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martes, 30 de noviembre de 2021

SASTRERÍA FRANCESA vs SASTRERÍA ESPAÑOLA

 

Si de la sastrería inglesa e italiana hemos hablado largo y tendido en este blog, no así tanto como la española y, si cabe, menos todavía de la francesa, hoy más reconocida que nunca. 

La sastrería francesa, a medio camino entre Inglaterra e Italia, en los últimos años, ha conseguido proyectar hacia fuera rasgos de su tradición sastrera, en particular a través de la labor de sastres de gran nombre como Cifonelli o Camps de Luca. Concretamente estas dos casas han sabido, como pocas, utilizar las redes sociales para darse a conocer mundialmente, algo a las que las españolas se sumaron más tarde y sin consenso previo. 

Hasta bien recuperados Reino Unido e Inglaterra de la II Guerra Mundial, Francia fue el país que marcó los derroteros, no solo de la moda de alta costura, sino también de la costura de hombre. Las mejores sastrerías y camiserías internacionales tuvieron un local abierto en la ciudad del Sena. Pasaron los años y con Reino Unido e Italia recuperados solo la costura de mujer permaneció en París, volviendo la “alta costura de hombre” a sus países de origen. Quizás por ello podemos afirmar que Francia no es hoy un país de referencia de buen vestir, al menos en lo referente al vestir masculino. 

El hombre francés viste bien, pero en términos de estilo masculino resulta difícil identificar unas figuras claras o rasgos globales típicos como los que se suelen atribuir a la sastrería italiana o a inglesa. Como pasa con la sastrería española, la francesa cuenta con profesionales excelentes y de gran prestigio, pero al no haber creado históricamente un estilo propio ha tenido que crecer entre los dos grandes países de referencia, vivir a su sombra e inventarse un estilo con el que definir su sastrería. 

Este estilo está influenciado en cada sastrería por uno más británico o italiano. Lo que sí ha conseguido la sastrería francesa es que, sin un estilo claramente propio, ha sabido inventar detalles que ha incorporado a sus trajes y que ha vendido al exterior como propios. Por ejemplo, el hombro diseñado por la célebre sastrería Cifonelli, con su sisa muy alta, orientada hacia dentro, dejando más espacio en la espalda para la comodidad de los hombros y la libertad de movimientos de los brazos, es asimilado hoy ya a toda la sastrería francesa.  

Otro detalle que hoy se considera propiedad de la sastrería francesa es el cran de solapa que los sastres parisinos han ido desarrollando a partir del diseño de Joseph Camps. Español originario de Vic, provincia de Barcelona, Joseph Camps se estableció en Francia después del final de la segunda guerra mundial, siendo desde entonces uno de los sastres más influyentes del país. En 1969, se asocia con Mario de Luca, sastre de origen italiano, para crear Camps de Luca que, hoy en día, sigue siendo una de las mejores sastrerías de París y, seguramente, de todo el mundo. 

Este cran diseñado Joseph Camps, y al cual se suele llamar “cran parisien”, es un cran sport para chaquetas rectas, pero con una forma basada en un cran de chaqueta cruzada. Es decir, la línea de separación entre la parte del cuello y la parte de la solapa no es recta como ocurre en el cran sport clásico, sino que parte de un punto más arriba en el cuello. Popularizado por Camps, casi todos los sastres parisinos crearon entonces su propia versión usando esta base, jugando con el largo de cada lado del cran, el ángulo de apertura y/o la profundidad del cran. Así fue el caso de sastres como Henri Urban, Gabriel Gonzalez, Claude Rousseau o Francesco Smalto, que salieron del taller de Camps de Luca para establecer sus propias sastrerías. 

También las famosas Maisons Lanvin o Arnys - hoy Berluti -, Max Evzeline, André Guilson (que dedicó muchos esfuerzos en desarrollar la escuela de formación de sastres en Paris) o Jo Kergoat siguieron la tendencia. La nueva generación de sastres artesanos, Maison Sirven, Maison Brano, Kenjiro Suzuki, Maison Pen o Ardentes Clipei, apostaron por mantener estos detalles y seguir expandiendo por medio mundo la idea de la existencia de una sastrería francesa. La idea de algo propio sigue siendo incluso hoy imposible de pensar en la sastrería española, empeñada en defender las características de cada sastrería, pero no como nota común de todas ellas, impidiendo esto que la sastrería española vuele más allá de nuestras fronteras.  

