martes, 26 de octubre de 2021

VESTIR PARA TRABAJAR DESDE CASA


Trabajar desde casa cada día será más frecuente. Probablemente no toda la semana, pero todo parece indicar que algún día, sino con el tiempo varios, trasladarán su lugar de trabajo de la oficina a casa. La pandemia ha demostrado que no son pocos los trabajos que pueden desempeñarse prácticamente con la misma precisión desde casa que desde la oficina con el correspondiente bienestar que esto puede suponer a muchos trabajadores.

Aunque sigo pensando que la inmediatez que da el estar todos juntos físicamente en un mismo lugar es difícil de suplir por reuniones telemáticas, lo cierto es que el trabajar días desde casa es uno de los cambios que ha llegado para quedarse. Con esta realidad sobre la mesa, probablemente todos hayamos sido testigos durante el confinamiento de cómo no eran pocos los que enfrentaban las reuniones telemáticas con atuendos más propios de una tarde de sábado que de un día laboral.

Este es seguramente uno de los mayores retos a los que se enfrenta hoy, por ejemplo, la sastrería. Vistiéndose cada vez menos de traje en la oficina y prescindiéndose incluso de la chaqueta en las reuniones que se mantienen/mantendrán desde casa, la demanda de sus servicios solo puede con el tiempo disminuir. Clave será como vistan los máximos directivos de cada empresa, despacho u estudio, pues así será también como terminen vistiendo los niveles inferiores. Parece lógico pensar que si el consejero delegado de tu empresa mantiene los Zoom, Teams etc con chaqueta, los participantes en las mismas también la lleven. Obviamente, menos probable será que lo hagan si ven que las reuniones se repiten sin que su máximo representante haga uso de ella.

El problema no radica en la ausencia de la chaqueta, el verdadero problema lo encontramos en el hecho de que si no se tiene un mínimo gusto y tacto para vestir en estas nuevas reuniones cualquier cosa es posible, desde un correcto jersey hasta incluso, sobre todo en los meses de calor, una informal camiseta. Aunque en el foro que nos encontramos nos parezca lógico, resulta fundamental al levantarse asearse como si se fuera a la oficina. Ducha y el correspondiente afeitado son obligatorios; independientemente de que se vaya o no interactuar con más gente a lo largo del día. Esto es ya no solo una cuestión de higiene sino también de prepararnos mentalmente para el día de trabajo. De quedarnos en pijama o sin afeitar nuestra predisposición para el trabajo no será igual. 

Claramente hay que diferenciar la ropa que vestimos trabajando en casa de la que nos acompaña también en ella durante el resto del día; así también psicológicamente nuestra mente se preparará para afrontar un día de asueto o de trabajo. Igual de importante, es intentar pasar nuestras “horas de oficina” en un lugar que solo se utilice, en la medida de lo posible, para este propósito. De esta manera se estará estaremos concentrados al mismo traspasar la puerta de esa dependencia. Salir de esta habitación para comer parece ser algo también importante a tener en cuenta. 

Entrando ya en materia, no valen ni camisetas ni sudaderas. La camisa resulta obligatoria.  Una camisa Oxford parece una de las mejores opciones con las que afrontar ese día de teletrabajo. Su tejido, si es de calidad, es confortable y de escogerse en azul, con un pequeño cuadro vichy o de finas rayas se podrá con ella mantener muchas reuniones digitales o, de ser conveniente, poderla hacer acompañar rápidamente de una chaqueta. 

La siguiente prenda que nos preparará mentalmente para el día de teletrabajo serán los zapatos. Aunque nadie en principio los vaya a ver, vestir un zapato alejado de las zapatillas de casa o, incluso, de unas cómodas zapatillas de paseo es recomendable. Que nadie me malinterprete. No se trata de vestir los oxfords de cordones que vestiríamos con traje, pero sí un zapato que nos recuerde que estamos en casa, pero en horario laboral. Por ejemplo, unos mocasines desestructurados, además de ser elegantes son francamente cómodos y suficientemente vestidos para vestir los pies durante dicho horario. 

Aunque con los meses que tenemos por delante ya no será necesario, en invierno aún estando en casa se agradece una prenda de abrigo sobre la camisa. Sabiendo que las sudaderas son cómodas, pero no aptas para responder a una llamada no programada, los jerséis o, incluso mejor, los chalecos o los cárdigan parecen ser la alternativa más confortable con la que sentarnos delante de la mesa de trabajo. De haber escogido la camisa en un azul claro y el cárdigan en azul marino habremos conseguido además de una combinación cómoda también una acertada. Los chalecos, por su parte, tienen ese plus de añadir una enorme comodidad y libertad de movimientos, más si se trata de interactuar con un teclado o con un folio y una pluma. 

Si bien el siempre elegante Gay Talese no afronta desde su casa ninguna jornada de trabajo sin su traje y corbata, es entendible que de no tener esa elegancia innata ambos se queden en el armario hasta que toque enfrentar una reunión presencial. Si pudiera resultarnos forzado vestir de chaqueta en casa, algo comprensible, en España tenemos la enorme suerte de contar con la Teba, prenda de enorme comodidad y ligereza. Si se prefiere, siempre se puede optar por las conocidas “overshirts”, hoy, además, más de moda que nunca. Sin sustituir a la chaqueta, visten más que solo la camisa, mandando un mensaje en las video call de estar vestidos para la ocasión. Estas, al igual que la misma Teba, se pueden vestir desabotonadas con un mensaje de relajamiento o abotonada si se busca el efecto contrario. 

Los pantalones difícilmente se verán, pero al igual que con los zapatos, debemos buscar que sean cómodos pues van a acompañarnos todo el día. Vestidos torso y pies parece natural que el pantalón combine con ambos. Los chinos, y por qué no también los vaqueros con corte chino, resultan posibilidades acertadas. Sobra decir que ni los estrechos de cintura ni los tipo pitillo parecen buenas opciones pues con el paso de las horas sobre la silla terminarán incordiando. 

