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lunes, 9 de diciembre de 2019

BREGUET Y SUS SEÑAS DE IDENTIDAD



“La elegancia no consiste en ser notado sino en ser recordado” – Giorgio Armani

Hace dos años en nuestra carta a los Reyes Magos de Oriente les pedíamos que de haber sido lo suficientemente buenos nos mandaran del lejano Oriente uno de esos diez modelos imprescindibles en el rotor de cualquier sibarita y amante de la alta relojería. Una de nuestras peticiones era el que hoy traemos a esta página: el Breguet Classique. 

Breguet, destaca además de por ser una marca con una apasionante historia detrás, también por contar con un cliente con un perfil muy definido. Difícil encontrarlo en el bar de moda pero sencillo verlo en el estreno de una gran opera, más fácil cruzártelo en un coche clásico que en el deportivo llamativo del momento, claramente más “old money” que “new money”. De hecho, la gran mayoría de los modelos Breguet se caracterizan por no buscar llamar la atención, por tener un tamaño contenido, contar con diseños atemporales, por materiales poco ostentosos… pero con una calidad a la que es francamente difícil encontrar competencia. Cierto que esta casa puede no ser objeto de deseo del gran público, pero tampoco creo que desde la manufactura sean lo que busquen. Su cliente es muy fiel y seguramente hasta llegar a hacerse con su primer Breguet este haya disfrutado de otras marcas más populares y asequibles. Quienes poseen uno de estos relojes demuestran, además de su gusto, una marcada personalidad pues claramente no se lo ha comprado ni para impresionar a su entorno ni para con él perseguir estatus alguno. Para ello, hay otros muchos relojes. 
Cuando hablábamos en aquella carta a los Reyes Magos de esta casa, comentábamos que fue fundada en París en 1775 y, que sin duda, ha sido y sigue siendo uno de los grandes nombres de la relojería más exquisita. Desde la Reina María Antonieta o el Rey Luis XVI de Francia hasta Napoleón, George Washington, Tolstoy o Victor Hugo fueron seguidores de la marca reconocida por sus esferas con decoración guilloché y sus famosas manecillas. El 26 de junio de 1801 Breguet patenta el primer reloj tourbillion, hito que le valió entrar ya para siempre en el templo de las más grandes casas manufactureras. También estuvo detrás del primer reloj automático, la primera ecuación del tiempo, el primer reloj de pulsera, el primer cronógrafo y otros muchos mecanismos que hoy vemos en otras marcas pero que fueron creados por él a principios del S. XIX. Al contrario de otras casas, Breguet, sobre todo en el modelo Classique, uno de los más limpios de la gama, persigue no solo la belleza sino principalmente la practicidad. Y con ese objetivo se creó precisamente en 1972 esta línea. Aunque Breguet fue comprada por el grupo Swatch en 1999, su filosofía y, lo que es más importante, sus modelos Classique siguen inalterados.  
La línea Classique refleja lo que precisamente en 1775 Abraham-Louis Breguet quiso mostrar creando la marca: un clasicismo atemporal por encima de modas pero que siempre estuviera de plena actualidad. Como ocurre con los trajes, abrigos o esmóquines, también en los relojes la proporción es la respuesta a si el conjunto se ha realizado correctamente. Unas solapas estrechas no pegan con unos hombros anchos como tampoco lo hace una chaqueta entallada con un pantalón holgado. Si observamos el Classique, vemos que precisamente esta proporción está presente en su esfera, sus números, sus agujas, el brazalete, el cierre, etc. 
Entrando a analizar en profundidad este modelo, lo primero que el entendido y amante de la marca reconocerá serán las archiconocidas agujas Breguet. Estas no han variado en los más de doscientos años de existencia de la marca y han sido copiadas por innumerables marcas tanto de media como de alta gama. Tal ha sido el éxito de estas icónicas agujas que el término “agujas Breguet” forma desde hace años parte del vocabulario del sector. El éxito fue tal que las imitaciones y falsificaciones empezaron a imperar y Breguet tuvo que incorporar en 1795 para identificar al verdadero Breguet su “firma secreta”. Esta firma consiste en grabar una firma prácticamente invisible trazada en la esfera con un pantógrafo de punta seca. Solo es visible con una luz de bajo ángulo grabándose justo debajo del número doce en las esferas esmaltadas o a ambos lados en las esferas con decoración guilloché. 
La filosofía de Breguet siempre fue lanzar al mercado un número muy reducido de piezas, de hecho produce muchas menos que otras manufacturas como Patek. De hecho, desde sus orígenes guarda en grandes libros una perfecta descripción de cada modelo vendido y de su número de referencia. Por ejemplo, el primer Breguet que adquirió Napoleón Bonaparte aparece en uno de estos libros detallándose todas las piezas que conforman dicho reloj y el precio de cada una de ellas. Si antiguamente el número se grababa en la tapa guardapolvos de los relojes de bolsillo, junto a la firma, o, a falta de tapa, en el reverso de la caja, en los relojes modernos el número se graba en la esfera y en el reverso del reloj.
No obstante, seguramente sea la esfera guilloché, junto con las agujas Breguet, el sello más claro de identificación de la marca. La técnica de este grabado se utilizaba desde tiempos inmemoriales para la fabricación de cajas y esferas de relojes, pero fue Abraham-Louis Breguet el primero en aplicarlo a la decoración de las esferas utilizando incluso varios diseños guilloché en una sola esfera. Las decoraciones más típicas de Breguet son la clous de Paris, el pavé de Paris, el rayo de sol, el grano de cebada, el oleaje y el tablero de damas, toda una exquisitez difícil de encontrar en cualquiera otra casa. Si Vacheron es único haciendo verdaderas maravillas con pinturas, relieves y formas en sus esferas, Breguet no tiene parangón en el uso del guilloché – para que nos hagamos una idea la precisión es de una décima de milímetro y por supuesto realizado a mano con la sola ayuda de un torno. 
Si damos mérito a las manos del zapatero o el camisero en el uso de la aguja, no menos tienen estos relojeros artesanos que son capaces de tener el pulso necesario para decorar a mano el disco de la esfera siguiendo el mismo procedimiento que hacían sus homólogos hace dos siglos. Los números arábigos propios de las esferas esmaltadas ya estaban en estos relojes desde antes de la Revolución Francesa. Los pasadores atornillados, frente a las corrientes barras de muelles, son los responsables de unir el brazalete a la caja y el acanalado - estrías finas realizadas sobre el canto de la caja de los relojes – rematan las señas e identidad de esta mítica casa.  
Breguet comenzó en Londres el año pasado el «Classic Tour», evento que persigue realzar el arte de vivir. Pasó también por Milán y suerte para nosotros llegará a Madrid el próximo día 7. Aquí está previsto que Breguet reivindique el significado de su Classique juntando a los mejores artesanos nacionales de los oficios responsables de diferenciar al elegante atemporal de aquel que prefiere seguir las modas del momento. 
“La elegancia consiste en pasar desapercibido sin dejar a nadie indiferente” -  