Es tal la idea, o necesidad, de la sastrería francesa de crear un estilo que permita compararse con la sastrería napolitana o inglesa, que incluso en la sastrería industrial es frecuente ver todos estos detalles. Este cran se aprecia en los trajes de muchas personalidades francesas, políticos, actores o altos directivos de la industria francesa, como también de personalidades de países africanos que han guardado la costumbre de seguir yendo a París a encargar sus trajes.

Son estas características, visibles, que no llamativas, las que permiten hablar de un cierto estilo francés. Este se puede definirse como una búsqueda del corte perfecto, afinando la figura sin perder confort y marcando su estilo en unos pocos puntos concretos claramente apreciables. El resto difiere del sastre que se haya escogido, aunque por lo general es frecuente ver una clara influencia de guiños tanto ingleses como italianos, de hecho, por ejemplo, algo tan particular como suele ser el ojal de la solapa en la francesa se apuesta casi siempre por el tipo "milanese".

Y España, mientras tanto, qué. Hablar de sastrería española es, si cabe, más difícil que hacerlo de la propia sastrería francesa. Al contrario de lo que ha ocurrido históricamente con los sastres napolitanos o londinenses, nuestros sastres no han tenido sentimiento de pertenencia a un grupo. Cada uno de ellos ha desarrollado su propia forma de trabajar sin prestar una gran atención a un estilo español que de alguna manera identificara la procedencia de su trabajo. Igualmente, en el sastre español ha primado más la elegancia atemporal que el estilo de sus creaciones. 

Cierto que cada sastre tiene su manera de trabajar e incluyen detalles en sus prendas que pueden, en un momento dado, diferenciar su trabajo de el de sus compañeros internacionales. Sin embargo, difícil sería de ver un traje artesanal español fuera de nuestras fronteras afirmar con seguridad que es español como si se podría hacer de ver uno napolitano o incluso inglés. 

Aunque siempre con excepciones, el sastre español busca más la perfección de líneas o el corte correcto frente al estilo de sus creaciones. Su concepto de estilo va muy unido a lo elegante que queda su cliente con su traje o abrigo. Su gusto evoluciona conforme lo hace el de este, quien es en último lugar quien anima al sastre a probar cortes o detalles nuevos. Nuestro sastre prefiere centrarse en su trabajo que salir a buscar inspiración fuera de su sastrería en ferias, publicaciones o en la propia internet. Aunque las cosas están cambiando, la sastrería española, a pesar de que pocos sastres lo reconozcan, sigue más cerca de la británica que de la más desenfadada italiana. Son trajes de correctas proporciones, de tejidos todavía algo pesados, relativamente armados y donde prima el que la prenda no haga arrugas a que transmita emoción en movimiento. Son trajes que se cosen para la foto, pero no trajes, en la mayoría de los casos, con duende. Obviamente, esto esta motivado en gran parte por el tipo de cliente, un cliente, el español, que raramente arriesga en estampados, tejidos, colores o tipo de corte. En definitiva, un cliente bastante más clásico que el de las sastrerías punteras italianas. 

La sastrería española experimenta hoy una evolución similar a la inglesa. Si bien la sastrería napolitana prácticamente desde sus comienzos ha mantenido la misma idea de lo que debería transmitir un traje, la española e inglesa están en pleno proceso de adaptación a los nuevos tiempos. Si cogiéramos prendas de sastres recientes, pero ya jubilados o desaparecidos como los hermanos Mogrovejo, Antonio Collado, Pedro Muñoz, Hilario Casado, etc. nos deleitaríamos con modelos de prendas que hoy ya no se ven, pero también comprobaríamos el poco uso que hoy se les podría dar. Prendas increíbles pero pesadas - tejidos de peso superior a los 340 gramos -, armadas, con prominentes hombreras, entretelas gruesas, excesivamente cosido y agarrotado, etc. Todo en pos de un traje prácticamente indestructible pero cercano al traje regimental británico. Hoy, por el contrario, mirándose en la sastrería italiana y más concretamente en la napolitana, la sastrería española busca prendas más frescas, más sueltas, con un toque “chic” y, sobre todo, acordes a la nueva climatología y a lo que la juventud reclama. Estúdiese una chaqueta de verano de un sastre de prestigio español y observaremos una terminación muy similar a la de una chaqueta a medida napolitana. 

Dejando de lado al ojo profesional y el más entendido, difícil es adivinar el sastre español que está detrás de ese traje o abrigo que puede llamar la atención en la calle. No hay notas tan características como sí lo hay en ciertas sastrerías napolitanas, londinenses o parisinas para intuir fácilmente quién lo ha cosido. Solapas con forma arqueada y redondeadas, mangas con reborde, cantos abiertos, cosido suelto y ojales con forma de lágrima son algunos de esos detalles que podrían ayudarnos a identificar la procedencia de la prenda. 

