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martes, 12 de abril de 2022

LA SASTRERÍA EN TIEMPOS DE PANDEMIA


No corren buenos tiempos para el comercio en general, y menos para la sastrería. La sastrería no deja de ser un capricho; un capricho que como tal es prescindible. Bastante difícil es hacer frente a las obligaciones diarias, como para en tiempos inciertos completar el armario con ropa que con bastante seguridad no necesitamos.

Esta semana un sastre muy buen amigo, un enorme sastre por cierto, me llamaba para decirme que cerraba, que no podía aguantar más. Reconozco que la pena se apoderó de mí. Es, y siempre será, uno de los profesionales de la aguja al que más respetaré y quizás por ello fue como si una parte de mi se apagara con la noticia. Después de superar el golpe pensé cómo era posible que, siendo el sastre de varios presidentes del IBEX e, incluso, el sastre escogido en los últimos tiempos por el Rey podía verse abocado a tal situación. El resumen es tan sencillo como que no entran nuevos pedidos y los que están listos para entregarse no son recogidos. A esto hay que añadir que, si no te enfrentas con frialdad a la realidad, esto es, si mantienes a toda tu plantilla sin EREs o ERTEs los gastos son los mismos que antes de la pandemia, pero los ingresos solo han disminuido.

Cuando colgué de hablar con él pensé que si esto le estaba pasando a mi gran amigo qué no estaría ocurriendo a compañeros suyos con menos clientes, sastres menos conocidos y no más formación profesional que la de la aguja. Al fin y al cabo, mi querido sastre estaba próximo a la jubilación y solo adelantaba unos años un bien ganado merecido descanso. 

Un par de días después comía con otro sastre, pero este mucho más joven. Hablando de los tiempos que vivimos obviamente le pregunté por la marcha de su negocio. Y no pude más que alegrarme de su respuesta. Aún con cierta incertidumbre, este me comentaba que él estaba contento, que los clientes no habían dejado de venir, que seguía recibiendo a otros nuevos– la mayoría jóvenes – y que los números, de momento, cumplían con lo previsto. 

Claramente, dos realidades muy diferentes. Pero, ¿qué ha hecho este último sastre diferente al primero y, me temo, que a la mayoría de sastres de España? Algo tan sencillo como no pensar en este mes y tener siempre la vista, no en el mes siguiente, sino en la década siguiente. Para ello, ha sido sastre en su taller pero también ha sido muchos otros perfiles fuera de ella. Se ha movido por hoteles ofreciendo sus servicios, ha luchado sin ayuda alguna para aparecer en las revistas del sector, ha hecho infinidad de actividades en su sastrería para clientes y no clientes, ha tenido a los blogs tanto nacionales como internacionales como multiplicadores de su producto, ha buscado a los jóvenes – sus clientes del futuro – hasta en los portales de sus casas, ha sido muy activo en las redes sociales, ha confeccionado pagándolo él mucha ropa para eventos o para personajes públicos con la esperanza de que en el futuro esto le revertiera algún rédito. Hasta me consta que a sabiendas que le costaría dinero se ha subido en un vuelo rumbo a Londres a probar a un nuevo cliente que solo quería una chaqueta… En otras palabras, ha sido, además de sastre, un gran comercial con vocación empresarial.

Y hablando de buenos comerciales, me viene a la cabeza las últimas noticias que sobre la pandemia he leído referente a los sastres ingleses e italianos. O mejor dicho a los sastres de Londres, Milán y Nápoles. Y la situación no puede ser, también en este caso, más diferente. Si los sastres de Savile Row están aguantando el tirón, sus homólogos italianos están sufriendo mucho por subsistir. 

Londres es una enorme ciudad con un poderío económico muy superior al de las ciudades italianas. En Londres no solo habitan ciudadanos británicos sino de medio mundo, siendo estos suficientes para mantener las sastrerías ocupadas. Con seguridad también estas estarán perdiendo pedidos de clientes internacionales que ahora no pueden viajar y están residiendo en el extranjero. Pero, la clientela, tanto nacional como internacional, que vive en Londres es tan grande que pueden esperar a que pase la maldita pandemia sin necesidad de verse abocados a cerrar sus sastrerías.

Sin embargo, la situación de Milán y Nápoles es bien diferente. El 85% de la clientela de estas sastrerías es internacional y con esta sin poder viajar su realidad es bastante dramática. El número de sastrerías en Nápoles por ciudadano es el más elevado del mundo. Allí hay todo tipo de sastres: buenos y regulares, caros y baratos. Pero tanto unos como otros vivían en su mayoría del cliente internacional y este ya no pasea por sus calles. No obstante, unos pocos sastres pensaban en su vida dentro también de diez años y han viajado antes de la pandemia yendo ellos a buscar cliente y no esperando que el turista sartorial entrase en su sastrería. Serán estos los que en cuanto puedan viajar retomen su vida y sus viajes. Mientras, los que disfrutaron sin hacer mucho de la popularidad de la sastrería napolitana viendo como los clientes entraban a su sastrería tendrán que replantearse su futuro. 

Mi opinión es que hasta que no haya vacuna la situación no va a mejorar, es más, me temo que en el tema que nos ocupa la situación solo hará que empeorar. Ojalá me equivoque, pero no creo que la vacuna llegue, al menos no de manera masiva, antes de 2022. Es decir, queda al menos queda un largo año de travesía por el desierto. Y cuando esto pase habrá que ver cómo de mermadas están las finanzas del personal. 

Los que tengáis buena memoria recordareis el artículo que escribí hace cinco meses durante la primera ola sobre las medidas que yo tomaría de ser sastre para afrontarla. Mi segundo sastre, el previsor y el que se despertaba todos los días pensando qué debería hacer ese día para seguir ejerciendo el oficio dentro de diez años, aplicó varias de ellas. Del resto no lo sé o no me consta. Mejor sería que no me constara pues vienen probablemente los meses más duros a los que se va a enfrentar esta entrañable profesión y el que no se haya preparado para ello no va a sobrevivir. 

El Aristócrata

lunes, 4 de noviembre de 2019

LA SASTRERÍA NAPOLITANA

A lo largo de los años habéis sido muchos los que de manera abierta o a través de peticiones privadas reclamabais que se escribiera un artículo sobre la sastrería italiana y más concretamente sobre la sastrería Napolitana.

Antes de entrar en profundidad a hablar de este tipo de sastrería es importante tener en cuenta que la sastrería Napolitana ya no es exclusiva de los sastres Napolitanos y que hoy al ser este estilo muy demandado sastres de otras ciudades, e incluso de otros países, practican también la técnica utilizada por los sastres napolitanos.

Por ello, aunque todos podamos tener en mente una serie de diferencias básicas entre, por ejemplo, el estilo inglés e italiano es importante recordar que no siempre ciertas características son exclusivas de uno u otro corte. Es más, lo que hoy mucha gente denomina de forma genérica corte italiano no siempre coincide con el tipo de corte de ciudades como Milán o Roma.