El Aristócrata

lunes, 25 de noviembre de 2019

UN ESMOQUIN DE SASTRE PARA MUJER



Curiosamente el 28% de lectores de este blog son mujeres. Unas me imagino porque les gusta lo que aquí se habla y otras sencillamente porque en él encuentran inspiración para ayudar a vestir a sus parejas.

Las mujeres son mucho mas permeables a la moda de lo que todavía es el hombre. Su concepto de belleza no tiene porqué obedecer a la de la hechura perfecta. Buscan vestidos, trajes, colores, cortes que les benefician y les hace sentirse más guapas y atractivas. Su uniforme dista mucho del nuestro y disfrutan enormemente vistiendo, yendo de compras y enredando en su armario. Son sencillamente conceptos diferentes que aunque en algunos puntos pueden coincidir en la mayoría son diferentes
Aunque son muy pocas las mujeres que alguna vez han acudido al sastre, prefieren como es lógico los talleres de diseñadores, todavía las hay que a la hora de hacerse su vestuario de caza, un traje de chaqueta o, como es el caso, un esmoquin acuden a este en busca de un corte más artesanal. En este tipo de prendas clásicas donde la hechura que se busca puede asemejarse a la del hombre, las tijeras de un buen sastre dan sorprendentes resultados. 
Aprovechando la invitación  de la marca alemana Glashütte Original, casa de la que soy cliente y gran admirador, a la Berlinale, festival de cine de Berlín, José María Reillo hizo un esmoquin a una de sus clientas, clienta con la cuál compartí además de estrenos tiempo en Berlín y me permitió conocer de primera mano este traje. Y no porque estuviera cosido todo a mano, ni por las horas de artesanía que tenía detrás, sino por lo bien que le quedaba y lo mucho que resaltaba su delgada figura entendí porqué todavía el esmoquin a medida para mujer sigue teniendo un hueco reservado en el trabajo de muchas sastrerías.  
La chaqueta era de un terciopelo azul marino de la casa Holland & Sherry y el pantalón negro azul noche de la misma casa escocesa. Me comentaba Goiuri que prefirió que la chaqueta fuera de terciopelo pues la mujer que viste de esmoquin no lo hace por protocolo, como el hombre, o por asistir a un acto muy formal de noche, sino que lo hace en actos arreglados pero donde su contraparte no tiene porqué ir también con esmoquin. Y el terciopelo siendo menos formal que las típicas lanas de mohair aporta ese toque elegante y chic que puede buscar una mujer a la hora de salir con él a una cena elegante o a un estreno de cine. 
El pantalón es el clásico de esmoquin, pero obviamente buscando resaltar mucho más la anatomía de la mujer. Es más estrecho tanto en el trasero como a lo largo de toda la pierna. Y mucho más corto para que no arrastre cuando se lleve tacón. La chaqueta es bastante parecida a la de hombre pero es sensiblemente más corta buscando la finalidad nombrada de buscar una silueta más sexy. Las vistas se dejaron en seda azul media noche. Como particularidad nombrar que Don José María no hace costuras laterales en las chaquetas de terciopelo pues como comenta con el uso de la plancha puede marcarse mucho la costura. La ausencia de esa costura y de aberturas laterales da mucha fluidez al conjunto y estiliza más la figura. La chaqueta abotonada se encaja más en la cintura, aunque obviamente esto variará se trate de una mujer delgada o corpulenta. 
En el caso de la mujer, también en el de muchos hombres, se busca la terminación de las solapas en pico pues alarga la figura. La anchura de estas si es importante pues jugando con ellas se puede anchar o estrechar el torso, algo clave en la imagen de la mujer. Otra diferencia importante con el esmoquin de hombre es la ausencia de tirantes o pletinas en el pantalón. En el esmoquin de la mujer el pantalón debe caer en la cadera, no en la cintura, y estar bien ajustado. Deberá ser la anchura de la propia cadera la que impida que el pantalón pueda caerse; de ahí que un buen ajuste sea clave. 
Tampoco se hace acompañar ni de fajín ni de chaleco. En el esmoquin de hombre ambas piezas además de conseguir un precioso efecto estético llegan a disimular algún posible kilo de más. Sin embargo, la mujer busca enseñar su figura y es lógico que prescinda de él. Una camisa blanca de seda o incluso una de pechera de mujer son ambas opciones muy elegantes. Goiuri, sin embargo, prefirió acompañar su esmoquin de un corset de Agent Provocateur. 
Obviamente, el uso de corbata de lazo es muy poco recomendable y un cuello abierto acompañado de un bonito collar conseguirá mejores beneficios estéticos. La confección de la prenda es idéntica a la del esmoquin de hombre: toma de medidas, patrón, corte, confección y las correspondientes pruebas. Y por supuesto todo cosido a mano. 
Indudablemente, no creo que muchos nos fijemos al mirar a una mujer en si su vestido o traje está confeccionado a mano. Pero qué duda cabe que si además de quedarle bien, resaltar su figura y hacerla atractiva está realizado artesanalmente cobrará un toque especial además de contarnos muchas cosas de quien decidió acudir a un sastre para hacerse con su esmoquin. 