Se prefiera un estilo más relajado o más formal parece conveniente que de trabajar desde casa se vistiera con cierto decoro y teniendo en cuenta que no estamos en casa con los amigos compartiendo risas y cervezas. Además, nuestros interlocutores se merecen siempre nuestro respeto; y la ropa muchas veces no es más que eso: una muestra de respeto con aquellos que compartimos nuestro tiempo. 

El Aristócrata

martes, 5 de octubre de 2021

LA MEJOR CHAQUETA PARA BAJOS O CON SOBREPESO


“Soy bajo por eso nunca visto trajes cruzados!”. “Estoy gordo, los chalecos para cuando adelgace”. “¿Una chaqueta a cuadros con este cuerpo?, sería el hazmerreír de mis amigos” y muchas más afirmaciones que se repiten constantemente sin tener base alguna. 

Empecemos por el pensamiento más extendido: “los bajos deberían mantenerse alejados de las chaquetas cruzadas”. Nada cierto ya que clave no está tanto en que sea un modelo cruzado sino en su corte y, por supuesto, en su estampado. La clave: aparentar ser más delgado para así también parecer más alto. 

Lo primero es asegurarse que la chaqueta no quede larga, ni por el faldón ni por las mangas. Con cubrir el trasero será suficiente. Las mangas deberán mostrar los puños de la camisa. Si esto es un detalle recomendable para todos, para los bajos lo es todavía más pues de esta forma no acentuarán su reducida complexión. No deberá abotonar por debajo de la cintura y si estamos delgados debemos intentar resaltar nuestra silueta entallando la chaqueta. Las hombreras son otro aliado para las personas de reducida estatura ya que ayudan a alargar la figura y son bienvenidas para sacar lo máximo de un cuerpo contenido. No obstante, se prescindirá de ellas si la cabeza es relativamente achatada. 

Abotonada la chaqueta esta empezará a abrirse desde la misma cintura y no más abajo consiguiendo así una mayor verticalidad. Conveniente optar por chaquetas con un solo botón o en su defecto por dos. No obstante, también se podrá elegir chaquetas de tres botones, pero solo aquellas donde el botón superior sea de mero adorno y no se pretenda abotonar (las denominadas 3 para dos). El corte de estas chaquetas hace que las solapas se alarguen mas y se junten más abajo que en las chaquetas de tres botones. Mejor sin aberturas traseras que con ellas. 

Hay detalles pequeños que también conviene prestar atención. Por ejemplo, el cosido del ojal de la solapa debe estar a mayor estatura de lo normal, el bolsillo del pecho mejor en una posición algo más alta de lo acostumbrado y los bolsillos laterales ligeramente más bajos. Ocualtar las solapas de los bolsillos laterales por dentro de dichos bolsillos aumenta la verticalidad de todo conjunto.

El traje entero les favorece más que una chaqueta y un pantalón suelto. Esto es así porque ambas prendas dividen el cuerpo en dos partes muy diferenciadas y comprometerían la verticalidad. Por el mismo motivo tampoco es recomendable el uso del cinturón, mejor los tirantes o en su defecto por pletinas. Al vestir chaquetas de sport no queda otra que optar por un pantalón de tela diferente. En este caso, las chaquetas mejor de no tener cuadros o estampados marcados. Las lisas representan la mejor alternativa. Algo que aplicaría también a los pantalones de sport. 

En cuanto a vestir chaquetas cruzadas es cierto que sus múltiples botones, así como las líneas horizontales que se forman al cruzar ambos lados de la chaqueta transmiten la sensación de una persona más baja o ancha. Dicho esto, de no quererse privar del placer de vestir una chaqueta cruzada, conviene que los botones estén más altos y juntos que en las chaquetas cruzadas estándar. (observar la foto de abajo). Mejor de cuatro que de seis. 

Los estampados son casi igual de importantes que el tipo de corte. Las líneas horizontales o los diseños a cuadros, como los POW, ensanchan la figura y, por lo tanto, también la reducen. Por el contrario, las líneas verticales alargan la figura consiguiendo la imagen de un cuerpo más esbelto. Los colores sólidos en los trajes con la apuesta más segura pues estilizan la figura pareciendo más altos. Los oscuro más convenientes que los claros. Y pareciendo más altos también aparentaremos estar más delgados. 

El Aristócrata

martes, 14 de septiembre de 2021

EL FRAC


Aunque este conjunto esté en desuso es parte de la historia de la vestimenta reciente y conocer su correcto uso y las prendas que lo componen resulta importante para cualquier seguidor del buen vestir.

Los orígenes del protocolo de la vestimenta del hombre datan de finales del final el Siglo XVIII cuando la alta sociedad empezó a dejar de lado la vestimenta ostentosa de la época (puñetas, bombachos, excesivo color, piedras preciosas por botones etc.). Los colores oscuros y cierta discreción toman su lugar apoyados por el estilo minimalista del dandi de Periodo de Regencia: Beau Brummell. Solo unos años después, el negro y el blanco eran ya los colores obligados de la clase alta inglesa. 

El frac fue desde prácticamente sus orígenes, 1820, y hasta pasada la I Guerra Mundial el atuendo formal por excelencia y necesario de vestir en cualquier acontecimiento celebrado después de las seis de la tarde. Su larga levita, así como la del chaqué, hablaba de la formalidad de la prenda. Sin embargo, al contrario de este, el frac estaba reservado para vestirse en ausencia de luz solar. Como se explico largo y tendido en el “Manual del Perfecto Caballero”, a partir de los años 20 el frac va dejando su espacio progresivamente a vestimentas más relajadas y el hasta entonces considerado informal esmoquin empieza a tomar su sitio en las celebraciones nocturnas. El chaqué por su lado también pierde el sitio privilegiado del que gozó por las mañanas y empieza a quedar reservados a ocasiones altamente formales o, como ocurre hoy en día, a vestir al novio en el día de su boda.