Igualmente, es importante no olvidar que en Nápoles e incluso en Roma hay tantos estilos como sastres existen y generalizar como hoy se hace sobre el corte napolitano, milanés o romano es dejar de lado muchas consideraciones.

Y para terminar estas notas introductorias también hay que tener en cuenta que el trabajo del sastre evoluciona en el tiempo y que una chaqueta cosida hace quince años por, por ejemplo, Rubicciani diferirá bastante de la última chaqueta que abandonó su sastrería.
La sastrería alemana y francesa

Dicho todo esto, también es importante recordar a los más fervientes seguidores de la sastrería napolitana que al igual que en todos los países hay caballeros que cuidan con gran esmero su vestimenta también hay buenos sastres en prácticamente la totalidad de los países de la vieja Europa.

Y quien no esté de acuerdo con esta afirmación le recomiendo que profundice en los requisitos y los años de experiencia que se exigen en Alemania para poder poner en la puerta de una sastrería las palabras Maestro Sastre.

Mención aparte requiere Francia. No deja de ser curioso observar como en Francia, país que todavía ocupa la cúspide de la alta costura femenina, cada día resulta más difícil encontrar caballeros que vistan elegantemente de traje. Y eso que no hay que olvidar que en Paris en un tiempo atrás se establecieron muchos de los sastres y camiseros ingleses e italianos más reputados.

Los mismos Henry Poole, Caraceni y Cifonelli y Hilditch & Key, abrieron todos en Paris aunque hoy excepto la casa italiana Cifonelli y el inigualable también italiano Camps De Luca ya nadie queda en Paris y los italianos, y la mayoría también de los ingleses, que fueron un día a Francia volvieron a su país sencillamente porque los caballeros franceses no demandaban ya sus servicios.
Y todo ello sin olvidar que en Francia los caballeros llegaron a vestir francamente bien como atestigua la elegancia de actores de la talla Noiret, Belmondo o Gabin.

Dicho todo esto, es de justicia admitir que hoy son el Reino Unido e Italia los dos países referentes a la hora de vestir.

El denominado British Style tiene toda una historia detrás mientras que el denominado Stile Italiano es algo reciente. Con total confianza podemos afirmar que Nápoles sin Savile Row no hubiera alcanzado las cotas de calidad y perfección con las que hoy cuentan sus principales sastrerías.

Como ya dijimos en aquel artículo donde comparábamos el British Style con el Stile Italiano es de justicia admitir que si hoy hay una forma de vestir que traspasa fronteras esa es la italiana. Sin embargo, tampoco nadie debería dejar de admitir que si el estilo italiano y concretamente la sastrería napolitana ha alcanzado tales niveles de perfección es porque tenía donde fijarse y a partir de ahí crear ese estilo tan particular.
El por qué de Nápoles y Londres

Puede parecer lógico que la mayoría de los hombres mejor vestidos del Reino Unido se concentren en Londres. El poder económico de la capital inglesa así como el aglutinar muchos bancos tanto nacionales como extranjeros, despachos de abogados, sedes de multinacionales, auditoras, consultoras y otros lugares donde se cuida con especial esmero la forma de vestir ha hecho que desde hace dos siglos los más reputadas sastrerías y camiserías abrieran allí sus puertas.

Sin embargo, algo que llama poderosamente la atención es el hecho de que independientemente de que ciudades como Milán o Turín hayan sido el centro financiero de Italia, sea precisamente una ciudad de poco más de un millón de habitantes la que mejor haya sabido guardar la tradición. Nápoles es hoy el referente del buen vestir y la Meca a la que acuden los caballeros más elegantes del mundo en busca de ese corte tan característico.

Quizás el principal motivo de todo esto sea el hecho de que en Nápoles la tradición tenga, en todos los aspectos de su sociedad, mucha importancia. Solo como ejemplo apuntar que la gran mayoría de los caballeros napolitanos no entendería acudir a cenar a uno de esos lugares fashion que tanto abundan en las ciudades europeas y prefieran acudir a las Trattorias de toda la vida.
No deja de ser igualmente curioso el que en Nápoles la camisería a medida esté más extendida que en cualquier otro sitio en el mundo y sus propios habitantes elijan acudir a la camisería a medida y no al RTW a la hora de comprar sus camisas. La camisería a medida está tan extendida en Nápoles que sus precios son francamente competitivos de compararse con los de las principales ciudades europeas.

Es tal el poder de la tradición en Nápoles que es de los pocos sitios de Europa donde los caballeros todavía siguen yendo a las barberías y no a las peluquerías tal y como se conocen aquí.

De la misma forma, a nadie le debería sorprender encontrar señores de 70 años que solo tengan en su armario trajes a medida. Y esto no es porque sean presumidos; es sencillamente porque así han sido siempre las cosas allí y para sus habitantes resulta inconcebible que fuera de otra forma.
El comienzo de la sastrería Napolitana

Durante los años dorados del vestir masculino, los años 30, la elegancia de Cary Grant (quien por cierto era también cliente de la sastrería romana Caraceni), de Fred Astaire o de David Niven se apodera de la gran pantalla y su manera de vestir es imitada, o al menos se intenta, por los caballeros de la época.

Y es precisamente a partir de los años 30 donde el conocido hoy como estilo napolitano empieza a florecer.

Es concretamente con la unión de los míticos sastres Attolini y Rubinacci cuando nace en los años 30 la archiconocida London House. Es concretamente la London House y otro sastre italiano hoy ya elevado a mito por los estudiosos de la aguja, Angelo Blasi, quienes empiezan a desestructurar las armadas chaquetas inglesas imprimiendo ese toque único que desde hace unos diez años atrás ha ganando la partida a los sastres de la Row.

Para los amantes de este corte y reforzando la idea con la que abríamos este artículo de que no es bueno generalizar al hablar del corte napolitano apuntar que todavía hoy se dice que en Nápoles existen dos escuelas: la de Blasi y la de Attolini.

La principal diferencia es que el corte de Blasi es algo más estrecho de hombros y su chaqueta algo más armada, más tipo inglesa, mientras que la hechura de Attolini es algo más ancha. Los seguidores de Attolini mantienen que fue él quien desestructuró la chaqueta de Blasi, le quitó las hombreras y empezó a coserla entretelas muy finas dando lugar a lo que hoy la gente evoca cuando piensa en un traje napolitano.
Aunque el párrafo anterior podría hacer “correr chorros de sangre” entre los fervientes seguidores de una y otra corriente, lo que parece claro es que la sastrería italiana encontró en la alta sastrería inglesa el perfecto espejo en el que fijarse, imprimirle su propio estilo y crear un traje de una enorme comodidad.

Comodidad que consiguen olvidándose del forro, prescindiendo o utilizando finísimos paddings y escogiendo solo telas de tacto exquisito así como de una enorme ligereza y elasticidad.