Dicho todo esto, si bien todavía es difícil hablar de un estilo claramente español, no lo es hacerlo de algo que diferencia a los mejores sastres españoles: su cuidada mano de obra. Esta es de una gran calidad, en algunos casos tan buena como la que más internacional, y muchos detalles que en sastrerías conocidas inglesas se rematan a máquina en España se hacen a mano. Basta coger una prenda de fuera de nuestras fronteras y ver su rematado, tanto de fuera como de dentro, para apreciar y dar valor a nuestra mejor sastrería nacional. Igualmente, de desmontar la prenda se observaría que las partes que quedan ocultas han sido tratadas de manera más cuidada que en muchas sastrerías admiradas a nivel mundial.  

Una lástima que nuestros sastres no hayan visto la importancia de internet y de las redes sociales para dar a conocer su trabajo. Para ejemplo, lo complicadísimo que resulta encontrar en internet fotos de prendas elaboradas por ellos. Pensemos también por un segundo en Reventún, Alonso o Calvo de Mora, claramente tres de los mejores sastres de España y me atrevería a decir de Europa. ¿Por qué mereciéndoselo no están en la lista de visita de los clientes de sastrería internacional? Sencillamente, porque aún habiendo hecho méritos de sobra con su aguja no son suficientemente conocidos. Y esto en cambio los sastres franceses lo vieron enseguida y para evitar quedarse rezagados de sus compañeros británicos e italianos decidieron hacer una apuesta clara por darse a conocer internacionalmente.

Si tener una de las celebres chaquetas safari de Cifonelli debería ser algo casi obligatorio para el amante de las cosas únicas, el disfrutar de un esmoquin de Manuel Calvo de Mora, más si se es español, debería estar en los primeros puestos de la lista de deseos. 

El Aristócrata

miércoles, 4 de agosto de 2021

BESPOKE XCIII: CADA CHAQUETA UN BOTÓN


No es tan frecuente encontrar un amplio abanico de botones en las sastrerías, y no solo españolas. Es más, si se quiere un botón en concreto, como un botón de asta, es probable que tengamos que encargarnos nosotros mismos de localizarlo o, por el contrario, esperar a que llegue a la sastrería.

Obviamente, la función de abotonar una manga, un frontal, una portañuela la cumple igual un botón de plástico que cualquier otro. Sin embargo, parece lógico que si se cuenta con una buena tela, un acertado forro y, en definitiva, una prenda especial, los botones también lo sean. 

Acertar en la elección de los botones es algo sencillo. Bastará con prestar atención a dos cosas: al color de la chaqueta, abrigo etc., y al tejido. Otras como el tamaño de estos o su propia composición, aún siendo importantes, obedecen a pura lógica. Los botones frontales de un abrigo son de mayor diámetro que los de una chaqueta y si unos botones dorados quedan mejor en un Blazer, los de asta de ciervo aciertan más con una chaqueta de Tweed. Y ante la duda, dejar que el sastre nos aconseje. 

Ahora veremos algunos casos con los que podemos encontremos. Pero antes apuntar que se deberían dejar de lado los botones tipo fantasía, es decir, botones en colores llamativos, formas alejadas a las redondeadas, decorados a mano etc. En definitiva, nunca un botón debiese adquirir demasiado protagonismo; el protagonista es el abrigo o la chaqueta, pero no el botón (quizás por esta misma razón no entienda a aquellos que utilizan un color de hilo diferente para coser uno de los ojales de la manga de la chaqueta). 

Hay botones para trajes, tanto para los formales como para los informales, para blazers, para tejidos de Tweed, para abrigos, para chaqués, para esmóquines etc. Si en las blazers se puede escoger con botones dorados, plateados, de bronce e incluso con un determinado grabado, las chaquetas de Tweed admiten desde botones de piel tipo balón de futbol hasta de hueso. 

Las terminaciones más frecuentes con la brillante, la pulida o la de mate. Entre las tres las dos últimas parecen ser más adecuadas, principalmente porque no son pocos los trajes de confección que utilizan botones de plástico, plástico que suele tener terminación brillante. Si vamos a por un traje con mensaje de formalidad, los botones de corozo y de aspecto pulido armonizan acertadamente. Pudiera no ser fácil diferenciar el corozo del plástico a simple vista, pero bastará con morderlos para comprobar rápidamente si se trata de plástico o del compuesto 100% natural de corozo. 