Aunque la vestimenta del frac sea ya testimonial todavía (como dato histórico apuntar que el último presidente en vestir el día de su “puesta de largo” chaqué por la mañana y durante la cena el hasta entonces obligado frac fue John F. Kennedy en 1961) hay ocasiones donde su vestimenta es muy bien recibida. No obstante, sea por la ignorancia que existe sobre las prendas de etiqueta o por el poco uso, la realidad es que muchos de los fracs que hoy vemos se alejan bastante del concepto más purista de esta bella prenda. De tener la suerte de ser invitados a una celebración en que se recomiende su uso se debe tener en cuenta los siguientes puntos relativos a las prendas que lo forman:

* La levitaDel mismo color negro que el pantalón se permite desde los años 20 optar por el conocido como “azul medianoche”. Aunque la chaqueta da la sensación de ser del tipo cruzada, la realidad es que es imposible de abotonar y siempre permanece abierta, de ahí que un corte acorde con el físico de quien la vista sea de extremada importancia para evitar que se mueva. Seis botones, tres a cada lado, se apreciarán en su frontal y las solapas terminarán en punta. Estas última serán de seda satinada o en grosgrain. La levita permitirá que se vea mínimamente el puño de la camisa y habrá que asegurarse de que su cuello oculta la banda de la corbata de lazo, pero dejando ver la parte más superior trasera del cuello de la camisa. Tampoco el botón encargado de unir el cuello diplomático a la camisa debería apreciarse. Por su parte trasera llegará hasta las rodillas y contará solo con una abertura trasera. Un ojal en la solapa izquierda, así como una pequeña lazadera en el interior de para mantener el rabillo de la flor en su sitio es obligatorio. La lana sigue siendo el tejido estrella. Carece de bolsillos y los botones, tanto los frontales como lo de las mangas, cuatro, aparecen forrados. Dicho forrado debería hacerse con la misma seda que las vistas de las solapas. De ver un frac con botones negros de cuerno es probable que se trate de un frac anterior a 1950.  

* El pantalón. Del mismo color y tejido que la levita se diferencian del pantalón de esmoquin por sus dos costuras laterales de seda o grosgain – se elegirá conforme sea la seda de las solapas. Dicho esto, también es frecuente encontrar una sola costura aunque más ancha que la del esmoquin. La clave del pantalón radica en la altura del talle, el cual se antoja alto para asegurarse que su cintura queda oculta tras el chaleco. No llevarán pasador para el cinturón y su lugar lo tomarán los obligados tirantes, tirantes que se unirán al pantalón por los botones interiores cosidos con dicha finalidad. Para acentuar su carácter formal no llevarán vuelta. Aunque hasta los años 20 el pantalón del frac no llevaba raya, hoy son muy comunes. 

* La camisa. Fácilmente reconocible por su cuello diplomático. En su pechera se aprecia la típica terminación en piqué. No obstante, también puede ser de lino o algodón sin piqué. Lo que si es importante es que su frontal sea de un peso considerable y de terminación algo “acartonada” para evitar que se doble y así mantener el aspecto más esbelto de su dueño. Aunque algunas camisas de frac llevan puño doble, lo más correcto es que sea del tipo sencillo valiéndose de gemelos para abotonarse. Sólo el color blanco es el permitido. Sus puños serán de lino o algodón tanto lisos como en la misma terminación piqué del frontal de la camisa. Una lazadera en la parte trasera del cuello para pasar la corbata de lazo se antoja necesario. Las mejores camisas llevan al menos una lazadera en su parte baja para unirla al pantalón y evitar que se pueda terminar saliendo del pantalón. 

* El chaleco. De corte más corto que el de cualquier otro chaleco, debe tapar la cintura del pantalón. Con solapas, en su estampado se aprecia el mismo piqué que en la camisa. Quizás el punto más importante en el que fijarse es en su longitud. Nunca debería sobresalir por debajo de los frontales de la levita, algo tristemente hoy muy frecuente. De hilera sencilla o cruzada, se aprecia su frontal tiene forma “V” lo suficientemente abierta como para apreciar gran parte de la camisa. El de hilera sencilla suele llevar tres botones, mientras que el cruzado lleva cuatro. Dichos botones pueden estar forrados en la misma tela que el propio chaleco o ser de madre perla. Aunque el blanco sigue siendo el color más frecuente, el crema y el marfil también son opciones válidas. La espalda se deja libre cerrándose con dos botones. Una lazadera elástica servirá para unir chaleco con pantalón. 

* La corbata de lazo. Blanca, de algodón y también en la misma terminación piqué del chaleco debe anudarse manualmente. “Only the self-tied bow tie is acceptable as pre-tied bow ties are considered tacky and insulting to the formal nature of white tie”. - Esquire 1937. El nudo es del tipo murcielago o semi-mariposa. Importante que la corbata de lazo quede por fuera de los picos del cuello de la camisa. 

* El calzado. Nada como las conocidas como “opera pumps” en terminación charol para estar a la altura de tan magnificente conjunto. Un oxford liso también en terminación charol también es una opción aceptada. Calcetines de seda negros 100% son el mejor acompañamiento para este conjunto. 