El Aristócrata

lunes, 4 de noviembre de 2019

LA SASTRERÍA NAPOLITANA

A lo largo de los años habéis sido muchos los que de manera abierta o a través de peticiones privadas reclamabais que se escribiera un artículo sobre la sastrería italiana y más concretamente sobre la sastrería Napolitana.

Antes de entrar en profundidad a hablar de este tipo de sastrería es importante tener en cuenta que la sastrería Napolitana ya no es exclusiva de los sastres Napolitanos y que hoy al ser este estilo muy demandado sastres de otras ciudades, e incluso de otros países, practican también la técnica utilizada por los sastres napolitanos.

Por ello, aunque todos podamos tener en mente una serie de diferencias básicas entre, por ejemplo, el estilo inglés e italiano es importante recordar que no siempre ciertas características son exclusivas de uno u otro corte. Es más, lo que hoy mucha gente denomina de forma genérica corte italiano no siempre coincide con el tipo de corte de ciudades como Milán o Roma.

Igualmente, es importante no olvidar que en Nápoles e incluso en Roma hay tantos estilos como sastres existen y generalizar como hoy se hace sobre el corte napolitano, milanés o romano es dejar de lado muchas consideraciones.

Y para terminar estas notas introductorias también hay que tener en cuenta que el trabajo del sastre evoluciona en el tiempo y que una chaqueta cosida hace quince años por, por ejemplo, Rubicciani diferirá bastante de la última chaqueta que abandonó su sastrería.
La sastrería alemana y francesa

Dicho todo esto, también es importante recordar a los más fervientes seguidores de la sastrería napolitana que al igual que en todos los países hay caballeros que cuidan con gran esmero su vestimenta también hay buenos sastres en prácticamente la totalidad de los países de la vieja Europa.

Y quien no esté de acuerdo con esta afirmación le recomiendo que profundice en los requisitos y los años de experiencia que se exigen en Alemania para poder poner en la puerta de una sastrería las palabras Maestro Sastre.

Mención aparte requiere Francia. No deja de ser curioso observar como en Francia, país que todavía ocupa la cúspide de la alta costura femenina, cada día resulta más difícil encontrar caballeros que vistan elegantemente de traje. Y eso que no hay que olvidar que en Paris en un tiempo atrás se establecieron muchos de los sastres y camiseros ingleses e italianos más reputados.

Los mismos Henry Poole, Caraceni y Cifonelli y Hilditch & Key, abrieron todos en Paris aunque hoy excepto la casa italiana Cifonelli y el inigualable también italiano Camps De Luca ya nadie queda en Paris y los italianos, y la mayoría también de los ingleses, que fueron un día a Francia volvieron a su país sencillamente porque los caballeros franceses no demandaban ya sus servicios.
Y todo ello sin olvidar que en Francia los caballeros llegaron a vestir francamente bien como atestigua la elegancia de actores de la talla Noiret, Belmondo o Gabin.