Quien haya tenido la oportunidad de vestir uno de estos trajes habrá sentido la sensación de ir vestido de sport y no con traje alguno. El que apenas pesen los trajes resultantes y la facilidad de movimientos que permiten sus telas hacen que se adapte de forma totalmente natural al cuerpo. Esto hace que transmitan la sensación de ir, permitirme la expresión, como si se fuera con ropa de deporte. Y si lo que buscamos es esto hay que reconocer que como los Napolitanos ninguno.

De Londres a NápolesSi bien es de justicia admitir que desde hace ya diez años es la sastrería italiana y más concretamente la napolitana la que domina el mundo de la alta sastrería también lo es el hecho de que Nápoles no sería lo que hoy es sin, por un lado, un buen marketing y por otro Savile Row.
Así por ejemplo, resulta apropiado recordar que el mismísimo Rubinacci envió a SR a un miembro de su familia para que aprendiera el trabajo de los sastres londinenses y lo exportara a la London House de Nápoles.

También el sastre de Roma, Tommy Caraceni, fue enviado por su padre en los años 30 a Henry Poole para que entendiese y aprendiese la forma de trabajar de la que por aquel entonces era considerada una de las mejores sastrerías del mundo.

Otro ejemplo fue Arturo Cifonelli quien aprendió la profesión de su padre Giuseppe en Roma pero en vez de quedarse en Roma también se marchó a SR. En 1911 decidió volver a Italia y en 1930 terminó abriendo su tienda en París; donde hoy todavía sigue esta sastrería.

Si de los años 30 a los años 60, SR es el centro mundial de la más alta sastrería después de esta fecha se empiezan a invertir las tornas y la más actual y natural sastrería italiana gana año tras año más popularidad y los ojos de los consumidores de este arte que es la sastrería a medida empiezan a fijarse en ella.
Sus principales características

Los italianos han adaptado el estilo clásico inglés a los nuevos tiempos estilizándolo y desestructurándolo lo que ha dado lugar a lo que hoy se conoce popularmente como el estilo Napolitano.

Este característico corte se diferencia por contar con apenas “relleno” o entretelas, no tener forro excepto en la las mangas y carecer de estructura. Si bien todas estas características se pueden encontrar en otras ciudades italianas con elevadas temperaturas seguramente sea el archi conocido hombro napolitano la nota más característica del estilo napolitano.

Tampoco podemos olvidar esos tejidos de enorme ligereza y comodidad que nadie como sus sastres saben elegir para combatir las elevadas temperaturas de Nápoles. ¡Y eso que la gran mayoría de ellas todavía proceden del Reino Unido!

Son precisamente estas características las que hacen tan atractivos y hasta objeto de culto los trajes que cortan las tijeras de los más aventajados sastres napolitanos. Sin embargo, antes de dar por bueno la idea generalizada de que la terminación de estos trajes es la más avanzada y la más exquisita es importante hacer alguna puntualización.

El cliente de la sastrería más purista napolitana debe saber que estos trajes dan la sensación de estar más próximos a un conjunto de sport que a uno de chaqueta. El aspecto ligero del traje napolitano le quita formalidad y no deberíamos sorprendernos de escuchar de alguna voz autorizada que esto no es un traje y que además su construcción tiene mucho más de mito que de realidad.
También es importante recordar que si la tela no es de una calidad excepcional y confeccionada pensando precisamente en que no será cosida con forro alguno es muy probable que termine arrugándose de forma rápida. Y por supuesto si no se acude a la cuna de esta sastrería es mejor asegurarse un buen corte de “la vieja escuela europea” que innovar este corte con uno de nuestros sastres.

Este tipo de confección consigue resultados espectaculares con los trajes cruzados. Las DBJ tan demandadas y bien vestidas en el país de la pasta envuelven con una gran naturalidad y estilo a sus afortunados propietarios.

Como acabamos de apuntar uno de los rasgos más característicos del estilo Napolitano es la forma en la que se cosen las mangas a los hombros. Apenas se forma el conocido popularmente como “chorizo” y tampoco se aprecia apenas la costura donde se unen el hombro y la manga.

La terminación de la hombrera es redondeada. Igualmente, en muchos casos se aprecian pliegues a la altura de la costura del hombro. Esto último es así debido a que la chaqueta no cuenta con apenas hombrera y en la caída natural de la tela no queda más remedio que aparezcan éstas; algo que hoy hasta se exagera para reclamar el sello de “hombro napolitano”.
A esto hay que unir que para ganar comodidad la extensión de la tela del brazo que se une con la hombrera es más larga que la del diámetro de la hombrera. Esto obliga al sastre a, con mucha pericia y siempre a mano ya que las máquinas de coser no permiten coser dos trozos de tela de diferente extensión, introducir el sobrante de la manga en el hombro. Es precisamente esto lo que hace que aparezcan en muchos casos esos pliegues de los que estamos hablando.

Con todo esto se consigue una caída del hombro totalmente natural donde apenas se aprecia la existencia de la hombrera; entre otras cosas porque ya de por sí la propia hombrera es mucho más delgada de la que estamos aquí acostumbrados.

Otra de sus características principales es que, guardando las diferencias, se asemeja en gran medida al corte del hombro de una camisa; lo que los sastres napolitanos denominan como spalla camicia.Es importante nuevamente mencionar que si bien ciertas características, como la ausencia de padding en la hombrera, son comunes a la mayoría de los sastres napolitanos, otras como la mayor o menor limpieza de líneas dependerá de cada casa.

El no contar con forro les obliga a coser los bolsillos sobre la chaqueta en forma de parche, es decir, sobre la tela de la chaqueta y no con un bolsillo interior. Por eso es hoy tan frecuente observar como los sastres napolitanos han preferido dejar el interior de la chaqueta limpio, sin que se aprecie forro ninguno, y coser los bolsillos por fuera.

Otras casas, también napolitanas, prefieren forrar solo los costados para poder coser tanto los bolsillos laterales como el del pecho en el interior de la chaqueta.
¿Qué sastrería es mejor la italiana o la inglesa?

Sinceramente creo que quien mantenga una postura radical hacia una u otra sastrería se equivoca. Y se equivoca porque no hay una sola sastrería italiana o inglesa como tampoco hay un solo sastre en cada una de estas y porque también el trabajo de los sastres evoluciona.

Además de todo esto, no podemos olvidar que un buen sastre está capacitado para hacer el corte que le pida su cliente. Y quien no esté de acuerdo con nosotros que se pase por Anderson & Sheppard y pida que le corten un Rubinacci. Seguro que se sorprendería con el resultado.

Igualmente, a cada uno de nosotros nos puede gustar más uno u otro estilo y no por ello el otro corte es demasiado anticuado o por el contrario demasiado moderno. Si a todos nos gustara lo mismo creo, por ejemplo, que este blog no existiría.