* Los complementos:

o Gemelos y botones. Los gemelos más extendidos son los fabricados en madre perla. Este material debería ser el mismo que el utilizado en la botonadura de la camisa y el chaleco, coincidiendo también en color con los de la camisa.  Plata, oro blanco o platino son los materiales preciosos que mejor combinan con el mensaje de este atuendo tan formal. El oro amarillo debería mantenerse lejos de este conjunto.

o Tirantes.  Aunque nunca se vean, serán de seda blanca, tanto el cuerpo principal como las lazaderas con las que sujetar el pantalón. 

o Sombrero. De tipo copa, forrado en seda natural negra o en su defecto de castor. Al igual que ocurre con el chaqué se debería estar muy familiarizado con su uso para no ensombrecer un buen frac. 

o Pañuelo de bolsillo. Su elección no es obligatoria, aunque un pañuelo blanco de lino siempre aportará un plus a la elegancia del conjunto. No obstante, en los fracs del S. XIX la norma era que el frac no llevara ningún bolsillo, ni tan siquiera el de pecho, de ahí que muchos amantes, y entendidos, de este conjunto dejen ese bolsillo huérfano de pañuelo introduciéndolo en un bolsillo interior junto a sus guantes. De escoger un clavel o una gardenia ambas deberían ser también blancas. 

o Reloj. Al igual que con el esmoquin, mejor dejarlo en casa. Si el esmoquin se viste en ocasiones tan alegres que carece de sentido mirar el reloj, el frac se escoge en ocasiones tan formales en las que chequear la hora tampoco tiene mucho sentido. No obstante, de querer llevar reloj este debe ser del tipo bolsillo y de plata, platino u oro blanco. 

o Guantes. Pudieran recargar el conjunto, pero de vestirse que sean blancos y de fina piel o de ante. Lo mismo ocurre con la bufanda, mejor sin ella. Rara será la ocasión que de tener que asistir a un acto en el que se requiera frac se acuda a pie. No obstante, de necesitarse se usará la misma que con el esmoquin: blanca o marfil de seda o cachemira y con flecos en los extremos. 

o Abrigo. Nada como un buen Cherterfield o una capa española. 

Ni que decir que hacerse con un buen frac pasa no solo por acudir al sastre, sino por acudir a uno muy experimentado en la elaboración de esta pieza.

El Aristócrata

martes, 24 de agosto de 2021

LA GUÍA DEFINITIVA DEL CALZADO


A todos nos gustan los zapatos. A unos los de hebilla, a otros los de cordones y a otros, quizás, los botines. De hecho, aunque no tengamos ninguno a medida es posible que a lo largo de nuestra vida hayamos invertido más en ellos que en cualquier otra prenda de nuestro armario, incluido trajes a medida. 

Dicho esto, lo cierto es que es difícil decidirse por solo un modelo, mucho más todavía cuando sientes debilidad por ellos. Además, cada zapato combina con un conjunto y mejor en unas ocasiones que en otras. Por ello, qué mejor que hacernos con todos sabiendo que todos, sin excepción, también tienen su momento y su lugar.

- La bota ChelseaTodos los zapatos pueden vestirse con prácticamente cualquier conjunto, pero otra cosa es que se deban. Así pues, esta bota podríamos verla incluso acompañando al traje, aunque, no obstante, no es algo correcto o, mejor dicho, existen opciones más acertadas. La bota Chelsea creada por el zapatero de la Reina Victoria, J. Sparkes-Hall, se hizo particularmente conocida en la zona Chelsea de Londres durante los años 50 y 60 cuando los pies de los mods, los Beatles y los Rolling vestían este modelo en su día a día. Como casi todo en la vestimenta del hombre, el que esta bota sea considerada como un zapato de sport tiene su porqué. Y este no es otro que fue inventada para usarse al igual que el mocasín, es decir, dentro de casa. Para conseguir vestirse de manera rápida y sencilla se suprimen los cordones y se añade, además de unos elásticos laterales, un tirador en su parte trasera para con él introducir los pies más rápidamente. Por todo esto su uso es muy similar al que se debería dar a los mocasines; sin corbata alguna de por medio. 

- El mocasín. Hoy el zapato de sport por excelencia. Para nada más feo que un Oxford o un Derby pero sí de uso diferente. Creado para combatir los fríos suelos de las casas de campo inglesas y pensado inicialmente como zapato para no salir con él de casa, salió de esta en los pies de los estudiantes de los años 40 de la Ivy League. Pero los amantes de la historia saben que fue Noruega y, en concreto, sus pescadores los verdaderos responsables de popularizar este modelo. Fue a principios de 1900 cuando se empiezan a producir los zapatos conocidos como Aurland (por el nombre del pueblo donde fueron fotografiados dichos pescadores con ellos). También escritores como Hemingway o Scott Fitzgerald los pusieron de moda desde París. Si bien esos primeros mocasines eran más parecidos a las slippers, el zapatero de Maine, Bass, les añadió en los años 30 una tira de cuero en el empeine para hacerlos más resistentes adquiriendo el aspecto por todos conocidos hoy. Unos años después, en los 50, la casa Alden incorpora como respuesta a la petición de Paul Lukas un juego de borlas colgando de dicho empeine. Hoy no hay casa de prestigio que no incorpore en su oferta al menos un modelo de mocasín habiendo muchos de preciosa factura. Prohibidos con traje, por mucho que todavía se vean, con chinos o vaqueros son una de las mejores opciones con las que disfrutar del tiempo libre. Incluso, algunos modelos como los Tassel se pueden vestir con un buen conjunto de dos piezas. Su gran comodidad, más de escoger ciertas pieles les permite rivalizar con prácticamente cualquier zapatilla de paseo en los atuendos más de sport. Aunque los hay con suela de goma, la suela de piel siempre es más elegante. 