Dicho todo esto, es de justicia admitir que hoy son el Reino Unido e Italia los dos países referentes a la hora de vestir.

El denominado British Style tiene toda una historia detrás mientras que el denominado Stile Italiano es algo reciente. Con total confianza podemos afirmar que Nápoles sin Savile Row no hubiera alcanzado las cotas de calidad y perfección con las que hoy cuentan sus principales sastrerías.

Como ya dijimos en aquel artículo donde comparábamos el British Style con el Stile Italiano es de justicia admitir que si hoy hay una forma de vestir que traspasa fronteras esa es la italiana. Sin embargo, tampoco nadie debería dejar de admitir que si el estilo italiano y concretamente la sastrería napolitana ha alcanzado tales niveles de perfección es porque tenía donde fijarse y a partir de ahí crear ese estilo tan particular.
El por qué de Nápoles y Londres

Puede parecer lógico que la mayoría de los hombres mejor vestidos del Reino Unido se concentren en Londres. El poder económico de la capital inglesa así como el aglutinar muchos bancos tanto nacionales como extranjeros, despachos de abogados, sedes de multinacionales, auditoras, consultoras y otros lugares donde se cuida con especial esmero la forma de vestir ha hecho que desde hace dos siglos los más reputadas sastrerías y camiserías abrieran allí sus puertas.

Sin embargo, algo que llama poderosamente la atención es el hecho de que independientemente de que ciudades como Milán o Turín hayan sido el centro financiero de Italia, sea precisamente una ciudad de poco más de un millón de habitantes la que mejor haya sabido guardar la tradición. Nápoles es hoy el referente del buen vestir y la Meca a la que acuden los caballeros más elegantes del mundo en busca de ese corte tan característico.

Quizás el principal motivo de todo esto sea el hecho de que en Nápoles la tradición tenga, en todos los aspectos de su sociedad, mucha importancia. Solo como ejemplo apuntar que la gran mayoría de los caballeros napolitanos no entendería acudir a cenar a uno de esos lugares fashion que tanto abundan en las ciudades europeas y prefieran acudir a las Trattorias de toda la vida.
No deja de ser igualmente curioso el que en Nápoles la camisería a medida esté más extendida que en cualquier otro sitio en el mundo y sus propios habitantes elijan acudir a la camisería a medida y no al RTW a la hora de comprar sus camisas. La camisería a medida está tan extendida en Nápoles que sus precios son francamente competitivos de compararse con los de las principales ciudades europeas.

Es tal el poder de la tradición en Nápoles que es de los pocos sitios de Europa donde los caballeros todavía siguen yendo a las barberías y no a las peluquerías tal y como se conocen aquí.

De la misma forma, a nadie le debería sorprender encontrar señores de 70 años que solo tengan en su armario trajes a medida. Y esto no es porque sean presumidos; es sencillamente porque así han sido siempre las cosas allí y para sus habitantes resulta inconcebible que fuera de otra forma.
El comienzo de la sastrería Napolitana

Durante los años dorados del vestir masculino, los años 30, la elegancia de Cary Grant (quien por cierto era también cliente de la sastrería romana Caraceni), de Fred Astaire o de David Niven se apodera de la gran pantalla y su manera de vestir es imitada, o al menos se intenta, por los caballeros de la época.

Y es precisamente a partir de los años 30 donde el conocido hoy como estilo napolitano empieza a florecer.

Es concretamente con la unión de los míticos sastres Attolini y Rubinacci cuando nace en los años 30 la archiconocida London House. Es concretamente la London House y otro sastre italiano hoy ya elevado a mito por los estudiosos de la aguja, Angelo Blasi, quienes empiezan a desestructurar las armadas chaquetas inglesas imprimiendo ese toque único que desde hace unos diez años atrás ha ganando la partida a los sastres de la Row.

Para los amantes de este corte y reforzando la idea con la que abríamos este artículo de que no es bueno generalizar al hablar del corte napolitano apuntar que todavía hoy se dice que en Nápoles existen dos escuelas: la de Blasi y la de Attolini.

La principal diferencia es que el corte de Blasi es algo más estrecho de hombros y su chaqueta algo más armada, más tipo inglesa, mientras que la hechura de Attolini es algo más ancha. Los seguidores de Attolini mantienen que fue él quien desestructuró la chaqueta de Blasi, le quitó las hombreras y empezó a coserla entretelas muy finas dando lugar a lo que hoy la gente evoca cuando piensa en un traje napolitano.
Aunque el párrafo anterior podría hacer “correr chorros de sangre” entre los fervientes seguidores de una y otra corriente, lo que parece claro es que la sastrería italiana encontró en la alta sastrería inglesa el perfecto espejo en el que fijarse, imprimirle su propio estilo y crear un traje de una enorme comodidad.

Comodidad que consiguen olvidándose del forro, prescindiendo o utilizando finísimos paddings y escogiendo solo telas de tacto exquisito así como de una enorme ligereza y elasticidad.

