sería de ver un traje artesanal español fuera de nuestras fronteras afirmar con seguridad que es español como si se podría hacer de ver uno napolitano o incluso inglés. 

Aunque siempre con excepciones, el sastre español busca más la perfección de líneas o el corte correcto frente al estilo de sus creaciones. Su concepto de estilo va muy unido a lo elegante que queda su cliente con su traje o abrigo. Su gusto evoluciona conforme lo hace el de este, quien es en último lugar quien anima al sastre a probar cortes o detalles nuevos. Nuestro sastre prefiere centrarse en su trabajo que salir a buscar inspiración fuera de su sastrería en ferias, publicaciones o en la propia internet. Aunque las cosas están cambiando, la sastrería española, a pesar de que pocos sastres lo reconozcan, sigue más cerca de la británica que de la más desenfadada italiana. Son trajes de correctas proporciones, de tejidos todavía algo pesados, relativamente armados y donde prima el que la prenda no haga arrugas a que transmita emoción en movimiento. Son trajes que se cosen para la foto, pero no trajes, en la mayoría de los casos, con duende. Obviamente, esto esta motivado en gran parte por el tipo de cliente, un cliente, el español, que raramente arriesga en estampados, tejidos, colores o tipo de corte. En definitiva, un cliente bastante más clásico que el de las sastrerías punteras italianas. 

La sastrería española experimenta hoy una evolución similar a la inglesa. Si bien la sastrería napolitana prácticamente desde sus comienzos ha mantenido la misma idea de lo que debería transmitir un traje, la española e inglesa están en pleno proceso de adaptación a los nuevos tiempos. Si cogiéramos prendas de sastres recientes, pero ya jubilados o desaparecidos como los hermanos Mogrovejo, Antonio Collado, Pedro Muñoz, Hilario Casado, etc. nos deleitaríamos con modelos de prendas que hoy ya no se ven, pero también comprobaríamos el poco uso que hoy se les podría dar. Prendas increíbles pero pesadas - tejidos de peso superior a los 340 gramos -, armadas, con prominentes hombreras, entretelas gruesas, excesivamente cosido y agarrotado, etc. Todo en pos de un traje prácticamente indestructible pero cercano al traje regimental británico. Hoy, por el contrario, mirándose en la sastrería italiana y más concretamente en la napolitana, la sastrería española busca prendas más frescas, más sueltas, con un toque “chic” y, sobre todo, acordes a la nueva climatología y a lo que la juventud reclama. Estúdiese una chaqueta de verano de un sastre de prestigio español y observaremos una terminación muy similar a la de una chaqueta a medida napolitana. 

Dejando de lado al ojo profesional y el más entendido, difícil es adivinar el sastre español que está detrás de ese traje o abrigo que puede llamar la atención en la calle. No hay notas tan características como sí lo hay en ciertas sastrerías napolitanas, londinenses o parisinas para intuir fácilmente quién lo ha cosido. Solapas con forma arqueada y redondeadas, mangas con reborde, cantos abiertos, cosido suelto y ojales con forma de lágrima son algunos de esos detalles que podrían ayudarnos a identificar la procedencia de la prenda. 

Dicho todo esto, si bien todavía es difícil hablar de un estilo claramente español, no lo es hacerlo de algo que diferencia a los mejores sastres españoles: su cuidada mano de obra. Esta es de una gran calidad, en algunos casos tan buena como la que más internacional, y muchos detalles que en sastrerías conocidas inglesas se rematan a máquina en España se hacen a mano. Basta coger una prenda de fuera de nuestras fronteras y ver su rematado, tanto de fuera como de dentro, para apreciar y dar valor a nuestra mejor sastrería nacional. Igualmente, de desmontar la prenda se observaría que las partes que quedan ocultas han sido tratadas de manera más cuidada que en muchas sastrerías admiradas a nivel mundial.  

Una lástima que nuestros sastres no hayan visto la importancia de internet y de las redes sociales para dar a conocer su trabajo. Para ejemplo, lo complicadísimo que resulta encontrar en internet fotos de prendas elaboradas por ellos. Pensemos también por un segundo en Reventún, Alonso o Calvo de Mora, claramente tres de los mejores sastres de España y me atrevería a decir de Europa. ¿Por qué mereciéndoselo no están en la lista de visita de los clientes de sastrería internacional? Sencillamente, porque aún habiendo hecho méritos de sobra con su aguja no son suficientemente conocidos. Y esto en cambio los sastres franceses lo vieron enseguida y para evitar quedarse rezagados de sus compañeros británicos e italianos decidieron hacer una apuesta clara por darse a conocer internacionalmente.

Si tener una de las celebres chaquetas safari de Cifonelli debería ser algo casi obligatorio para el amante de las cosas únicas, el disfrutar de un esmoquin de Manuel Calvo de Mora, más si se es español, debería estar en los primeros puestos de la lista de deseos. 

El Aristócrata

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