Probablemente los puristas y los amantes del protocolo más clásico nos ayudarían en la elección del color apuntándonos que los botones deberían ser del mismo color que el de los zapatos. Para estos, tanto los trajes azules como los grises deberían hacerse combinar con botones negros si los zapatos son de dicho color y solo podrán ser marrones oscuros si así fueran los zapatos. Por ello, estos desaconsejan escoger botones azules o grises (también es cierto que encontrar botones en asta en estos colores no es tarea nada sencilla). En Inglaterra si no se especifica nada sobre el color de los botones lo más normal es que de ser un traje, incluso uno gris diplomático cruzado, estos sean negros y, casi siempre, con solo dos ojetes. Por su lado, en Italia muy probablemente nos los cosieran en marrón oscuro. 

Sinceramente, en este punto yo al menos no tengo una opinión tajante. En mi caso, prefiero comprobar el efecto estético del botón sobre la tela que hacerlo pensando en el zapato que con esa prenda vestiré; entre otras cosas porque es más que probable que alterne zapatos de tonos diferentes con la misma chaqueta o traje. Si me fijo en mis trajes veo que casi siempre he seguido la norma, sobre todo con los trajes azul marino, de botones del mismo tono del tejido, si no negros o, aunque en menor frecuencia, marrón oscuro. Dicho esto, lo que sí hay que tener en cuenta es que cuanto más claro sea el tono del botón más informal aparentará ser la prenda a la que acompañe. 

Algo que no me gusta con el esmoquin y el chaqué son los botones forrados. Quien sabe si es porque me recuerdan a conjuntos de alquiler y quizás por ello prefiera mucho antes botones de nácar, desde mi punto de vista mucho más elegantes y especiales. 

No hemos hablado de los botones de los pantalones y no por ello son menos importantes. De ser un pantalón independiente sigamos las mismas normas de las que hemos hablado a la hora de escoger los de la chaqueta. De tratarse de un pantalón independiente pensemos en el uso que le vayamos a dar, más formal o informal, y actuemos en consecuencia. Los puristas lo tendrán claro: siempre nácar en los botones exteriores de la cintura y de corozo, hueso o cuernos en bolsillos y portañuela (los botones por defecto de los pantalones de las sastrerías de siempre británicas).

Finalmente apuntar algo a lo que muy poca gente presta atención y que denota un importante conocimiento sartorial: los botones de las chaquetas cruzadas deben ser algo más grandes que los de hilera sencilla. Obviamente, los del abrigo lo deberían ser todavía más. 

Para otro capítulo dejamos temas también interesantes como si los botones se deberían tocar, sobreponer, las mangas contar con uno, dos, tres o cuatro botones, su correcto cosido o la conveniencia según sea nuestro físico de contar en el frontal con uno, dos o tres. O de ser cruzada con dos, cuatro o seis. 

El Aristócrata

lunes, 19 de octubre de 2020

LA CHAQUETA INGLESA



El Reino Unido, y más concretamente su campiña del S. XIX, ha sido responsable de muchas de las prendas que hoy, doscientos años después, se siguen vistiendo en medio mundo. 

Sin ser la más célebre la chaqueta inglesa, sí es la prenda más extendida de cuantas todavía hoy perduran. Resulta fácil reconocerla por haber cambiado poco en todos estos años y mantener las características que la hicieron famosa.
Su tejido. Aunque puede confeccionarse con innumerables tipos de telas, la franela y el Tweed siguen siendo las más populares. Recordemos que estas chaquetas se vestían en muchas ocasiones sin abrigo exigiéndolas suficiente protección contra el frio y la lluvia. Estampado. 

Atrás quedó el tiempo en el que las familias se distinguían por el estampado de su chaqueta. Los muestrarios hoy son de lo más variados e imposible no encontrar uno que guste. Los lisos y, sobre todo, los de cuadros son los más característicos. Si nació en el campo, se popularizó a caballo. De hecho, su corte es prácticamente idéntico al original. 
Holgada como para poder vestir debajo un jersey, suficientemente larga como para tapar el trasero y con innumerables detalles pensados para ganar comodidad, combatir el frio y cobijar los enseres cotidianos. Precisamente pensando en la comodidad se le añadieron dos aberturas, aberturas que permitían en sus orígenes colocar el faldón por encima de la silla de montar y hoy evita que al sentarse la chaqueta se desboque. 