Quien haya tenido la oportunidad de vestir uno de estos trajes habrá sentido la sensación de ir vestido de sport y no con traje alguno. El que apenas pesen los trajes resultantes y la facilidad de movimientos que permiten sus telas hacen que se adapte de forma totalmente natural al cuerpo. Esto hace que transmitan la sensación de ir, permitirme la expresión, como si se fuera con ropa de deporte. Y si lo que buscamos es esto hay que reconocer que como los Napolitanos ninguno.

De Londres a NápolesSi bien es de justicia admitir que desde hace ya diez años es la sastrería italiana y más concretamente la napolitana la que domina el mundo de la alta sastrería también lo es el hecho de que Nápoles no sería lo que hoy es sin, por un lado, un buen marketing y por otro Savile Row.
Así por ejemplo, resulta apropiado recordar que el mismísimo Rubinacci envió a SR a un miembro de su familia para que aprendiera el trabajo de los sastres londinenses y lo exportara a la London House de Nápoles.

También el sastre de Roma, Tommy Caraceni, fue enviado por su padre en los años 30 a Henry Poole para que entendiese y aprendiese la forma de trabajar de la que por aquel entonces era considerada una de las mejores sastrerías del mundo.

Otro ejemplo fue Arturo Cifonelli quien aprendió la profesión de su padre Giuseppe en Roma pero en vez de quedarse en Roma también se marchó a SR. En 1911 decidió volver a Italia y en 1930 terminó abriendo su tienda en París; donde hoy todavía sigue esta sastrería.

Si de los años 30 a los años 60, SR es el centro mundial de la más alta sastrería después de esta fecha se empiezan a invertir las tornas y la más actual y natural sastrería italiana gana año tras año más popularidad y los ojos de los consumidores de este arte que es la sastrería a medida empiezan a fijarse en ella.
Sus principales características

Los italianos han adaptado el estilo clásico inglés a los nuevos tiempos estilizándolo y desestructurándolo lo que ha dado lugar a lo que hoy se conoce popularmente como el estilo Napolitano.

Este característico corte se diferencia por contar con apenas “relleno” o entretelas, no tener forro excepto en la las mangas y carecer de estructura. Si bien todas estas características se pueden encontrar en otras ciudades italianas con elevadas temperaturas seguramente sea el archi conocido hombro napolitano la nota más característica del estilo napolitano.

Tampoco podemos olvidar esos tejidos de enorme ligereza y comodidad que nadie como sus sastres saben elegir para combatir las elevadas temperaturas de Nápoles. ¡Y eso que la gran mayoría de ellas todavía proceden del Reino Unido!

Son precisamente estas características las que hacen tan atractivos y hasta objeto de culto los trajes que cortan las tijeras de los más aventajados sastres napolitanos. Sin embargo, antes de dar por bueno la idea generalizada de que la terminación de estos trajes es la más avanzada y la más exquisita es importante hacer alguna puntualización.

El cliente de la sastrería más purista napolitana debe saber que estos trajes dan la sensación de estar más próximos a un conjunto de sport que a uno de chaqueta. El aspecto ligero del traje napolitano le quita formalidad y no deberíamos sorprendernos de escuchar de alguna voz autorizada que esto no es un traje y que además su construcción tiene mucho más de mito que de realidad.
También es importante recordar que si la tela no es de una calidad excepcional y confeccionada pensando precisamente en que no será cosida con forro alguno es muy probable que termine arrugándose de forma rápida. Y por supuesto si no se acude a la cuna de esta sastrería es mejor asegurarse un buen corte de “la vieja escuela europea” que innovar este corte con uno de nuestros sastres.

Este tipo de confección consigue resultados espectaculares con los trajes cruzados. Las DBJ tan demandadas y bien vestidas en el país de la pasta envuelven con una gran naturalidad y estilo a sus afortunados propietarios.

Como acabamos de apuntar uno de los rasgos más característicos del estilo Napolitano es la forma en la que se cosen las mangas a los hombros. Apenas se forma el conocido popularmente como “chorizo” y tampoco se aprecia apenas la costura donde se unen el hombro y la manga.

La terminación de la hombrera es redondeada. Igualmente, en muchos casos se aprecian pliegues a la altura de la costura del hombro. Esto último es así debido a que la chaqueta no cuenta con apenas hombrera y en la caída natural de la tela no queda más remedio que aparezcan éstas; algo que hoy hasta se exagera para reclamar el sello de “hombro napolitano”.
A esto hay que unir que para ganar comodidad la extensión de la tela del brazo que se une con la hombrera es más larga que la del diámetro de la hombrera. Esto obliga al sastre a, con mucha pericia y siempre a mano ya que las máquinas de coser no permiten coser dos trozos de tela de diferente extensión, introducir el sobrante de la manga en el hombro. Es precisamente esto lo que hace que aparezcan en muchos casos esos pliegues de los que estamos hablando.

Con todo esto se consigue una caída del hombro totalmente natural donde apenas se aprecia la existencia de la hombrera; entre otras cosas porque ya de por sí la propia hombrera es mucho más delgada de la que estamos aquí acostumbrados.

