En mayo de 2019 escribía sobre mi Holy Trinity de relojes, los tres relojes de mi colección que más valoraba. Y me citaba para más adelante hablar de los tres siguientes. Y es a lo que me dispongo esta semana.
Los coleccionistas cuentan con asesores que les aconsejan sobre los relojes a añadir, piezas que la hacen más completa o deseada. Yo, sin embargo, no entiendo la compra de un reloj como algo necesariamente razonado. Si no hay pasión, como casi todo en la vida, no hay disfrute. Obviamente por el alto precio de algunas piezas no debiese ser una elección repentina sino meditada. Pero en el resultado debiese entrar una variable de excitación que explique esa sonrisa que sale de la cara cada vez que lo ves en tu muñeca.
Aunque hay relojes de una gran belleza que pueden ser de pila, al menos para mi, nunca un reloj de pila debiera compartir espacio con esas piezas que dentro de ella albergan cientos de años de tradición y muchas horas de trabajo de los mejores artesanos. Por ello, dentro de la enorme variedad de marcas convendría centrarse en las muy pocas casas manufactura. Igual de importante resulta investigar sobre el movimiento del reloj. Es frecuente estar frente a una conocida marca que vende todos sus relojes como manufactura y comprobar como es un Valjoux el responsable de marcar la hora. No es que sea un mal movimiento pero si buscamos una colección premium deberíamos solo buscar relojes 100% manufactura.
Esto es algo que se aprende con el tiempo y que confirma el profundizar en uno de los sectores más apasionantes del lujo: la alta relojería. No significa que haya que desprenderse de esos relojes que hayamos podido comprar años atrás y que hoy sepamos que su valor es escaso. Seguro que el cariño que les tenemos justifica conservarlos y cuidarlos como a cualquier otro.
En el artículo del año pasado hablaba de los tres relojes preferidos de mi colección – que no obligatoriamente significa que sean mis relojes favoritos, pero sí mis tres mejores de mi pequeña colección. Echando un vistazo a esa colección hoy saco de ella los siguientes tres para presentároslos:
1-Jaeger-LeCoultre Grande Reverso Calendar en oro rosa. Cualquier amante de la verdadera relojería debería tener un reverso en su colección. La elegancia de esta famosa caja, su atemporalidad, su estatus, su charming y su legendaria historia hacen de él uno de los relojes más especiales de cuantos hoy existen. Dice la historia de la marca que a principios de la década de 1930, el revero nace de un desafío: el de diseñar un modelo, capaz de resistir los partidos de polo de los oficiales del Ejército Británico en la India. Al girar la caja, la esfera se oculta para revelar el reverso, que a su vez, protege la esfera de posibles golpes de mazo. Con un frontal atemporal enmarcado en sus tres emblemáticos gallones, el reverso tiene una estética art déco que acepta de buen grado tanto la esfera de la mujer como la del hombre. Pero este modelo de medidas de 30 milímetros x 48 de largo (de ahí la denominación “grande”) queda mejor en hombre que en mujer.
Aunque hoy prácticamente todo reloj puede vestirse tanto de sport como formal, este modelo gana de vestirlo con traje. El guilloche de la esfera es algo frecuente también en otro relojes de alta gama aunque las agujas en forma de espada son solo marca de la casa. Si no se tiene buena vista puede costar ver rápidamente el día en el que nos encontramos. No así el día de la semana o el mes que son más fáciles de visualizar. Al contrario que la mayoría de relojes que cuentan con calendario completo mensual, este no necesita de coronas adicionales para ajustarlo; es un pulsador lateral oculto en la caja el responsable del ajuste. Desde mi punto de vista siempre acertado pues consigue una línea más pura y mucho más limpia.
Y nada como estar pasándonoslo bien, querer olvidar la hora que es y darle la vuelta al reloj. Es entonces cuando a través de su cristal de zafiro se disfruta del calibre 843; calibre manual lo que es muy apreciado por los verdaderos amantes de la alta relojería. La fase lunar solo lo hace más bonito. Tuve ocasión de visitar la manufactura y disfrute muchísimo. El enclave, además, es maravilloso.
2-Glashütte Original Panomatic Lunar en acero. Reconozco que cuando veo a alguien con un Lange o un Glashütte me produce curiosidad saber más de él/ella. No suele ser gente del montón; esos prefieren las marcas fácilmente reconocibles por su entorno. No es nada frecuente, al menos en España, ver a alguien con alguna de estas dos marcas. Las marcas suizas acaparan prácticamente los gustos del mercado patrio y parece que siempre hay una mejor opción antes que hacerse con un reloj alemán. ¡Y qué equivocados estamos!. Hace ya bastantes años que compré este modelo y hoy sigue siendo uno de los relojes estrellas de la marca alemana.