De ver una chaqueta con solo una abertura se antoja procedencia norteamericana. Los hoy extendidos bolsillos en diagonal proceden ciertamente de aquel S. XIX. Entonces el caballo era el medio de transporte más extendido y contar con bolsillos inclinados hacía la rutina de meter y sacar objetos más cómoda. Un tercer bolsillo de medida bastante más contenida servía para guardar los fósforos con los que encender los cigarros que protegían las pitilleras de plata. 
Los bolsillos principales no pocas veces albergaban una petaca con alcohol para calentarse frente al frío y años después para hacer uso de ella en los recesos en la caza del zorro. Si los bolsillos de las chaquetas italianas se caracterizan por ser de tipo parche, en la chaqueta inglesa estos cuentan con solapas para evitar que el polvo del campo entrara en ellos. 

Las solapas de la chaqueta terminan en línea recta y no en pico algo que confiere un aire más informal. Si al final de una de las solapas encontramos un ojal, en la otra puede ser posible descubrir un botón. Su finalidad no era otra que en caso de temporal desdoblar dichas solapas, sobreponerlas entre sí y abotonado el botón tener el torso protegido frente al aire y el frío. 
Si en sus inicios con la finalidad de enfrentarse al frio la chaqueta inglesa contaba con tres botones en su frontal, con el tiempo terminó estilizándose. Para ello, o bien mantenía estos mismos tres botones abotonándose únicamente el de en medio (3 para dos) o directamente aparecían dos abotonándose solo el superior. Los botones, tanto estos como los de las mangas eran, y son, de algún material natural. 

Si antes el cuerno era el material más extendido sin tener que ser todos ellos de idénticas medidas, hoy al botón se le da la clásica forma redondeada y se le decora. También hoy el corzo es frecuente verlo en la chaqueta inglesa. 
El interior siempre cuenta con forro y variados y amplios bolsillos para guardar en ellos todo aquello que impida unas manos libres para trabajar o disfrutar del campo. A esta chaqueta de sport - fue utilizada tanto en carreras de coches como en partidos de tenis - se le fueron incorporando detalles como una protección de piel para apoyar la escopeta o un flojo en la espalda para hacer el movimiento de disparar más cómodo. No obstante, estas son ya todas variaciones de la primera chaqueta inglesa. 

El Aristócrata

lunes, 6 de enero de 2020

LAS CLAVES DE UN BUEN CHAQUETA



Sea porque estemos en plena temporada de bodas o porque es de este conjunto del que más recibo últimamente consultas, puede ser un buen momento esta semana repasar de manera rápida las claves de un buen chaqué: 

1. Atuendo padrino y testigos. El novio es el protagonista. Por ello, si este decide casarse con un traje estándar ni padrino ni testigos deberán vestir de chaqué. Igualmente, si el novio escogiera chaqué estos deberían acompañarle también con él, pero con un chaleco de diferente color. 

2. Cuidado si es alquilado. Si solo se va a vestir ese día resulta comprensible alquilarlo. No obstante, de ser este el caso es aconsejable cambiar el chaleco negro que suele venir en el “pack” de alquiler por uno de color. Cómprese en versión cruzada y con los botones madre perla y el conjunto adquirirá un aire especial disimulando además la procedencia del resto de las piezas. El ser el chaqué un conjunto de tres piezas se permite dejar la levita desbotonada cobrando el chaleco gran protagonismo.
3. Color. Aunque las modas lleven a escaparates chaqués en color azul marino o en estampados diplomáticos, el chaqué más elegante, y correcto, sigue siendo el clásico de levita negro y pantalón a rayas negras y grises. De celebrarse por la mañana, se admite el chaqué gris. En este caso todo el conjunto, levita, chaleco y pantalón, deben ser exactamente del mismo tejido y color.

4. Los zapatos. Solo las botas balmoral y los Oxford lisos son adecuados con este conjunto. El negro, color para los eventos más formales, resulta la mejor opción más apropiada. De escoger los Oxford se podría incorporar una pequeña costura en la puntera. Los modelos semi y full brogue mejor reservarlos para actos menos serios. Los zapatos con hebillas tampoco aciertan con la seriedad del evento.
5. Chistera y guantes. Si no se está familiarizado con su vestimenta mejor dejarlos en casa o esperar al próximo Ascot. Son muy pocas las celebraciones donde se ve una acertada utilización de ambos complementos. 