- El doble hebillaSiendo el zapato más  reciente en lo que se refiere a su incorporación al árbol de los zapatos formales – los que se pueden vestir con traje -, lo cierto es que también pudieran ser los más viejos de la lista. Muchos años antes de Cristo. Si los primeros monjes vestían sandalias, con los años cambiaron estas por un zapato muy parecido, pero ya sin tiras y que cubría enteramente el pie hasta el empeine. Este lo cerraban con una hebilla y de usar dos, entonces la sandalia cerraba a la altura del tobillo. Verdaderamente eran como fundas para los pies sin apenas construcción. Hasta la suela se confeccionaba con la misma piel que el resto del zapato. Tanto el de hebilla simple como el de doble de aquella época nada tienen que ver con los que hoy vestimos. Los actuales están cosidos y usan las mimas pieles que los oxfords o los derbys. Si no todas, muchas casas, tanto tradicionales como modernas, ofrecen modelos con hebilla; algunos de gran factura. No obstante, los modelos que mejor han envejecido y que más han influido en los llegados en los últimos años han sido el John Lobb William y el Edward Green Westiminster, dos modelos obligatorios para los amantes de los zapatos de hebilla. Si parece claro que el mocasín requiere vestirse de sport y el Oxford liso formal con traje, sobre el monk la doctrina no es pacífica. Si en la mayor parte de los países europeos se considera este zapato como menos formal que el Oxford pero mas que el derby, en Inglaterra, sobre todo en los círculos más conservadores, el zapato de hebilla, particularmente el de dos, se sitúa en formalidad incluso por debajo del derby. De hecho, imposible será imaginar estos zapatos acompañando al traje de no ser los zapatos de color negro. Por la ya de por sí fuerte personalidad de este zapato, recargarlo con algún otro detalle, por ejemplo, un brogueado, pudiera resultar excesivo. Aunque cierto que un estiloso doble hebilla quedará muy acertado con traje, quizás incluso lo haría mejor con un estiloso  conjunto informal, más de ser marrón. 

- El derby. Zapato en pleno retroceso. Si antes era hasta más corriente que el Oxford, por su mayor versatilidad, hoy se ha quedado a mitad de camino entre este y los modelos más informales. Aunque se puede seguir viendo en los pies de los verdaderos amantes de la alta zapatería y en los conjuntos más extendidos de campo, lo cierto es que su uso es cada vez menor. Menos formal que el Oxford– años atrás solo apto para ocasiones de sport - se puede vestir indistintamente tanto con traje como con un conjunto de dos piezas o uno, si cabe, todavía más informal. Las claves, entre otras, estará en su color, el tipo de suela y la piel escogida. Sus orígenes datan de las guerras napoleónicas, cuando los soldados escogían este tipo de cierre para poder ajustar sus botas lo máximo posible al pie. Con el tiempo, como ocurrió con otras muchas prendas que nacieron en el campo de batalla, lo que era una necesidad para los soldados se convirtió en un detalle estético en las principales capitales europeas. En 1872 aparece el primer artículo sobre el zapato donde St Crispin lo define como: “The Derby or new tie shoe. Better than the Oxonian as the seam is not near the tender part of the foot. Especially good in Summer, allows the foot to swell”. Al igual que con el modelo oxford, el derby puede decorarse con diferentes tipos de brogueado y como ocurre con aquel, cuanto más dibujado esté el zapato menos formal será y viceversa. Aunque escuchemos hablar de derby o blucher indistintamente son modelos diferentes. Mientras en el derby la carrilera se extiende por todo el lateral del zapato, en el blucher están cosidas para poder alojar solo a los cordones y, por tanto, son de un tamaño mucho más reducido. Hoy el modelo derby goza de popularidad entre un cierto público apegado a las modas del momento. No obstante, estos modelos de suelas gruesas de goma, pieles brillante etc. nada tienen que ver con los derbys a los que aquí rendimos homenaje. 

- El Oxford. Zapato formal por excelencia. Válido con casi todo, sobre todo de jugar con determinados brogueados, desde acompañar a un frac a, de ser de color chocolate y brogueado, unos jeans. Modelo que en 1860 empezó como zapato para el tiempo libre – recordemos que eran años donde las botas bajas y altas acompañaban al sombrero de copa -, se ha convertido en el zapato más serio que poder escoger; solo por detrás de las botas Balmoral. El que pasaran de tener solo un pequeño hueco en el armario de verano a su actual popularidad se debe en parte a los estudiantes de Oxford quienes lo convirtieron en su zapato del día a día. Aunque el derdy sea apreciado por su versatilidad, cierto también es que la línea que el Oxford dibuja en el pie consigue una imagen más fina y estética del pie. Sin embargo, como hemos apuntado, puede vestirse con conjuntos alejados del traje, lo cierto es que para aquellos encontramos mejores opciones y ninguna mejor que el Oxford para el traje. Tanto con trajes lisos, diplomáticos etc. el Oxford negro manda un mensaje de formalidad y seriedad de quien lo ha escogido. De tratarse de trajes menos serios o de colores alejados al azul más oscuro, tanto los modelos full como semi-brogue añadirán una nota relajada a todo el conjunto. Un fino cosido en el comienzo de los dedos (toe cap) no resta formalidad al Oxford liso y sí, por el contrario, lo separa de tantos otros de ínfima calidad y aspecto. Aunque con esmoquin las opera pumps son el calzado a escoger, en su defecto el Oxford, esta vez sí totalmente liso y en terminación brillante, será el zapato a vestir. 