Otra de sus características principales es que, guardando las diferencias, se asemeja en gran medida al corte del hombro de una camisa; lo que los sastres napolitanos denominan como spalla camicia.Es importante nuevamente mencionar que si bien ciertas características, como la ausencia de padding en la hombrera, son comunes a la mayoría de los sastres napolitanos, otras como la mayor o menor limpieza de líneas dependerá de cada casa.

El no contar con forro les obliga a coser los bolsillos sobre la chaqueta en forma de parche, es decir, sobre la tela de la chaqueta y no con un bolsillo interior. Por eso es hoy tan frecuente observar como los sastres napolitanos han preferido dejar el interior de la chaqueta limpio, sin que se aprecie forro ninguno, y coser los bolsillos por fuera.

Otras casas, también napolitanas, prefieren forrar solo los costados para poder coser tanto los bolsillos laterales como el del pecho en el interior de la chaqueta.
¿Qué sastrería es mejor la italiana o la inglesa?

Sinceramente creo que quien mantenga una postura radical hacia una u otra sastrería se equivoca. Y se equivoca porque no hay una sola sastrería italiana o inglesa como tampoco hay un solo sastre en cada una de estas y porque también el trabajo de los sastres evoluciona.

Además de todo esto, no podemos olvidar que un buen sastre está capacitado para hacer el corte que le pida su cliente. Y quien no esté de acuerdo con nosotros que se pase por Anderson & Sheppard y pida que le corten un Rubinacci. Seguro que se sorprendería con el resultado.

Igualmente, a cada uno de nosotros nos puede gustar más uno u otro estilo y no por ello el otro corte es demasiado anticuado o por el contrario demasiado moderno. Si a todos nos gustara lo mismo creo, por ejemplo, que este blog no existiría.

Para mí nuevamente la clave está en el cliente. Dependerá de él y de lo exigente que sea el que consiga un traje mejor terminado. Todos nos esmeramos más en nuestras profesiones cuando sabemos que a quien tenemos enfrente conoce la diferencia entre lo bueno y lo excepcional.

Del Duque de Windsor, Fred Astaire, Cary Grant e incluso del mismísimo Príncipe Carlos han comentado sus sastres que eran clientes difíciles y que no se conformaban con cualquier cosa buscando siempre la perfección en la terminación de sus trajes.
Decía Angelo Blasi: "personalmente no me interesa el cliente a quien se puede satisfacer fácilmente, ese que está inmediatamente contento con mi trabajo. Hay poca satisfacción con un cliente así. Por el contrario dame el cliente exigente. En una palabra alguien que sea igual de perfeccionista que yo y que me obligue a sacar todo mi talento y destreza”.

Dicho esto y después de estudiar la sastrerñia napolitana creo que para calificarla de mejor o peor que la de otras ciudades es de vital importancia conocer nuestro concepto de traje y finalmente de lo que significa la palabra elegancia para nosotros.

Conclusión: Para todos esos lectores que me acusan de “no mojarme” con mi opinión en mis artículos decirles que sin quererme extender mucho yo diría que si lo que buscamos es limpieza de líneas, sobriedad, simplicidad, perfección, ausencia de arrugas y un traje que obedezca a los patrones clásicos de lo que debería ser un traje nuestra decisión debería ser la sastrería europea (inglesa, española, alemana o francesa).

Si por el contrario lo que buscamos es comodidad, estilo, la máxima calidad de mano de obra, naturalidad, diseño, tejidos de calidad excepcional y súper ligeros así como desprender un cierto grado de desenfadamiento parece claro que nuestra opción debería ser la sastrería napolitana.

O dicho de otra forma: la alta sastrería inglesa sigue siendo propietaria de la hechura más perfecta y de la atención al mínimo detalle mientras que la napolitana es única en diseño y en calidad de la mano de obra.
Y después de todo esto, lo más importante: ¿ustedes que opinan?


El Aristócrata

lunes, 14 de mayo de 2018

GIANNI AGNELLI: DIEZ CLAVES DE ESTILO



Pocas personas han impactado tanto con su particular manera de vestir como Beau Brumell, Eduardo VIII y Gianni Agnelli. De los dos primeros hablamos años atrás pero el tercero lo teníamos pendiente. Un vestir mucho más cercano a nosotros y que marcó una época y todavía hoy sigue muy imitado.