Para los estándares actuales no es particularmente grande, 40mm, y es de las casas que más dan por menos; recordemos que mientras Lange ofrece sus relojes en oro, Glashütte también lo hace en acero. El estilo es muy limpio y carece de pulsadores laterales, algo que siempre me gusta. Su esfera es muy original y el día del mes lo da una ventana de generosas proporciones con dos dígitos independientes, algo que también encontramos en Lange. Su fase lunar es preciosa. Una pena que sus esferas no se hagan inhouse para dotar a la marca con un carácter, si cabe, más de manufactura. Por dentro su movimiento de tres cuartos platina, su doble cuello de cisne rotor esqueletizado y su masa oscilante de oro de 21 quilates se pueden apreciar a través de su cristal trasero de zafiro.
Su vestimenta es más formal que de sport, aunque con un conjunto mínimamente vestido seguro que también queda bien. Además, consigue algo siempre bienvenido: pasar desapercibido. Es la sencillez de la elegancia, pero una sencillez de lo más especial. No es una marca inversión, pero sí una marca de entendidos que no buscan llamar la atención y disfrutan sabiendo solo ellos el gran reloj que llevan sin importarles que nadie les pregunte por él. También he tenido la suerte de visitar la manufactura y bien merece la pena el viaje. Además, servirá a quien lo haga a entender la gran cultura relojera que hay no solo en el pueblo de Glashütte sino en toda la zona de Dresde.
3-Rolex Cosmograph Daytona en acero. Seguramente este tercer lugar, sexto si tenemos en cuenta que en el anterior capítulo hablábamos de los tres primeros, lo debiese ocupar uno de mis queridos Primero de Zenith, movimiento que por cierto montó el Daytona de Rolex muchos años. Mentiría si dijera que soy de los seguidores acérrimos de Rolex. Como creo que he dicho en alguna otra ocasión, resulta difícil poder considerar una marca que hace cerca del millón de relojes al año como una marca exclusiva. La exclusividad está reñida con la masificación. Y Rolex es una marca masiva. Igualmente, aunque se la reconozca como casa manufactura, el gran número de unidades que tienen que producir les impide tener una casa manufacturera a la vieja escuela; de ahí que sea difícil encontrar fotos de su factoría o poderla visitar. Seiko también hace la totalidad del reloj in-house y no por ello es una marca comparable a otras aquí tratadas (y ojo porque la serie Grand Seiko tiene cosas verdaderamente interesantes).
Dicho esto, es cierto que la calidad de los relojes Rolex está fuera de toda duda. Son relojes para todo uso y raro será que pase por taller como si hacen otras casas a priori más reputadas y caras. Además, solo Patek Philippe puede rivalizar con Rolex a la hora de ver revalorizarse ciertas unidades. Si se trata de comprar un reloj como inversión, o al menos con la idea de no perderle mucho dinero si se tuviera que vender, Rolex no conoce de competencia. Igualmente, la política de marketing de dar pocas unidades de ciertos modelos, hacen que relojes como el Daytona se revaloricen todos los años. Rara es la marca que una vez comprado el reloj cueste este más al mismo salir de la tienda que cuando estaba dentro.
Pero nada de esto tuvo que ver cuando me hice con él. Como muchos sabéis, soy un apasionado de los coches clásicos y del automovilismo en general y si hay un reloj unido ya por siempre a esa historia es el Daytona. Con 60 años de historia, el Daytona es, probablemente junto al Submariner, el reloj más mítico de marca. Ningún otro modelo, de cualquier casa, tiene la lista de espera ni el número de incondicionales que tiene este modelo. Dicho esto, si te gustan los coches parece que su conducción se saborea si cabe más de darte la hora un Daytona. El movimiento es a prueba de bombas, aunque en Rolex no deberán sentirse muy orgullosos de su belleza cuando siempre lo han ocultado con un fondo ciego.
Como dije tanto en el primer artículo como en este, estos son los relojes que más me gustan de cuantos tengo. Obviamente, de tener un tourbillon de Breguet o un Grande Sonnerie de Greubel Forsey ambos entrarían en la lista por la puerta grande. Pero para estos todavía toca esperar unos años.
No corren buenos tiempos para el comercio en general, y menos para la sastrería. La sastrería no deja de ser un capricho; un capricho que como tal es prescindible. Bastante difícil es hacer frente a las obligaciones diarias, como para en tiempos inciertos completar el armario con ropa que con bastante seguridad no necesitamos.
Esta semana un sastre muy buen amigo, un enorme sastre por cierto, me llamaba para decirme que cerraba, que no podía aguantar más. Reconozco que la pena se apoderó de mí. Es, y siempre será, uno de los profesionales de la aguja al que más respetaré y quizás por ello fue como si una parte de mi se apagara con la noticia. Después de superar el golpe pensé cómo era posible que, siendo el sastre de varios presidentes del IBEX e, incluso, el sastre escogido en los últimos tiempos por el Rey podía verse abocado a tal situación. El resumen es tan sencillo como que no entran nuevos pedidos y los que están listos para entregarse no son recogidos. A esto hay que añadir que, si no te enfrentas con frialdad a la realidad, esto es, si mantienes a toda tu plantilla sin EREs o ERTEs los gastos son los mismos que antes de la pandemia, pero los ingresos solo han disminuido.