Para mí nuevamente la clave está en el cliente. Dependerá de él y de lo exigente que sea el que consiga un traje mejor terminado. Todos nos esmeramos más en nuestras profesiones cuando sabemos que a quien tenemos enfrente conoce la diferencia entre lo bueno y lo excepcional.

Del Duque de Windsor, Fred Astaire, Cary Grant e incluso del mismísimo Príncipe Carlos han comentado sus sastres que eran clientes difíciles y que no se conformaban con cualquier cosa buscando siempre la perfección en la terminación de sus trajes.
Decía Angelo Blasi: "personalmente no me interesa el cliente a quien se puede satisfacer fácilmente, ese que está inmediatamente contento con mi trabajo. Hay poca satisfacción con un cliente así. Por el contrario dame el cliente exigente. En una palabra alguien que sea igual de perfeccionista que yo y que me obligue a sacar todo mi talento y destreza”.

Dicho esto y después de estudiar la sastrerñia napolitana creo que para calificarla de mejor o peor que la de otras ciudades es de vital importancia conocer nuestro concepto de traje y finalmente de lo que significa la palabra elegancia para nosotros.

Conclusión: Para todos esos lectores que me acusan de “no mojarme” con mi opinión en mis artículos decirles que sin quererme extender mucho yo diría que si lo que buscamos es limpieza de líneas, sobriedad, simplicidad, perfección, ausencia de arrugas y un traje que obedezca a los patrones clásicos de lo que debería ser un traje nuestra decisión debería ser la sastrería europea (inglesa, española, alemana o francesa).

Si por el contrario lo que buscamos es comodidad, estilo, la máxima calidad de mano de obra, naturalidad, diseño, tejidos de calidad excepcional y súper ligeros así como desprender un cierto grado de desenfadamiento parece claro que nuestra opción debería ser la sastrería napolitana.

O dicho de otra forma: la alta sastrería inglesa sigue siendo propietaria de la hechura más perfecta y de la atención al mínimo detalle mientras que la napolitana es única en diseño y en calidad de la mano de obra.
Y después de todo esto, lo más importante: ¿ustedes que opinan?


El Aristócrata

lunes, 15 de febrero de 2016

5 CLAVES PARA ELEGIR A TU SASTRE



Los beneficios estéticos de vestir de sastre son muchos y fácilmente reconocibles. No solo se puede escoger entre un sinfín de telas y composiciones que no se ofrecen en la confección industrial, sino que además se consigue una prenda totalmente ajustada a las características físicas concretas de cada cliente.

Se trate de un abrigo, un traje, una chaqueta etc., estos se cortan, y cosen, atendiendo únicamente a las líneas de tu cuerpo con el objetivo de ocultar posibles defectos y realzar las virtudes que todos tenemos. Por ello, nunca un traje de confección, por reputada que sea la marca, puede conseguir los mismos resultados estéticos que uno a medida. Una vez de acuerdo con esto, muchos nos preguntaremos sobre a qué sastre acudir.
1.     Precio. Un traje a medida vale mucho y consecuentemente tambiéncuesta. Si tenemos en cuenta que se necesita un mínimo de cuarenta y cinco horas en su confección y que la hora se paga a un precio justo entenderemos el porqué del alto precio final. Al coste de la mano de obra habrá que sumarle el coste de la tela – un veinte por ciento del precio total – los gastos de local, luz, seguridad social, IVA y el beneficio del sastre. Por todo ello, resulta muy difícil que un traje artesanal cueste en España menos de 2.000€; precio que asciende hasta los 3.500€ dependiendo del sastre se elija (el precio medio de un buen traje a medida en Inglaterra son 4.500 libras). Por ello, es importante desconfiar de aquellos lugares donde se ofrecen trajes a medida muy por debajo de estos precios ya que difícilmente será a medida e imposible estar cosido a mano.
2.     Estilo. Un buen sastre puede adaptarse a los gustos de cada cliente. Sin embargo, todos tienen un estilo más o menos definido. Fijémonos en aquella persona que nos gusta como viste e investiguemos quien lo hace. Internet nos puede echar una mano importante. Observemos in-situ prendas medio trabajadas o terminadas para saber si estamos ante nuestro sastre. Dicho esto, conseguir una chaqueta, un traje o un abrigo estiloso no resultará tarea fácil en nuestro país de no entrar en la sastrería con una idea muy clara de lo que queremos. 

Nuestros sastres pueden presumir de contar con una buena mano de obra pero, sin embargo, y siempre desde mi opinión, sus gustos no han evolucionado a la velocidad de la vestimenta del hombre contemporáneo (y obviamente sigo hablando de la vestimenta clásica y  no de modernidades absurdas). Todavía hay muchos sastres españoles que no han estado ni una vez en su vida en el Pitti (Feria donde se puede ver lo peor pero también lo mejor y que debería ser cita obligada para todo amante del vestir del hombre, más si cabe cuando uno vive de ello). Raro es también ver que sean suscriptores de alguna revista de moda de hombre por lo que sus gustos, y finalmente su estilo, cambia más por la influencia de sus clientes que viceversa.
3.     Calidad de la mano de obra. Al contrario de lo que ocurría antaño, hoy la mano de costura de calidad escasea; parte por culpa de los nuevos tiempos pero también y, aunque no sea del gusto de todos los sastres reconocerlo, parte por culpa de los propios sastres que no tienen un interés real alguno en capacitar a alguien que luego pueda convertirse en competencia. Contar con un buen taller resulta hoy si cabe más importante que el propio sastre que corta y afina la prenda. Los pocos oficiales que quedan en activo se han convertido en pieza clave de todo el proceso. Fijémonos en cómo está rematada la prenda – picado de solapas, ojales, montaje de la manga, vivos, interiores etc – y exijamos que todo ello esté realizado con esmero y, por supuesto, a mano.
4.     Taller propio. Antes de que entrara la confección industrial los hombres no tenían otra alternativa que acudir a la sastrería artesanal para vestirse. Esto aseguraba al sastre contar con trabajo todo el año permitiéndole tener sus propios trabajadores. Sin embargo, hoy la entrada de pedidos es incierta obligando a externalizar parte del trabajo en talleres externos que cobran solo por prenda trabajada. Esto puede terminar traduciéndose en un traje de  terminación muy parecido al de otro sastre a priori no tan destacado. Aunque la mayoría de los sastres lo nieguen, tanto en España, como en el Reino Unido o en Italia, incluso las sastrerías que cuentan con taller propio externalizan parte del trabajo. Asegurémonos que este sea el menor posible.
5.     Versatilidad del sastre. Si muy importante resulta alcanzar cierta empatía con el sastre, más lo es todavía decantarse por uno global. Escojamos a ese sastre capacitado para hacer un traje, un abrigo, un macfarlane, un chaquetón de caza, unos breeches de montar, un esmoquin o cualquier otra prenda que en un momento dado pudiéramos necesitar.