Gianni Agnelli, el empresario que decidía cuando salía el sol en Italia, es el claro ejemplo de cómo romper las reglas y además ser admirado e imitado por ello. Al contrario que hoy ocurre donde unos con la ropa se disfrazan y otros se ocultan, el padre de FIAT transmitía con esta claramente su carácter. Conseguir un estilo único, estilo que no sigue moda alguna y que esté por encima de tendencias manteniéndose inalterado en el tiempo exige de una fuerte personalidad y confianza. Si además se cuenta con reconocimiento social todo será más fácil. Y si además incorporas gestos o innovaciones antes nunca vistas, tras las iniciales críticas, tu persona será recordada por muchas de ellas. Y Agnelli pasó a englobar la lista de las personas más estilosas de su tiempo, un style icon que hoy su vestir es recordado por, entre otras, las siguientes características:
1. El reloj sobre el puño de la camisa. Unas veces con un Omega Seamaster PloProf y otras con un Patek Philipe World Time (foto), el gesto de ponerse el reloj sobre el puño de la camisa, de confección de Brooks Brothers o a medida de Battistoni, es hoy todavía imitado. Fuese por, según él, no querer perder tiempo estirando el brazo para visualizar la hora o por su rechazo a sentir la piel del brazalete, la realidad es que todavía hoy se confeccionan camisas con un pasador en el puño por el que anudar el reloj. 
2. Sus trajes. Casi siempre grises y frecuentemente de Vitale Barberis Canonico, los trajes de franela de su sastre milanés A. Careceni estuvieron siempre presentes en su armario. Amante de tejidos pesados, como efectivamente son las franelas, combinaba sus trajes también con corbatas pesadas como eran las de lana. Sus trajes cruzados, los más destacados de la sastrería milanesa, se hacían reconocibles por sus anchas solapas y como buen italiano no olvidaba su pañuelo de bolsillo. También certificó la defunción del dicho inglés “never brown in town”. 
3. Botones del traje desabotonados. En los años 50 y 60 solo los trajes de sastre contaban con la posibilidad de desabotonar los botones de las mangas. Al contrario de lo que ocurre hoy, donde hasta los trajes de Massimo Dutti cuentan con ojales practicables, antes el gesto de desabotonarse los botones estaba relacionado con la vestimenta de trajes artesanales. Era un gesto que ponía de manifiesto los exclusivo de tu traje. Y Agnelli hizo gala de ello durante toda su vida.
4. Camisas con botones en el cuello desabotonados. El estilo desenfado que buscaba asociar a su persona, hoy los bloggeros que quieren hacer suyo ese aire relajado se refieren a él como sprezzatura, lo conseguía haciendo acompañar a sus corbatas de un cuello de camisa sport. Este gesto es hoy también imitado por muchos que piensan que el optar por corbatas con camisas con botones sin estos abotonados habla de un estilo especial. 
5. Las corbatas. Su corbata solía sobresalir la parte delgada sobre la principal. Aunque hoy este geste esté muy extendido entre los blogeros o los conocidos como “influencers” hace muy pocos años se entendía que la el sobrante de la corbata debí quedar oculto tras la más ancha. Este gesto que solo empezó a ser frecuente después de 1950 es hoy más recordado que su práctica más habitual todavía de esconder la parte más estrecha de la corbata tras la cintura del pantalón. Una arruga en el nudo de la corbata y una pala de corbata muy ancha remataban el estilo de su corbata. O sólidas sin estampado o pequeños círculos, y de lana eran sus preferidas.
6. Su calzado con traje no dejaba a nadie indiferente. Desde slippers, mocasines o incluso botas  su elección del calzado siempre fue muy personal y rompedora. Si bien su foto con las Panamá es hoy muy popular, el verdadero motivo de llevarlas fue para estabilizar un maltrecho tobillo después de un accidente de coche en 1952. 
7. Sus camisas. Más allá de dejarse los botones desabotonados con corbata, puso de moda las camisas con botonadura media central. Inglese fue el proveedor de estas camisas. Pero fueron sus camisas vaqueras las más rompedoras. Ya mayor, vestía este tipo de camisas en ocasiones donde el resto de invitados iban incluso vestidos con chaqueta. Este tejido también lo escogió para sus pantalones siendo muy frecuente verle con vaqueros en las más variadas ocasiones. 
8. El esmoquin siempre azul media noche. Casi siempre con solapas redondeadas, su personalidad y confianza hacían que cuando lo vestía en la versión cruzada se permitiera la licencia de dejarlo desabotonado. 
9. Mezcla de estilos. Ese gusto por marcar su presencia con su ropa, algo que también hacía el Duque de Windsor, se aprecia con la combinación de prendas formales y propias de la vestimenta más casual. Un jersey con corbata, unas botas con traje diplomático frecuente era verle con ropa propiamente de campo con conjuntos de ciudad. 
10. Trajes estampados pero camisas lisas. No solo en los trajes, también en los abrigos estampados como rayas diplomáticas, cuadros ventana eran combinados con camisas blancas. 

Crear un estilo propio es algo que requiere de tiempo, confianza y constancia. Tampoco olvidemos que este tiene muchas más opciones de ser alabado si quien lo pone en la calle es un personaje conocido y, mejor, respetado en el campo profesional. De no ser así,  las opciones de conseguir el efecto contrario serán muchas. 

El Aristócrata

lunes, 27 de marzo de 2017

CINCO PAISES, CINCO ESTILOS



La globalización ha traído consigo que cada vez sea más difícil diferenciar la forma de vestir del hombre, independientemente de su país de procedencia. Si hasta no hace tanto tiempo poco tenía en común la manera de vestir de un alemán y un español o de un norteamericano y un italiano, hoy de pasear por las calles de las principales capitales de medio mundo apreciaremos cada vez menos diferencias.

