Hace más de un año que no actualizo la pestaña de “lifestyle” contándoos cómo fueron mis conferencias. Pero lo cierto es que raro ha sido el mes donde no haya compartido con los amantes del buen vestir mi punto de vista sobre el mismo.
En los últimos doce meses además de en Sevilla, Granada, Santiago, Coruña y Barcelona he participado en varias charlas en Madrid, ciudad donde hoy por hoy hay más adeptos a lo hecho a medida. Desde encuentros con los miembros de YPO, con clientes de boutiques de lujo o con amantes del bespoke en Clubs Privados, el año ha sido de lo más interesante. El año podría haber dado mucho más de sí, pero desde hace ya varios solo acudo a aquello que de verdad me interesa. A tenor de lo que nos espera en abril, charla en el Círculo Ecuestre de Barcelona sobre el cambio de tendencias en el vestir del ejecutivo y un simposio sobre el chaqué y el frac en un conocido hotel de Madrid, parece que queda patente el gran interés que hoy despierta en nuestro país la moda que aquí siempre hemos defendido: la atemporal y hecha artesanalmente; concepto muy diferente al de “pasado de moda”.
Hasta no hace tanto tiempo ir al sastre era más una necesidad que una opción, algo que empezó a cambiar con la llegada de la confección industrial. A partir de entonces visitar al sastre dejó de ser una obligación para convertirse en una opción relativamente inusual. Si en los años setenta sastres como Collado o los hermanos Mogrovejo vestían a lo más granado y entendido de la alta sociedad española, a partir de los noventa las marcas de moda de lujo se responsabilizan de los trajes de los personajes sociales más conocidos. Sin embargo, desde algunos años atrás esta situación ha dado un vuelco importante y las casas de ropa empiezan a dejar su lugar a nombres cuyo trabajo no se reconoce por un logo o unas iniciales sino por una hechura personalizada y por ciertos detalles de mano de obra marca de la casa.
Hoy, míticas sastrerías como Caraceni o Rubinacci vuelven a ser las que se encuentran detrás de los trajes de quienes durante años sucumbieron a las acertadas campañas de marketing de las marcas de ropa más exclusivas; que no por ello necesariamente elegantes. Quizás esta sea una de las razones por las que empresas como Dolce & Gabbana o Gucci empezaran unos años atrás a ofrecer también a sus clientes un servicio a medida; servicio, todo sea dicho, con resultados de lo más dispares. No deja de ser sorprendente que incluso futbolistas, gremio que no se caracteriza precisamente por su buen gusto en el vestir, hayan recientemente descubierto las enormes ventajas estéticas, y de estatus, de los trajes de sastre. Difícil sería recordar la elegancia de los actores de los años 30 y 40 - David Niven, Cary Grant, Gary Cooper y un largo etcétera – sin la ayuda que les brindaron las mejores agujas del momento, algo que también empieza a calar en algunos actores internacionales (a los nacionales, salvo honrosas excepciones, parece que todavía no les ha llegado el momento).
Algunos sastres experimentan hoy una situación similar a la que vivieron los mejores cocineros hace quince años. Si aquellos dejaron de ser solo grandes cocineros para convertirse en estrellas que llenaban auditorios y portadas de revistas, los mejores sastres son ahora personajes populares que comparten fiestas y protagonismo con sus clientes más relevantes. Al igual que hoy los restaurantes estrellas Michelin se llenan de clientes de las más variadas y lejanas procedencias, las sastrerías más reputadas de Inglaterra, Francia o Italia ven como clientes rusos, americanos o asiáticos recorren miles de kilómetros para no fallar a la prueba de su traje. Si los cocineros más conocidos abren restaurantes con su nombre por medio mundo, los sastres viajan varias veces al año a las ciudades de sus clientes e incluso cuentan con espacios fuera de su país para facilitar el proceso de elección de tejidos y pruebas.
Y en mucho de esto tiene la culpa internet. Hoy internet, y más concretamente ciertos blogs, han llevado el nombre de legendarias sastrerías al conocimiento de medio mundo. Como bien apunta Lorenzo Cifonelli en el video que podéis visualizar en el margen derecho (a partir del minuto 7.20), lo bloggers han internacionalizado su sastrería y a ellos debe el enorme repunte de su sastrería y el que tenga hoy viaje por medio mundo atendiendo a sus clientes.
Rara es la sastrería de prestigio que en fechas como Navidad no organice una fiesta donde acuden desde celebridades hasta sus clientes más fieles. Es un buen momento para identificarse y sentirse perteneciente a un grupo reducido y muy escogido. De hecho, algunos de estos sastres han ido más allá y han creado un Club alrededor del cual se celebran charlas de los temas más diversos, actividades deportivas y acciones sociales que sirven para acercarles la marca. A otros, como es el caso de Rubinacci, no le importa organizar la logística de tu desplazamiento a la ciudad de Nápoles, hospedarte en la mansión familiar y poner a tu disposición desde entradas para la ópera hasta reservados en los restaurantes más conocidos de la ciudad. Si la guía Michelin convirtió a cocineros en chefs, internet y las redes sociales han transformado a los mejores sastres en empresarios.
En el próximo capítulo hablaremos de cinco sastres, todos ellos internacionales, a cuyas tijeras se entregan hoy los paladares más exigentes y los bolsillos más pudientes; cinco sastres que bien podrían albergar las estrellas Michelin de la más exquisita elegancia atemporal.
El Aristócrata