6. Tirantes. Los conjuntos formales o semi-formales – frac, chaqué y esmoquin – se visten con tirantes, de ahí que lo normal sea no encontrar en el pantalón pasadores para el cinturón. Su color es relativamente importante pues quedarán ocultos tras el chaleco y la levita. El azul marino es un tono seguro. Las lanzaderas de piel consiguen mejor efecto estético que las clásicas pinzas metálicas. 
7. Pañuelo de bolsillo. Es importante evitar que el pañuelo sea idéntico en color y/o dibujo que la corbata; daría como resultado un conjunto demasiado recargado y buscado. El color blanco es la mejor opción pues combina muy bien con el negro de la levita. Mostrarlo de manera paralelo a la costura del bolsillo suele ser lo más seguro. Si los extremos del pañuelo han sido cosidos a mano muéstrense sobrepuestos. No obstante, si se prefiere, se puede introducir el pañuelo de manera desalineada consiguiendo un resultado menos forzado que de experimentar con formas demasiado estudiadas. 

8. Camisa. Aunque la camisa blanca es siempre correcta, mejor probar con una camisa de rayas azules y blancas. Si se quiere imprimir un toque especial se puede optar por una camisa con cuello blanco. En este caso los puños deberán ser del mismo estampado que el cuerpo de la camisa. Gemelos mejor que puño sencillo. 

9. Corbata. De corte clásico y color no estridente. Los tonos azul marino con algún pequeño dibujo son elección segura. El nudo sencillo combina mejor con el aire del chaqué que el conocido como Windsor. 

10. Flor en el ojal. Menos, es más. Dicho esto, si se quiere lucir una flor hágase correctamente. El rabillo debe introducirse por el ojal quedando solo a la vista la flor. El rabillo, por su parte, descansará en la parte interior de la solapa en el pasador cosido para tal efecto.

El Aristócrata

lunes, 4 de noviembre de 2019

LA SASTRERÍA NAPOLITANA

A lo largo de los años habéis sido muchos los que de manera abierta o a través de peticiones privadas reclamabais que se escribiera un artículo sobre la sastrería italiana y más concretamente sobre la sastrería Napolitana.

Antes de entrar en profundidad a hablar de este tipo de sastrería es importante tener en cuenta que la sastrería Napolitana ya no es exclusiva de los sastres Napolitanos y que hoy al ser este estilo muy demandado sastres de otras ciudades, e incluso de otros países, practican también la técnica utilizada por los sastres napolitanos.

Por ello, aunque todos podamos tener en mente una serie de diferencias básicas entre, por ejemplo, el estilo inglés e italiano es importante recordar que no siempre ciertas características son exclusivas de uno u otro corte. Es más, lo que hoy mucha gente denomina de forma genérica corte italiano no siempre coincide con el tipo de corte de ciudades como Milán o Roma.

Igualmente, es importante no olvidar que en Nápoles e incluso en Roma hay tantos estilos como sastres existen y generalizar como hoy se hace sobre el corte napolitano, milanés o romano es dejar de lado muchas consideraciones.

Y para terminar estas notas introductorias también hay que tener en cuenta que el trabajo del sastre evoluciona en el tiempo y que una chaqueta cosida hace quince años por, por ejemplo, Rubicciani diferirá bastante de la última chaqueta que abandonó su sastrería.
La sastrería alemana y francesa

Dicho todo esto, también es importante recordar a los más fervientes seguidores de la sastrería napolitana que al igual que en todos los países hay caballeros que cuidan con gran esmero su vestimenta también hay buenos sastres en prácticamente la totalidad de los países de la vieja Europa.

Y quien no esté de acuerdo con esta afirmación le recomiendo que profundice en los requisitos y los años de experiencia que se exigen en Alemania para poder poner en la puerta de una sastrería las palabras Maestro Sastre.

Mención aparte requiere Francia. No deja de ser curioso observar como en Francia, país que todavía ocupa la cúspide de la alta costura femenina, cada día resulta más difícil encontrar caballeros que vistan elegantemente de traje. Y eso que no hay que olvidar que en Paris en un tiempo atrás se establecieron muchos de los sastres y camiseros ingleses e italianos más reputados.

Los mismos Henry Poole, Caraceni y Cifonelli y Hilditch & Key, abrieron todos en Paris aunque hoy excepto la casa italiana Cifonelli y el inigualable también italiano Camps De Luca ya nadie queda en Paris y los italianos, y la mayoría también de los ingleses, que fueron un día a Francia volvieron a su país sencillamente porque los caballeros franceses no demandaban ya sus servicios.
Y todo ello sin olvidar que en Francia los caballeros llegaron a vestir francamente bien como atestigua la elegancia de actores de la talla Noiret, Belmondo o Gabin.