- Las slippers. Parece lógico pensar que si contamos con múltiples modelos para vestir en el trabajo y en nuestro tiempo libre, en casa, lugar donde también pasamos mucho tiempo, tengamos al menos un par específico para ella. Aunque el hombre desde que es hombre ha protegido sus pies al caminar - en los primeros tiempos con pieles de animales - también siempre ha buscado con su ropa beneficiar su aspecto exterior o mandar mensajes de poder o posición social. Y las slippers ayudaban con ese objetivo. Además de proteger los pies en casa, ya en las primeras slippers se bordaban grabados con hilos y piedras preciosas. Esto se ratifica viendo las primeras slippers que se encontraron, concretamente en una tumba copta  del S.II, con un grabado en hilo de oro. Como curiosidad apuntar que hasta el S. XV las slippers tenían forma de babuchas y solo las mujeres y los mayordomos las vestían. Si las primeras lo hacían como muestra de su estatus, los segundos las tenían de aliadas para poder andar por las casas sin levantar ruidos al contacto con los suelos de madera. Fue entonces cuando el hombre cosió una suela de caucho, caucho que evita ruidos, y las zapatillas se hacen de seda o de una piel muy fina. Combinarlas con su ropa de noche definía el color y el estampado de la seda de estas. Hoy las slippers se siguen vistiendo primordialmente en las casas de campo aunque el no contar con una no debería desanimarnos a hacernos con un bonito modelo. En ellas podemos coser nuestro pasatiempo preferido, nuestro animal o ese grabado que tanto nos gusta. De los diferentes modelos disponibles el conocido como “Albert” es el más elegante pudiéndose encontrar tanto en piel como en infinidad de tejidos, desde Tweed hasta terciopelo. Mejor en casa que fuera de ella. Acompañar al esmoquin de primavera podría ser una de las pocas excepciones para sacarlas a pasear. 

- El budapester. Y para terminar el zapato del entendido.  Ni es el más bonito, ni el más estético, ni el más polivalente y, ni mucho menos, el más fino. Pero, sin embargo, es un modelo que ha marcado el saber hacer de los mejores zapateros de Europa central durante generaciones. Un modelo derby con doble costura, brogueado sobre una puntera vega y un largo tacón son lo que definen al budapester. Dicho esto, seguramente sea su línea recta y su puntera redondeada lo que le de esa imagen de zapato algo tosco. En el S. XIX, momento álgido del conocido como impero austro-húngaro, imperio que lidera la producción de textiles, cerámicas y zapatería, los zapateros de Viena deciden dar su toque personal al blucher creando este zapato. Los zapateros húngaros, con los que había una gran rivalidad, deciden diferenciar su modelo, además de por llamarlo karlsbaders, por trabajarlo solo en puntera vega y elevándola ligeramente, adquiriendo un toque claro diferenciador que con el tiempo se ha mantenido mejor que el budapester original de Viena. Con seguridad de acudir a ese templo del calzado de Laszlo Vass encontraremos modelos de mucha más belleza. Sin embargo, no podemos abandonarlo sin llevar con nosotros un auténtico budapester. Como todas las cosas nicho, solo los entendidos sabrán diferenciar el budapester pero precisamente ahí radica su encanto. De vestimenta claramente de sport, conviene escogerlo en colores como el vino o el marrón y vestirse con pantalones de tejidos puramente invernales. Recordemos que la suela del budapester es algo más gruesa que la del resto de los zapatos aquí tratados pensando en combatir la nieve y las bajas temperaturas del país que lo vieron nacer. 

El Aristócrata

miércoles, 4 de agosto de 2021

BESPOKE XCIII: CADA CHAQUETA UN BOTÓN


No es tan frecuente encontrar un amplio abanico de botones en las sastrerías, y no solo españolas. Es más, si se quiere un botón en concreto, como un botón de asta, es probable que tengamos que encargarnos nosotros mismos de localizarlo o, por el contrario, esperar a que llegue a la sastrería.

Obviamente, la función de abotonar una manga, un frontal, una portañuela la cumple igual un botón de plástico que cualquier otro. Sin embargo, parece lógico que si se cuenta con una buena tela, un acertado forro y, en definitiva, una prenda especial, los botones también lo sean. 

Acertar en la elección de los botones es algo sencillo. Bastará con prestar atención a dos cosas: al color de la chaqueta, abrigo etc., y al tejido. Otras como el tamaño de estos o su propia composición, aún siendo importantes, obedecen a pura lógica. Los botones frontales de un abrigo son de mayor diámetro que los de una chaqueta y si unos botones dorados quedan mejor en un Blazer, los de asta de ciervo aciertan más con una chaqueta de Tweed. Y ante la duda, dejar que el sastre nos aconseje. 

Ahora veremos algunos casos con los que podemos encontremos. Pero antes apuntar que se deberían dejar de lado los botones tipo fantasía, es decir, botones en colores llamativos, formas alejadas a las redondeadas, decorados a mano etc. En definitiva, nunca un botón debiese adquirir demasiado protagonismo; el protagonista es el abrigo o la chaqueta, pero no el botón (quizás por esta misma razón no entienda a aquellos que utilizan un color de hilo diferente para coser uno de los ojales de la manga de la chaqueta). 

Hay botones para trajes, tanto para los formales como para los informales, para blazers, para tejidos de Tweed, para abrigos, para chaqués, para esmóquines etc. Si en las blazers se puede escoger con botones dorados, plateados, de bronce e incluso con un determinado grabado, las chaquetas de Tweed admiten desde botones de piel tipo balón de futbol hasta de hueso. 

Las terminaciones más frecuentes con la brillante, la pulida o la de mate. Entre las tres las dos últimas parecen ser más adecuadas, principalmente porque no son pocos los trajes de confección que utilizan botones de plástico, plástico que suele tener terminación brillante. Si vamos a por un traje con mensaje de formalidad, los botones de corozo y de aspecto pulido armonizan acertadamente. Pudiera no ser fácil diferenciar el corozo del plástico a simple vista, pero bastará con morderlos para comprobar rápidamente si se trata de plástico o del compuesto 100% natural de corozo. 

Probablemente los puristas y los amantes del protocolo más clásico nos ayudarían en la elección del color apuntándonos que los botones deberían ser del mismo color que el de los zapatos. Para estos, tanto los trajes azules como los grises deberían hacerse combinar con botones negros si los zapatos son de dicho color y solo podrán ser marrones oscuros si así fueran los zapatos. Por ello, estos desaconsejan escoger botones azules o grises (también es cierto que encontrar botones en asta en estos colores no es tarea nada sencilla). En Inglaterra si no se especifica nada sobre el color de los botones lo más normal es que de ser un traje, incluso uno gris diplomático cruzado, estos sean negros y, casi siempre, con solo dos ojetes. Por su lado, en Italia muy probablemente nos los cosieran en marrón oscuro. 