El Aristócrata

lunes, 15 de junio de 2015

SASTRERÍA DANIEL SCHLEISSNER, PRESENTE Y FUTURO DE LA SASTRERÍA



Los que habéis estado conmigo todos estos años creo que si os preguntara cuál es la temática con la que identificaríais esta página muchos dirías que con la sastrería artesanal. Y aunque para mi la temática de este rincón son los productos del vestir masculino, en general, más especiales y artesanales es cierto que la sastrería ha ocupado gran parte de este espacio. 

Con el paso del tiempo he tenido la suerte de conocer el trabajo de grandes sastres tanto nacionales como internacionales y aunque no sea de todo el mundo grato de escuchar creo haber llegado a una conclusión; conclusión que conforme pasa más tiempo y más conozco no hago más que ratificar. A nuestra sastrería artesanal le falta estilo pero le sobra calidad de mano de obra. Si bien el primer punto siempre será algo subjetivo sobre el que no cabe discusión es sobre la calidad del trabajo artesanal de nuestros sastres. Y este gran trabajo de nuestra sastrería nacional es ratificado por cuantos sastres internacionales la han conocido. 
Respecto al estilo, es cierto que tenemos un largo camino que recorrer. Basta ver como visten los sastres de primera línea internacionales y como visten los nuestros para comprender que el concepto de estilo de unos y otros poco, o nada, tiene que ver. Y este déficit de estilo personal se termina transmitiendo en mayor o menor medida a las prendas que estos confeccionan. Esto unido a la timidez del cliente español da como resultado prendas con un enorme trabajo artesanal pero sin “punch”, alma, adrenalina, expresión, duende, estilo, o como queramos llamarlo. Y uno de los culpables de esta situación es, siempre a mi entender, la elevada edad de las tijeras nacionales.

Por ello, el artículo que traemos esta semana a nuestra página es de un gran interés al unir lo mejor de los dos mundos: la artesanía en su máxima expresión y la juventud, las ganas y un concepto totalmente actual de la sastrería artesanal. Y si esto fuera poco hemos conseguido sacar de su taller a esa persona que nunca vemos pero que en gran medida es la gran responsable de la prenda que nos llevamos a casa. José Alonso, “el maestro”, Daniel Schleisnner, “la esperanza” y María Alonso, “la ejecución”. 
El limitarse a hacer entrevistas a sastres, camiseros, zapateros etc. no permite enjuiciar si lo que dicen las palabras de los entrevistados concuerda con la realidad. Por ello, solo viendo como trabajan y el resultado final de la prenda final sobre un cliente real, y no sobre un maniquí, desvela la realidad de su creatividad y la verdadera destreza de sus manos.

Aunque un sastre completo no debería tener problema alguno en confeccionar cualquier tipo de prenda, la realidad es que siempre hay una por la que le sienten un cariño especial o con cuya confección disfrutan más. Y es por norma general esa prenda la que traemos a esta página. Y en el caso de la sastrería Daniel Schleisnner escogieron un gabán, y como veremos en siguientes capítulos no cualquier gabán, para llevar a cabo este artículo.  
Debido a lo interesante de estos tres personajes y de todo lo que nos tienen que contar al igual que hicimos con el zapato bespoke de Norman Vilalta dividiremos este reportaje en tres capítulos. Un primero, este, donde narraremos la historia de cada uno de ellos, otro donde hablaremos sobre la primera prueba y un tercero donde uniremos la segunda y tercera prueba.

MARÍA ALONSO

Aunque el orden de los factores no altera el producto, empezaremos hablando de María Alonso persona sin la cual hoy las prendas de la sastrería de Daniel Schleisnner no estarían tan bien consideradas como lo están tanto por sus propios clientes como por la propia competencia. 
María, 34, nos cuenta que empezó en el oficio con quince años, concretamente en la sastrería de su padre ayudándole principalmente sobrehilando y cosiendo ojales. Tras seis años con él y ya con un bagaje profesional importante, sabia ya hacer camisas enteras, este la anima a que haga el curso de cortador de la Confianza siendo una de las solo dos chicas de su curso. Y según apunta Daniel, quien compartió aula con ella, fue el mejor alumno de su año destacando en la realización de las láminas (proceso de marcar a escala en una hoja DINA4 toda la prenda como si se hiciera sobre la tela). A diferencia de otros alumnos, ella tiene la suerte de poder poner en práctica lo que aprende en clase en la sastrería de su padre y perfeccionar al mismo tiempo la técnica de costura. Si en la clase aprendía la base del corte en el taller de José picaba solapas, hacía bolsillos de pecho, ojales, pantalones etc.

De aquellos años recuerda la obsesión de su padre con la pulcritud de la técnica y con hacer bonito sobre todo aquellos detalles que no se apreciaban a simple vista. De hecho Daniel apunta que aunque con él trabajan diferentes oficialas es muy fácil reconocer las prendas hechas por María. Terminado el curso, María vuelve a la sastrería de su padre en General Pardiñas especializándose en la realización de chaquetas y en conocer un poco más la técnica de su padre de cortado. No obstante, su padre no deja de insistirle en la importancia de conocer la realización de todo tipo de prendas y la “obliga” a hacer desde fajines para esmoquin hasta corbatas. 
Con el paso del tiempo se especializa en el trabajo de aguja y dedal dejando la parte de atención al cliente y probador a su padre; en parte también porque según nos cuenta hoy sigue siendo todavía muy difícil para una mujer ocupar ese espacio al seguir prefiriendo el cliente un hombre a una mujer. Dicho esto Daniel nos comenta que es de las pocas personas del gremio en vida, y eso que solo tiene 34 años, que podría hacer en su totalidad desde cero y sin la ayuda de nadie desde una camisa o un abrigo hasta un esmoquin o un chaqué. Además como tanto Daniel como José señalan una chaqueta magníficamente cortada pero mal cosida es un desastre mientras que una chaqueta medianamente bien cortada pero bien cosida se puede fácilmente salvar. Y por ello ambos insisten en apuntar que hoy es mucho mas importante tener un buen oficial que un buen cortador; entre otras cosas porque cortadores siempre habrá pero buenos oficiales no.