Dicho todo esto, es de justicia admitir que hoy son el Reino Unido e Italia los dos países referentes a la hora de vestir.

El denominado British Style tiene toda una historia detrás mientras que el denominado Stile Italiano es algo reciente. Con total confianza podemos afirmar que Nápoles sin Savile Row no hubiera alcanzado las cotas de calidad y perfección con las que hoy cuentan sus principales sastrerías.

Como ya dijimos en aquel artículo donde comparábamos el British Style con el Stile Italiano es de justicia admitir que si hoy hay una forma de vestir que traspasa fronteras esa es la italiana. Sin embargo, tampoco nadie debería dejar de admitir que si el estilo italiano y concretamente la sastrería napolitana ha alcanzado tales niveles de perfección es porque tenía donde fijarse y a partir de ahí crear ese estilo tan particular.
El por qué de Nápoles y Londres

Puede parecer lógico que la mayoría de los hombres mejor vestidos del Reino Unido se concentren en Londres. El poder económico de la capital inglesa así como el aglutinar muchos bancos tanto nacionales como extranjeros, despachos de abogados, sedes de multinacionales, auditoras, consultoras y otros lugares donde se cuida con especial esmero la forma de vestir ha hecho que desde hace dos siglos los más reputadas sastrerías y camiserías abrieran allí sus puertas.

Sin embargo, algo que llama poderosamente la atención es el hecho de que independientemente de que ciudades como Milán o Turín hayan sido el centro financiero de Italia, sea precisamente una ciudad de poco más de un millón de habitantes la que mejor haya sabido guardar la tradición. Nápoles es hoy el referente del buen vestir y la Meca a la que acuden los caballeros más elegantes del mundo en busca de ese corte tan característico.

Quizás el principal motivo de todo esto sea el hecho de que en Nápoles la tradición tenga, en todos los aspectos de su sociedad, mucha importancia. Solo como ejemplo apuntar que la gran mayoría de los caballeros napolitanos no entendería acudir a cenar a uno de esos lugares fashion que tanto abundan en las ciudades europeas y prefieran acudir a las Trattorias de toda la vida.
No deja de ser igualmente curioso el que en Nápoles la camisería a medida esté más extendida que en cualquier otro sitio en el mundo y sus propios habitantes elijan acudir a la camisería a medida y no al RTW a la hora de comprar sus camisas. La camisería a medida está tan extendida en Nápoles que sus precios son francamente competitivos de compararse con los de las principales ciudades europeas.

Es tal el poder de la tradición en Nápoles que es de los pocos sitios de Europa donde los caballeros todavía siguen yendo a las barberías y no a las peluquerías tal y como se conocen aquí.

De la misma forma, a nadie le debería sorprender encontrar señores de 70 años que solo tengan en su armario trajes a medida. Y esto no es porque sean presumidos; es sencillamente porque así han sido siempre las cosas allí y para sus habitantes resulta inconcebible que fuera de otra forma.
El comienzo de la sastrería Napolitana

Durante los años dorados del vestir masculino, los años 30, la elegancia de Cary Grant (quien por cierto era también cliente de la sastrería romana Caraceni), de Fred Astaire o de David Niven se apodera de la gran pantalla y su manera de vestir es imitada, o al menos se intenta, por los caballeros de la época.

Y es precisamente a partir de los años 30 donde el conocido hoy como estilo napolitano empieza a florecer.

Es concretamente con la unión de los míticos sastres Attolini y Rubinacci cuando nace en los años 30 la archiconocida London House. Es concretamente la London House y otro sastre italiano hoy ya elevado a mito por los estudiosos de la aguja, Angelo Blasi, quienes empiezan a desestructurar las armadas chaquetas inglesas imprimiendo ese toque único que desde hace unos diez años atrás ha ganando la partida a los sastres de la Row.

Para los amantes de este corte y reforzando la idea con la que abríamos este artículo de que no es bueno generalizar al hablar del corte napolitano apuntar que todavía hoy se dice que en Nápoles existen dos escuelas: la de Blasi y la de Attolini.

La principal diferencia es que el corte de Blasi es algo más estrecho de hombros y su chaqueta algo más armada, más tipo inglesa, mientras que la hechura de Attolini es algo más ancha. Los seguidores de Attolini mantienen que fue él quien desestructuró la chaqueta de Blasi, le quitó las hombreras y empezó a coserla entretelas muy finas dando lugar a lo que hoy la gente evoca cuando piensa en un traje napolitano.
Aunque el párrafo anterior podría hacer “correr chorros de sangre” entre los fervientes seguidores de una y otra corriente, lo que parece claro es que la sastrería italiana encontró en la alta sastrería inglesa el perfecto espejo en el que fijarse, imprimirle su propio estilo y crear un traje de una enorme comodidad.

