domingo, 1 de febrero de 2015

Los Pincipios de un Caballero

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Groucho Marx etiquetó su genialidad con célebres frases. Entre las que quedarán para la posteridad destaca “estos son mis principios y si no le gustan… tengo otros”. Lo cierto es que mucho se puede debatir sobre los principios, pero hemos de aceptar que éstos deberían ser: universales, reconocidos por la práctica totalidad de la humanidad y las directrices según las cuales los seres humanos nos dignificamos y auto-realizamos.
Tengo el convencimiento –y así lo hemos venido defendiendo- que ser una dama o un caballero es un proceso desde dentro hacia afuera. Una consecuencia de nuestra educación, la cultura que hemos adquirido y como expresión de nuestra humanidad. Por este motivo, hemos escrito sobre los valores y modales, atemporales y universales, en anteriores oportunidades. Ahora enumeramos los principios que rigen nuestras consciencias, provocan nuestros hábitos y nos convierte en una civilización evolucionada.
Los principios no pueden ser confundidos con el integrismo ni la intransigencia, porque todos ellos implican tanto a nuestra propia persona como en nuestra proyección hacia el exterior. El seguimiento de los principios provoca la confianza y el respeto del entorno.
Todo ser civilizado tiene valores que pueden o no coincidir con los de su prójimo, por ejemplo los valores de un misionero no coinciden con los del banquero pero sus principios debería ser idénticos, porque en el desarrollo de sus actividades ambos deberían ser honestos, rectos, íntegros… etc.
Los principios actúan algo así como los puntos cardinales de la rosa de los vientos que indefectiblemente guían a todo individuo de cualquier lugar del mundo hacia un mismo punto. Su sola mención provoca emociones inequívocamente honorables, sin embargo sus antónimos: injusticia, parcialidad, vileza… ¡¡pavor!!. Los principios también nos visten… por los pies.
Muchas gracias y buena suerte,
Diseño portada: Jorge San Luis Diseño carteles: Mónica Martí

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