Sinceramente, en este punto yo al menos no tengo una opinión tajante. En mi caso, prefiero comprobar el efecto estético del botón sobre la tela que hacerlo pensando en el zapato que con esa prenda vestiré; entre otras cosas porque es más que probable que alterne zapatos de tonos diferentes con la misma chaqueta o traje. Si me fijo en mis trajes veo que casi siempre he seguido la norma, sobre todo con los trajes azul marino, de botones del mismo tono del tejido, si no negros o, aunque en menor frecuencia, marrón oscuro. Dicho esto, lo que sí hay que tener en cuenta es que cuanto más claro sea el tono del botón más informal aparentará ser la prenda a la que acompañe. 

Algo que no me gusta con el esmoquin y el chaqué son los botones forrados. Quien sabe si es porque me recuerdan a conjuntos de alquiler y quizás por ello prefiera mucho antes botones de nácar, desde mi punto de vista mucho más elegantes y especiales. 

No hemos hablado de los botones de los pantalones y no por ello son menos importantes. De ser un pantalón independiente sigamos las mismas normas de las que hemos hablado a la hora de escoger los de la chaqueta. De tratarse de un pantalón independiente pensemos en el uso que le vayamos a dar, más formal o informal, y actuemos en consecuencia. Los puristas lo tendrán claro: siempre nácar en los botones exteriores de la cintura y de corozo, hueso o cuernos en bolsillos y portañuela (los botones por defecto de los pantalones de las sastrerías de siempre británicas).

Finalmente apuntar algo a lo que muy poca gente presta atención y que denota un importante conocimiento sartorial: los botones de las chaquetas cruzadas deben ser algo más grandes que los de hilera sencilla. Obviamente, los del abrigo lo deberían ser todavía más. 

Para otro capítulo dejamos temas también interesantes como si los botones se deberían tocar, sobreponer, las mangas contar con uno, dos, tres o cuatro botones, su correcto cosido o la conveniencia según sea nuestro físico de contar en el frontal con uno, dos o tres. O de ser cruzada con dos, cuatro o seis. 

El Aristócrata

lunes, 16 de noviembre de 2020

UNA FORMA FÁCIL DE ORGANIZAR EL ARMARIO



A pesar de los esfuerzos realizados por multitud de marcas en conseguir ropa de calidad a precios contenidos, la realidad es que la ropa buena no es barata. 

Los materiales que en ella se utilizan y, sobre todo, la mano artesanal empleada lo impiden. Cierto que hoy más que nunca hay prendas de lo más bonitas a precios muy atractivos, pero de diseño y con calidad muchas menos. Por ello, los trajes, camisas zapatos etc., más si han supuesto un importante desembolso, requieren de un cuidado concreto que permita disfrutarla muchos años. 
Precisamente esta es una de las ventajas de la ropa artesanal: de cuidarse adecuadamente perdura muchos años en el armario. Y la organización de este resulta fundamental para alargar la vida de la ropa que en él descansa. "Me gusta mi dinero justo donde lo puedo ver: colgando en mi armario" – Coco Chanel. 

Sin embargo, tener, como antaño era frecuente, una habitación vestidor con suficientes armarios y espacio para cambiarse de forma cómoda y tener a mano chaquetas, camisas, zapatos etc. es hoy un privilegio al alcance de solo unos pocos. Por ello, con un espacio reducido se antoja necesario agudizar el ingenio y contar con los compartimentos necesarios para poder albergar tanto la ropa de trabajo como la de tiempo libre. De hecho, lo ideal sería contar con al menos dos armarios; uno formal y otro de sport para de esta manera tener, dependiendo del momento del día, todo lo necesario a mano. 
La disposición de la ropa es sencilla. Las camisas deben colgarse y no guardarse dobladas. De doblarlas la aparición de arrugas está garantizada. Debería abotonarse el primer botón para evitar que se caiga, el faldón no debería golpear con nada y las perchas de madera aún no siendo tan fundamentales como en las chaquetas y los trajes siguen siendo recomendables. Su grosor será menor, lo que permite contar con un número mayor de perchas. No se colgará más de una camisa por percha y los más exquisitos agradecerán perchas con pinzas para colgar un calzoncillo con idéntica tela al de la camisa. 

En la parte inferior de las camisas, separado por una balda de madera, unos cajones ocuparán el espacio inferior. Estos cajones son necesarios para guardar en uno de ellos los calcetines, en otro, dividido en pequeños cuadrados los cinturones, en otro los pijamas y en el último el resto de ropa interior. La otra mitad superior del armario la ocuparán trajes y chaquetas. Perchas más gordas y anchas en las hombreras serán necesarias para evitar que se terminen deformando. 
Los pantalones de vestir, de ser posible, deberían agarrarse por la botamanga con las pinzas de la percha. De no tener espacio pueden colgarse en la propia percha de la chaqueta. En este último caso la barra cilíndrica horizontal de la percha es conveniente que, además de ser gruesa para evitar se marque donde se dobla el pantalón, también aparezca forrada evitando así que el pantalón termine deslizándose y cayéndose. 