Cumplidos los 31 años y con 16 ya de experiencia termina el contrato de alquiler de la sastrería de General Pardiñas y sigue colaborando para otros sastres por indicación de su padre y con el objetivo de conocer diferentes formas de trabajar. Concretamente como todavía hoy lo sigue haciendo, compagina el trabajo para su padre colaborando con las sastrería Moisés Córdova y Jaime Gallo de quienes dice que aprende mucho porque la técnica es totalmente diferente de unos y otros. En su día hizo lo propio con Fernando Hervás hasta que se jubiló. 
Esto nos lleva a preguntarla cuál de todos los sastres para los que trabaja o cual de todos los que ha conocido considera tiene mejor calidad de mano. Y su respuesta no le aguanta ni medio segundo entre sus labios: “mi padre, sin ningún lugar a dudas”. “Y si hablamos de estilo: Collado. Para mí el verdadero artista de la sastrería”. “La pasión que tiene mi padre no la pone nadie y ello se ve en la prenda en su perfección, delicadeza, atención al más mínimo detalle y en definitiva en todo el amor que ves solo en ella”. “Mi padre no hace prendas perfectas pero las hace como él quiere”. “Las prendas que entrega mi padre como digo puede que no sean perfectas pero están hechas exactamente como el quiere que estén hechas”. “Además a diferencia del resto de sastres de primera fila mi padre hace él toda la prenda. Es de los pocos que puede decir que esa chaqueta o ese abrigo es suyo y solo suyo. Otros dirigen el proceso pero no son ellos quienes hacen y cosen las prendas”.

Hoy María cada vez hace menos pantalones y camisas ya que los sastres para los que trabaja prefieren utilizarla en prendas o detalles más complicados. Igualmente, y según nos comenta no le compensa hacer camisas porque estas le llevan del orden de 22 horas y un traje, sobre todo si sabe que es para su padre, unas 62 horas. Apunta que ahora también se dedica más tiempo a cada prenda porque las telas son mucho más difíciles de trabajar por su composición y ligereza. Además según comenta hoy el sastre debe ser un experto en telas ya que al planchar una chaqueta la tela puede encoger de tal forma, hasta dos centímetros, que te obligue a tirar la chaqueta. Hay además que saber donde cortar exactamente e incluso, como en el caso del lino. estudiar la mejor cara de la tela ya que puede haber diferencias importantes. 
Esto nos da pie a preguntarla si entonces los sastres de ahora son mejores que los de antes. Si bien señala que ella cree que sí su padre la interrumpe para preguntarnos si podríamos cualquiera de nosotros afirmar si Messi es mejor de lo que era Alfredo di Stéfano. “Cada uno fue el mejor en el momento que le tocó vivir. Y hoy como ayer de haber coincidido, los dos se habrían adaptado al futbol de la época y seguro que habrían sido también los mejores del mundo”. Sobre lo que no muestra duda alguna es sobre qué país tiene mejor mano de obra. Según su experiencia viendo prendas de clientes tanto nacionales o extranjeros que las llevan a las diferentes sastrerías para que se las modifiquen es de la opinión de que como mínimo la mano española está al mismo nivel que la mejor. Sin embargo, también apunta que en marketing, y estilo, estamos por debajo y eso se nota entre otras cosas en la gran diferencia entre los precios que se cobran aquí y los que se cobran fuera.

Sobre qué le deparará el futuro, María nos dice que solo la sociedad lo sabe. Si en unos diez años el cliente de sastrería no tiene reparo en tratar con una mujer a ella no le importaría tener su propia sastrería. Su padre cree que si ella quiere no debería tener ningún problema en conseguirlo ya que tiene mucho amor propio y una afición y destreza con la aguja que no es nada fácil de encontrar al menos en España. De hecho solo considero como alumnos míos a Daniel y a ella. 
DANIEL SCHLEISSNER

Daniel, 43, natural de Madrid al contrario de lo que se suele estilar en la profesión decidió primero cursar la licenciatura de económicas antes de coger las tijeras. Aunque se formó como actuario de seguros, la tradición familiar le tenía guardado lo que sería su futuro desde prácticamente su nacimiento. En concreto, su abuelo Tomás Sánchez ya era camisero y cuando se jubiló le puso una tienda a su madre, la Camisería Sánchez Caro, en la Calle Monte Esquinza; donde todavía hoy se siguen haciendo unas de las mejores camisas de España.

Su abuelo y su madre trabajaron juntos durante cuatro años hasta que fallece el abuelo de Daniel y se hace cargo del negocio su hermano Javier. (“Mariano Langa era amigo de mi abuelo y fue quien inició a mi hermano haciendo camisas”). Daniel por entonces se encargaba de los recados y tras comprobar que no sería feliz como actuario de seguros empieza a cortar camisas en la mesa de la cocina de sus padres mientras ayudaba a su hermano con las camisas que le encargaban Rafael Yuste y Antonio Puebla. 
Daniel habla con su hermano y ven que podrían ampliar mucho los servicios de camisería en Madrid y no duda en ofrecer sus servicios a Alberto y a Manuel Calvo de Mora, Jaime Gallo y a Milford. Al final son Cecilio Serna, Milford y Manuel Calvo de Mora quienes confían en él y le delegan la confección de las camisas de sus clientes.
 
Estuvo haciendo camisas unos años hasta que entabla una estrecha relación con Manuel y Alberto Calvo de Mora, cuando este estaba en la sastrería Cervantes de Marqués Riscal 5. Manuel Calvo y Cecilio Serna le animan a hacer el curso de cortador de la Confianza. Durante su año en la Confianza comparte espacio con María Alonso quien nos cuenta como anécdota que no hacía más que reírse de él por la poca pericia que tenía con la máquina de coser. Terminado el curso de la Confianza, su hermano se rige como su mejor propaganda y muchos de los clientes de la camisería empiezan a probar con Daniel entre otras cosas por lo competitivo de sus precios. 
Poco después se une a la sastrería de Miguel Framit de la calle Velázquez y este le enseña a probar. Mientras tanto, Manuel también le enseña y le insiste que su futuro será siempre mejor si no olvida basar su trabajo en el “método” (técnica propia de la escuela de la Confección). Por diferentes motivos la sastrería de Velázquez no funciona todo lo bien que les gustaría y Daniel le propone a Miguel Framit irse con él al sótano que había debajo de la camisería de su hermano. Poco después le surge la oportunidad de irse a trabajar con Alberto Reventún quien le perfecciona mucho la técnica de costura.

Estando con Reventún le surge la oportunidad de coger la sastrería de Luis Villaseca en la Carrera de San Jerónimo. A esta sastrería iba por las mañanas mientras que las tardes las dedicaba a su sastrería. De su tiempo con Luis, escaso un año, recuerda con especial emoción el haber conocido al oficial Juan. Tras conocerlo, Juan, Toñi y Mari Paz se van con él a su sastrería. “Esos primeros años en mi propia sastrería fueron muy buenos porque estas tres personas, se convirtieron en mi taller y me permitieron entregar prendas de gran calidad”. 
Ya en el año 2005 se cambia del sótano de la camisería de su hermano de Monte Esquinza a unos número más allá donde permanece desde entonces pero ya con el nombre de sastrería Daniel Schleissner . En el 2006 Villegas y Ricardo, herederos de Marín y Lozano, se jubilan, le conocen, compaginan muy bien y le pasan toda su clientela. Esto nuevos clientes, clientes cuyo nivel según Daniel te mantienen fácilmente una sastrería, le permiten coger más oficiales y empezar a hacer un número importantísimo de trajes ya en los años 2007 y 2008.