Cuando colgué de hablar con él pensé que si esto le estaba pasando a mi gran amigo qué no estaría ocurriendo a compañeros suyos con menos clientes, sastres menos conocidos y no más formación profesional que la de la aguja. Al fin y al cabo, mi querido sastre estaba próximo a la jubilación y solo adelantaba unos años un bien ganado merecido descanso.
Un par de días después comía con otro sastre, pero este mucho más joven. Hablando de los tiempos que vivimos obviamente le pregunté por la marcha de su negocio. Y no pude más que alegrarme de su respuesta. Aún con cierta incertidumbre, este me comentaba que él estaba contento, que los clientes no habían dejado de venir, que seguía recibiendo a otros nuevos– la mayoría jóvenes – y que los números, de momento, cumplían con lo previsto.
Claramente, dos realidades muy diferentes. Pero, ¿qué ha hecho este último sastre diferente al primero y, me temo, que a la mayoría de sastres de España? Algo tan sencillo como no pensar en este mes y tener siempre la vista, no en el mes siguiente, sino en la década siguiente. Para ello, ha sido sastre en su taller pero también ha sido muchos otros perfiles fuera de ella. Se ha movido por hoteles ofreciendo sus servicios, ha luchado sin ayuda alguna para aparecer en las revistas del sector, ha hecho infinidad de actividades en su sastrería para clientes y no clientes, ha tenido a los blogs tanto nacionales como internacionales como multiplicadores de su producto, ha buscado a los jóvenes – sus clientes del futuro – hasta en los portales de sus casas, ha sido muy activo en las redes sociales, ha confeccionado pagándolo él mucha ropa para eventos o para personajes públicos con la esperanza de que en el futuro esto le revertiera algún rédito. Hasta me consta que a sabiendas que le costaría dinero se ha subido en un vuelo rumbo a Londres a probar a un nuevo cliente que solo quería una chaqueta… En otras palabras, ha sido, además de sastre, un gran comercial con vocación empresarial.
Y hablando de buenos comerciales, me viene a la cabeza las últimas noticias que sobre la pandemia he leído referente a los sastres ingleses e italianos. O mejor dicho a los sastres de Londres, Milán y Nápoles. Y la situación no puede ser, también en este caso, más diferente. Si los sastres de Savile Row están aguantando el tirón, sus homólogos italianos están sufriendo mucho por subsistir.
Londres es una enorme ciudad con un poderío económico muy superior al de las ciudades italianas. En Londres no solo habitan ciudadanos británicos sino de medio mundo, siendo estos suficientes para mantener las sastrerías ocupadas. Con seguridad también estas estarán perdiendo pedidos de clientes internacionales que ahora no pueden viajar y están residiendo en el extranjero. Pero, la clientela, tanto nacional como internacional, que vive en Londres es tan grande que pueden esperar a que pase la maldita pandemia sin necesidad de verse abocados a cerrar sus sastrerías.
Sin embargo, la situación de Milán y Nápoles es bien diferente. El 85% de la clientela de estas sastrerías es internacional y con esta sin poder viajar su realidad es bastante dramática. El número de sastrerías en Nápoles por ciudadano es el más elevado del mundo. Allí hay todo tipo de sastres: buenos y regulares, caros y baratos. Pero tanto unos como otros vivían en su mayoría del cliente internacional y este ya no pasea por sus calles. No obstante, unos pocos sastres pensaban en su vida dentro también de diez años y han viajado antes de la pandemia yendo ellos a buscar cliente y no esperando que el turista sartorial entrase en su sastrería. Serán estos los que en cuanto puedan viajar retomen su vida y sus viajes. Mientras, los que disfrutaron sin hacer mucho de la popularidad de la sastrería napolitana viendo como los clientes entraban a su sastrería tendrán que replantearse su futuro.
Mi opinión es que hasta que no haya vacuna la situación no va a mejorar, es más, me temo que en el tema que nos ocupa la situación solo hará que empeorar. Ojalá me equivoque, pero no creo que la vacuna llegue, al menos no de manera masiva, antes de 2022. Es decir, queda al menos queda un largo año de travesía por el desierto. Y cuando esto pase habrá que ver cómo de mermadas están las finanzas del personal.
Los que tengáis buena memoria recordareis el artículo que escribí hace cinco meses durante la primera ola sobre las medidas que yo tomaría de ser sastre para afrontarla. Mi segundo sastre, el previsor y el que se despertaba todos los días pensando qué debería hacer ese día para seguir ejerciendo el oficio dentro de diez años, aplicó varias de ellas. Del resto no lo sé o no me consta. Mejor sería que no me constara pues vienen probablemente los meses más duros a los que se va a enfrentar esta entrañable profesión y el que no se haya preparado para ello no va a sobrevivir.