Los cajones donde mantener los jerséis pueden ser abiertos ganando unos milímetros extra de espacio. Lo mejor para las corbatas es conservarlas enrolladas, pero de no contar con suficiente espacio un cuelga corbatas situado al lado de las camisas de vestir hará las veces de aquel. Una caja de cartón será todo lo que necesitemos para tener los pañuelos de bolsillo a mano. 
Encontrar espacio para los zapatos no es tarea fácil. Los zapatos de calidad de cuidarse correctamente pueden durar toda la vida, por lo que lo más normal es que cada día sea más difícil encontrar espacio para cada nuevo par. Lo más recomendable es reservarles un armario para ellos solos. En su defecto, necesitaremos un sitio aislado para ellos en el armario. Unas grandes cajoneras o unas largas baldas extraíbles en los bajos del armario permitirán meter al menos los zapatos que más usemos. 

En su altillo siempre se podrán tener esas prendas que si bien no las utilizamos muy frecuentemente sí de vez en cuando. El armario más cercano a la puerta principal de la casa resulta el lugar más cómodo donde tener los abrigos y sus altillos donde almacenar las maletas y los sombreros, tanto los que usemos a diario como los de temporada. El mejor material para los armarios es la madera. Este es el compuesto que mejor resguarda la ropa de las humedades y olores. 
Si somos afortunados y contamos con armarios de grandes dimensiones, o todavía mejor con un gran vestidor, unas cestas para los múltiples accesorios – bufandas, pashminas, botonaduras etc. – evitarán que aparezcan cosas desordenadas en el interior del armario. Sin embargo, si el espacio es reducido mejor tener pocas cosas, pero de calidad. Esto será un acierto además de por la longevidad de las prendas también por poderlas conservar aireadas. 

Tener muchos trajes o camisas apelmazados solo producirá arrugas e incomodidad a la hora de extraer la ropa del día. Igualmente, pensemos que lo que no se ve no suele escogerse. Por ello, nuestro armario debería estar dispuesto de tal forma que con un rápido vistazo avistar todo lo que hay en su interior. En este objetivo unas luces que se enciendan al abrirse serán de ayuda. 
Un vestidor, también un armario, puede ser un espacio más de decoración de la casa, igual de atractivo que una cocina o una bonita biblioteca, de ahí que hacer un esfuerzo económico en él lo agradecerá tanto nosotros mismos y nuestra ropa como la casa en su conjunto.

El Aristócrata

lunes, 19 de octubre de 2020

LA CHAQUETA INGLESA



El Reino Unido, y más concretamente su campiña del S. XIX, ha sido responsable de muchas de las prendas que hoy, doscientos años después, se siguen vistiendo en medio mundo. 

Sin ser la más célebre la chaqueta inglesa, sí es la prenda más extendida de cuantas todavía hoy perduran. Resulta fácil reconocerla por haber cambiado poco en todos estos años y mantener las características que la hicieron famosa.
Su tejido. Aunque puede confeccionarse con innumerables tipos de telas, la franela y el Tweed siguen siendo las más populares. Recordemos que estas chaquetas se vestían en muchas ocasiones sin abrigo exigiéndolas suficiente protección contra el frio y la lluvia. Estampado. 

Atrás quedó el tiempo en el que las familias se distinguían por el estampado de su chaqueta. Los muestrarios hoy son de lo más variados e imposible no encontrar uno que guste. Los lisos y, sobre todo, los de cuadros son los más característicos. Si nació en el campo, se popularizó a caballo. De hecho, su corte es prácticamente idéntico al original. 
Holgada como para poder vestir debajo un jersey, suficientemente larga como para tapar el trasero y con innumerables detalles pensados para ganar comodidad, combatir el frio y cobijar los enseres cotidianos. Precisamente pensando en la comodidad se le añadieron dos aberturas, aberturas que permitían en sus orígenes colocar el faldón por encima de la silla de montar y hoy evita que al sentarse la chaqueta se desboque. 

De ver una chaqueta con solo una abertura se antoja procedencia norteamericana. Los hoy extendidos bolsillos en diagonal proceden ciertamente de aquel S. XIX. Entonces el caballo era el medio de transporte más extendido y contar con bolsillos inclinados hacía la rutina de meter y sacar objetos más cómoda. Un tercer bolsillo de medida bastante más contenida servía para guardar los fósforos con los que encender los cigarros que protegían las pitilleras de plata. 
Los bolsillos principales no pocas veces albergaban una petaca con alcohol para calentarse frente al frío y años después para hacer uso de ella en los recesos en la caza del zorro. Si los bolsillos de las chaquetas italianas se caracterizan por ser de tipo parche, en la chaqueta inglesa estos cuentan con solapas para evitar que el polvo del campo entrara en ellos. 

Las solapas de la chaqueta terminan en línea recta y no en pico algo que confiere un aire más informal. Si al final de una de las solapas encontramos un ojal, en la otra puede ser posible descubrir un botón. Su finalidad no era otra que en caso de temporal desdoblar dichas solapas, sobreponerlas entre sí y abotonado el botón tener el torso protegido frente al aire y el frío. 
Si en sus inicios con la finalidad de enfrentarse al frio la chaqueta inglesa contaba con tres botones en su frontal, con el tiempo terminó estilizándose. Para ello, o bien mantenía estos mismos tres botones abotonándose únicamente el de en medio (3 para dos) o directamente aparecían dos abotonándose solo el superior. Los botones, tanto estos como los de las mangas eran, y son, de algún material natural. 

Si antes el cuerno era el material más extendido sin tener que ser todos ellos de idénticas medidas, hoy al botón se le da la clásica forma redondeada y se le decora. También hoy el corzo es frecuente verlo en la chaqueta inglesa. 
El interior siempre cuenta con forro y variados y amplios bolsillos para guardar en ellos todo aquello que impida unas manos libres para trabajar o disfrutar del campo. A esta chaqueta de sport - fue utilizada tanto en carreras de coches como en partidos de tenis - se le fueron incorporando detalles como una protección de piel para apoyar la escopeta o un flojo en la espalda para hacer el movimiento de disparar más cómodo. No obstante, estas son ya todas variaciones de la primera chaqueta inglesa. 

El Aristócrata