Hoy la sastrería Daniel Schleissner cuenta con ocho oficiales y su ritmo de entregas le ha animado a coger a dos chavales para irles enseñando (algo muy inusual en el mundo de la sastrería española por el miedo a enseñar a alguien que luego pueda llegar a ser tu competencia).

A Daniel no le importa decir que su especialidad no es coser sino que siempre ha preferido especializarse en la venta del traje, su corte, el afinado y la prueba del mismo. Dicho esto, él es perfectamente consciente de la importancia de una buena mano de obra y por ello no dudó en coger a la que él considera la mejor oficial española, María Alonso, como su oficial de cabecera y de esta forma complementar los conocimientos que él pudiera no tener todavía suficientemente perfeccionados. 
Nos interrumpe José para explicarnos que no hace muchos años atrás, e incluso todavía hoy, los sastres no eran sastres sino mero cortadores. “Antes los sastres se especializaban en figuras como la del cortador porque había trabajo de sobra y no necesitaban conocer otras fases del proceso de construcción de la prenda”. “Normalmente el cortador era quien trataba con el cliente, probaba y afinaba la prenda. Pero era el oficial o oficiala quien la cosía”. “Pocos sastres cortadores en España saben coser y montar una prenda”. Para Alonso un sastre tiene que conocer todos los oficios, debe saber coser, cortar, probar, conocer de telas, de fisionomía; en definitiva ser un sastre global. “Solo haciendo tú la totalidad de la prenda te puedes asegurar que la prenda es el resultado de eso que tu imaginaste cuando vistes por primera vez a tu cliente”.

Cuando le preguntamos a Daniel por los grandes maestros vivos nos responde que en primer lugar y sin duda alguna para él no ha habido nadie como José Alonso. No obstante, destaca el afinado y la limpieza de costado de Jaime Gallo y la hechura de Manuel Calvo de Mora. Daniel define su prenda fetiche como una prenda muy desestructurada, suelta, poco armada, sin plastones y sobre todo cómoda. Cuando le preguntamos por su estilo nos dice que él intenta sobre todo que sus creaciones sean vestibles, estilosas y sobre todo cómodas y que favorezcan la fisionomía de cada cliente. Reconoce que este estilo no siempre es acorde con los gustos de sus clientes de mayor edad pero siempre apuesta por una sastrería minimalista. 
Antes de pasar la palabra a José, este quiere que destaquemos de Daniel sus valores. Aunque en su opinión cree que no debería haber empezado tan tarde en el oficio piensa que su talento y su facilidad para atender a los clientes compensará dicha tardanza. Además de Daniel señala que capta muy rápidamente lo que quiere cada cliente y que está al día de todas las tendencias. Siente que sus precios no se corresponden con la terminación del producto que entrega y le insiste en que debe actualizar de cara al futuro dichos precios para poder seguir teniendo con él a los mejores oficiales.
 
JOSÉ ALONSO

José Alonso Romero, 63, natural de Linares y apasionado, además de la sastrería, del flamenco y de las motos empieza en el oficio siguiendo los pasos de un tío suyo. Con ocho años su madre para intentar contener su exceso de energía le lleva a la sastrería donde trabajaba como pantalonera una vecina suya y consigue entretenerle sobrehilando pantalones y pasando hilos. En pocas semanas hace a la muñeca de la hija de una de las oficialas un impermeable el cual crea furor entre las amigas de la niña y José empieza a vender los impermeables y otras prendas de muñeca entre las amigas de esta. Su madre, ante la grata sorpresa de pensar que su hijo tiene un don especial en sus manos, le lleva a ver al sastre para el que trabaja. Este le mandó hacer unas operaciones básicas y el resultado le sorprendió. José Alonso tenía por entonces solo nueve años. A partir de entonces y hasta que cumplió doce años todos los días al salir del colegio iba a la sastrería a jugar con lo que luego se convertiría en su forma de vida. 
Contaba precisamente con doce años José cuando cierran la fábrica donde trabaja su padre lo que les obliga a toda la familia venirse a Madrid. Aprovecha que su tío trabaja en Madrid en el taller Divos en la calle Canillas, cuyos socios eran Jaime Gallo y Julián Muñoz, hermano de Pedro Muñoz, para presentarse a los dos socios. Tras ponerle a prueba y comprobar como era capaz con solo doce años de hacerse sus propias chaquetas no dudan en hacerle un hueco privilegiado en el taller.

A los catorce años toma dirección para la Calle Menorca para incorporarse, de la mano de Julián Muñoz, a las filas de la casa de Manuel Dositeo López; según José el mejor oficial del momento y un fuera de serie haciendo gabanes y a quien todavía hoy considera como su maestro. Su estancia allí le fue muy provechosa ya que Dositeo trabajaba casi en exclusiva para tres de los apellidos más famosos de la artesanía nacional de todos los tiempos: Collado (Antonio), los Mogrovejo y Retana. Nuevamente, como parece inevitable José se detiene para hablar de Collado y Mogrovejo e intentar que tanto su hija como Daniel entiendan el porqué todavía ambos apellidos tienen tanto peso en la historia de la sastrería española. 
“Los hermano Mogrovejo eran la ortodoxia, el equilibrio, la seriedad, la educación, la cultura, el estilo inglés, el saber cobrar”. “Collado era como dice Luis Enrique Córdoba todo un disparate pero un disparate maravilloso” “Collado era romper con el concepto clásico de sastrería”. “Antonio apostaba menos por el traje de pose y más por la vestibilidad de las prendas”. “Sus prendas podían desbocarse, estar descotadas o incluso no tener los encuentros limpios pero a pesar de todo ello eran únicos”. “Collado ha sido con diferencia el sastre que más ha influido en las generaciones que vinieron después”. “De hecho todos somos un Collado fracasado”. “Desde su desaparición ningún sastre ha conseguido transmitir la imperfección con la belleza y habilidad que él lo hacía”. “A su maestro Manuel Carretero, maestro de maestros, sastre de Alfonso XIII, le debe gran parte de su éxito”. Alonso nos promete contarnos en los próximos capítulos las tres fases por las que pasó el trabajo de Antonio Collado a quien denomina el Goya de la sastrería.