- Estilo inglés. 
El Reino Unido, y más concretamente Inglaterra, ha marcado el devenir de la vestimenta del hombre desde el S. XVIII. Todavía hoy la forma de vestir del hombre contemporáneo conserva cortes, prendas, protocolo de conjuntos y uso de colores definidos en este país siglos atrás. Su sastrería, camisería y zapatería artesanal, no tanto así sus diseñadores, han sido, y de alguna manera siguen siendo, veneradas e imitadas en los cinco continentes. 
El traje inglés, al menos hasta recientemente, se ha caracterizado por sus chaquetas armadas, unas marcadas hombreras y telas pesadas y gruesas para resistir el frío y la humedad. Sus conjuntos desprenden un aire muy elegante, aire que premia la limpieza de líneas y el corte más purista frente a los trajes menos armados y desestructurados. Se apuesta por colores oscuros, hechuras amplias y atemporales y zapatos negros de cordones. Los abrigos largos cruzados acompañan con frecuencia a los sombreros de fedora en los meses de invierno. Aunque su calle no lo termine de reflejar, en Inglaterra se encuentran las casas zapateras más reputadas del mundo.

- Estilo norteamericano. 
Aún siendo difícil establecer en un país con tantos y diferentes Estados un estilo predominante, el hombre de negocios estadounidense prefiere la comodidad frente al formalismo. El auge de las .com ha terminado calando profundamente en el mundo de los negocios siendo muy habitual mantener reuniones al más alto nivel sin presencia de la corbata. 
Su sastrería y camisería local, con pocas excepciones dignas de nombrar, está en manos de sastres y camiseros ingleses e italianos. Sin embargo, es en la ropa casual  donde sus marcas se han ganado el respeto mundial. La ausencia de códigos en la vestimenta, convierte a Estados Unidos en una enorme pasarela donde conviven todo tipo de estilos y conjuntos y donde el traje de chaqueta está cada día más en desuso. 

- Estilo italiano. 
Hoy es el gran dominador mundial tanto de la ropa de sport como de la formal. El conocimiento que se tiene en medio mundo de sus marcas más icónicas, unido a un gran trabajo de marketing, ha conseguido desbancar al Reino Unido como juez del vestir del hombre. Su sastrería, sastrería que bebe del estilo inglés, ha relajado las líneas serias y armadas británicas otorgando a sus trajes un aspecto relajado e informal. La calidad de la mano de obra y el gran estilo innato de sus sastres ha terminado de convertir las calles de Nápoles en el nuevo Savile Row. 
Preocupados por su aspecto, el hombre italiano apuesta por el uso de marcados estampados, colores alegres y hechuras algo atrevidas. Los trajes cruzados y entallados, las perneras estrechas y los pañuelos de bolsillo visibles son notas que definen un estilo desenfado pero donde nada se deja a la improvisación. Amante de los zapatos de color marrón, disfruta combinando sus mejores trajes de sastre con modelos de doble hebilla y hasta con mocasines. 

- Estilo francés. 
El look francés o más concretamente el parisino se diferencia por un aspecto a priori desarreglado pero donde todo termina fluyendo con cierta naturalidad. Fieles de los tonos oscuros, entre los que predominan los negros y azules oscuros, raro será verles con tonalidades alegres. La bufanda es su complemento fetiche vistiéndola tanto con topa informal como con traje. Este último y sobre todo las blazers se combinan con prendas de sport como polos o camisetas de pico. 
Si el aspecto despreocupado se aprecia en la popularidad de la camisa vaquera, el aspecto relajado-chic lo vemos en los zapatos, pieza clave en todos sus conjuntos. A diferencia de lo que ocurre en otros países, el zapato de cordones es el principal protagonista, independientemente del ambiente, y acompaña orgulloso incluso a sus conocidos pantalones pitillo. La aparente simplicidad también se aprecia en la ropa formal, conjuntos donde las marcas francesas más reputadas ganan la partida en popularidad a las tijeras más avanzadas. 

- Estilo español. 
Difícil resulta hablar de un estilo patrio. A excepción de prendas como la Teba o la capa española, pocas aportaciones reseñables hemos realizado a la vestimenta del hombre internacional. De gran sobriedad donde lo importante es pasar desapercibido y no destacar sobre el resto, el hombre español es tímido resultando extraño verle vistiendo trajes cruzados o de colores alejados de los populares azul marino o gris oscuro. 

Con los zapatos como principal asignatura pendiente, la comodidad prima en sus elecciones, tanto en los conjuntos informales como en los de corbata. Con una gran sastrería todavía por descubrir, el traje de chaqueta sigue viéndose más como una obligación laboral que como una prenda con la que disfrutar. A la hora de vestir de sport y a pesar de contar con marcas nacionales, prefiere otorgar su confianza a las marcas italianas y americanas más conocidas. 
Un estilo que merecería un estudio detenido es el estilo japonés. Muy preocupado por su aspecto estético, el japonés es un sibarita a la hora de escoger su ropa. Su predilección por lo hecho a medida y los zapatos artesanales le convierten en el nuevo referente internacional. 

El Aristócrata