Aprovecha que estamos hablando de Collado para contarnos una anécdota curiosa. Mientras trabajaba en la tienda de Serrano de Pedro Muñoz, de quien dice que es un magnífico sastre aunque desconocido, vieron a un señor al otro lado de la calle y Pedro sin conocerle ni dudarlo le dice a José “José, mira que le quedaba mal ese traje pero me juego un café contigo a que ese traje es de Collado”. A los pocos días el Conde de Mirasol entró en la tienda, le reconocieron y le preguntaron quien era su sastre. La respuesta no podía ser otra: “Antonio Collado”. “Dicho esto y aunque se trata de un perfil muy diferente también me gustaría que se nombrara a Airtiel García Aliste, un sastre de la Calle Mayor que ha hecho por la sastrería española más que nadir y que me enseñó desinteresadamente muchísimo”. 
De los sastres actuales quiere dejar claro que la calidad de mano de obra de cada sastrería no es la del sastre que la encabeza sino de las personas que hay en su taller. Por ello, José es de la opinión de que al hablar de la calidad de mano de esta u otra casa no hay que hacerlo de este o aquel sastre sino de este o aquel taller. Como vemos que no contesta nuestra pregunta le intentamos sonsacar la respuesta preguntándole que si él no pudiera hacerse sus trajes a quien acudiría. Y a eso sí nos contesta: a Manuel Calvo de Mora porque “es un hombre con muchos conocimientos y taller propio”. “Y su idea de vestimenta es muy similar a la mía”. Y tras preguntarle a quién iría si Manuel estuviera de vacaciones nos dice que iría al actual Córdova “porque me gusta mucho ese aire de mangas voluptuosas, con encuentros anchos y mangas camiseras con recorrido. Jaime también es un gran sastre que consigue una gran perfección estética en sus trajes”. “Fuera de estos me gusta mucho el estilo de Kiton”.

Con López (Dositeo) permanece hasta los dieciocho años, edad en la que es fichado por los hermanos Mogrovejo y traslada su lugar de trabajo al nº12 de la Plaza de la Independencia. Tras rehacerse al shock que le produjo leer en la puerta el famoso “no se admiten clientes” lo primero que le piden los Mogrovejo para ver si lo admiten o no es que les haga un esmoquin y un abrigo de vicuña. Y con solo dieciocho años José Alonso les hace de tal forma ambas prendas que tras verlas Andrés Sánchez Mogrovejo le dice “esto se puede hacer igual pero mejor no por lo que no olvide que desde ayer trabaja para nosotros”. 
Con los hermanos Mogrovejo pasa tres años y con veintiuno decide emprender nuevos caminos y se une a filas de la casa de Jaime Gallo. Hacemos un paréntesis y nos comenta que Jaime siempre tuvo claro que para tener la mejor sastrería tenía que tener a los más aventajados trabajando para él y por eso nunca dudó en contratar a los que él consideraba los mejores independientemente de lo que le costaran; algo esto último que él mismo comprobó cuando le hizo una más que suculenta oferta económica. De hecho por las filas de Jaime Gallo han pasado sastres del nivel de Alberto Reventún, Manuel Calvo de Mora, Antonio Díaz… (de Alberto Reventún apunta que es uno de los mejores sastres, más listo y con un estilo más actual que él ha conocido).

Cuando José Alonso entra en Jaime Gallo la sastrería todavía conservaba el nombre del tío de Jaime, Hilario Casado. En aquellos tiempos la sastrería Hilario Casado contaba con cuatro de los mejores cortadores del momento: Rafael Garrosa, Alberto Reventún, Jaime Gallo y Antonio Díaz a los que se suma José. (es importante tener presente que en aquellos años la sastrería de Jaime hacía 2.200 trajes al año). Jaime le da la oportunidad de hacer todo, absolutamente todo con lo que José había soñado, desde atender al cliente, probar, coser, diseñar etc.   
Tras pasar tres años en la sastrería de Jaime Gallo, su viejo amigo Julián Muñoz le habla de la tienda-sastrería que va a abrir su hermano Pedro en la Calle Serrano con Lista y se une a sus filas como responsable de la sección de sastrería. De su etapa en Pedro Muñoz destaca todo lo que aprendió de él. Según nos comenta “Pedro a pesar de su inicial frialdad ha sido la persona más inteligente que he conocido”. “Un día estaba poniendo el escaparate más bonito del Barrio Salamanca y al siguiente estaba corrigiendo las medidas de la tienda a un arquitecto”. “Además de ser un sastre con letras mayúsculas me enseño desde los secretos de un buen zapato, como comprar a los proveedores, como tratar a los clientes, como diferenciar las calidades de las telas y muchas otras cosas que no están al alcance de un sastre”. “Además entrar en su casa fue más fácil que hacerlo en la de los Mogrovejo: Pedro solo me pidió que le hiciera un traje diplomático gris con chaleco”. “Tras llamar a su hermano Julián se convenció de que el traje lo había hecho yo y sin ayuda de nadie”. “Esto hay que ponerlo en el contexto adecuado y entender que muy pocos sastres sabían coser. Ni Jaime, ni los Mogrovejo ni otros muchos sastres de renombre sabían/saben coser. De hecho antes había concursos para elegir las mejores prendas del año y mientras yo me presentaba solo el resto lo hacía con su sastrería, y sus oficiales, al completo”. “Y a pesar de ello algún premio gané….como podría corroborar si le preguntas a Reillo que era parte del Tribunal”. 
En Pedro Muñoz está seis años, hasta 1980, y se vuelve con Jaime Gallo pero a la tienda de Serrano, Best. Poco después Bretón abre en Fuencarral cinco sastrerías y tras un breve paso por Best se une a ellos con los que permanece diez años. “En Bretón era tan bestial la cantidad de trabajo que había que no fueron pocas veces las que entregábamos prendas que no estaban bien rematadas”. Después de diez años como responsable de Bretón decide por fin independizarse y se instala en General Pardiñas abriendo la sastrería JAR (José Alonso Romero).

En su sastrería JAR pasa veinte años, hasta 2010, momento en el que expira el contrato de alquiler del local. Empieza a buscar un nuevo emplazamiento y el joven Daniel Schleissner se entera de ello y le propone formar equipo. Tras conocer José a Daniel y su sastrería y comprobar que su idea de hacer no más de cincuenta trajes al año la puede llevar libremente a cabo le dice que sí y se suma a la hasta hace poco conocida como sastrería Sánchez Caro. 
Antes de terminar nuestra conversación al “maestro”, como le llaman algunos de sus compañeros, le preguntamos que nos defina su corte. Nos dice que si bien está todo inventado él intenta hacerse eco de las tendencias pero siempre buscando proporcionar la silueta, que su cliente se vea distinguido y todo con el objetivo de que la prenda sea tan cómoda que no te la tengas que quitar para conducir ni para comer. “Es también muy importante conocer al cliente enfrente del espejo y saber no como viste sino como de verdad le gustaría vestir”. “De nada sirve que vaya vestido como yo creo que debería ir si él no está a gusto con la prenda que le he hecho”. “Y a pesar de esto es curioso porque todos mis trajes se parecen”. “Otra cosa que hago que no hacen la mayoría de mis compañeros es trabajar con maniquís. Yo me ayudo de los maniquís conforme hago la prenda y no los uso, como hacen ellos, solo para poner la prenda cuando esta terminada”.


El Aristócrata