Comodidad que consiguen olvidándose del forro, prescindiendo o utilizando finísimos paddings y escogiendo solo telas de tacto exquisito así como de una enorme ligereza y elasticidad.

Quien haya tenido la oportunidad de vestir uno de estos trajes habrá sentido la sensación de ir vestido de sport y no con traje alguno. El que apenas pesen los trajes resultantes y la facilidad de movimientos que permiten sus telas hacen que se adapte de forma totalmente natural al cuerpo. Esto hace que transmitan la sensación de ir, permitirme la expresión, como si se fuera con ropa de deporte. Y si lo que buscamos es esto hay que reconocer que como los Napolitanos ninguno.

De Londres a NápolesSi bien es de justicia admitir que desde hace ya diez años es la sastrería italiana y más concretamente la napolitana la que domina el mundo de la alta sastrería también lo es el hecho de que Nápoles no sería lo que hoy es sin, por un lado, un buen marketing y por otro Savile Row.
Así por ejemplo, resulta apropiado recordar que el mismísimo Rubinacci envió a SR a un miembro de su familia para que aprendiera el trabajo de los sastres londinenses y lo exportara a la London House de Nápoles.

También el sastre de Roma, Tommy Caraceni, fue enviado por su padre en los años 30 a Henry Poole para que entendiese y aprendiese la forma de trabajar de la que por aquel entonces era considerada una de las mejores sastrerías del mundo.

Otro ejemplo fue Arturo Cifonelli quien aprendió la profesión de su padre Giuseppe en Roma pero en vez de quedarse en Roma también se marchó a SR. En 1911 decidió volver a Italia y en 1930 terminó abriendo su tienda en París; donde hoy todavía sigue esta sastrería.

Si de los años 30 a los años 60, SR es el centro mundial de la más alta sastrería después de esta fecha se empiezan a invertir las tornas y la más actual y natural sastrería italiana gana año tras año más popularidad y los ojos de los consumidores de este arte que es la sastrería a medida empiezan a fijarse en ella.
Sus principales características

Los italianos han adaptado el estilo clásico inglés a los nuevos tiempos estilizándolo y desestructurándolo lo que ha dado lugar a lo que hoy se conoce popularmente como el estilo Napolitano.

Este característico corte se diferencia por contar con apenas “relleno” o entretelas, no tener forro excepto en la las mangas y carecer de estructura. Si bien todas estas características se pueden encontrar en otras ciudades italianas con elevadas temperaturas seguramente sea el archi conocido hombro napolitano la nota más característica del estilo napolitano.

Tampoco podemos olvidar esos tejidos de enorme ligereza y comodidad que nadie como sus sastres saben elegir para combatir las elevadas temperaturas de Nápoles. ¡Y eso que la gran mayoría de ellas todavía proceden del Reino Unido!

Son precisamente estas características las que hacen tan atractivos y hasta objeto de culto los trajes que cortan las tijeras de los más aventajados sastres napolitanos. Sin embargo, antes de dar por bueno la idea generalizada de que la terminación de estos trajes es la más avanzada y la más exquisita es importante hacer alguna puntualización.

El cliente de la sastrería más purista napolitana debe saber que estos trajes dan la sensación de estar más próximos a un conjunto de sport que a uno de chaqueta. El aspecto ligero del traje napolitano le quita formalidad y no deberíamos sorprendernos de escuchar de alguna voz autorizada que esto no es un traje y que además su construcción tiene mucho más de mito que de realidad.
También es importante recordar que si la tela no es de una calidad excepcional y confeccionada pensando precisamente en que no será cosida con forro alguno es muy probable que termine arrugándose de forma rápida. Y por supuesto si no se acude a la cuna de esta sastrería es mejor asegurarse un buen corte de “la vieja escuela europea” que innovar este corte con uno de nuestros sastres.

Este tipo de confección consigue resultados espectaculares con los trajes cruzados. Las DBJ tan demandadas y bien vestidas en el país de la pasta envuelven con una gran naturalidad y estilo a sus afortunados propietarios.

Como acabamos de apuntar uno de los rasgos más característicos del estilo Napolitano es la forma en la que se cosen las mangas a los hombros. Apenas se forma el conocido popularmente como “chorizo” y tampoco se aprecia apenas la costura donde se unen el hombro y la manga.

La terminación de la hombrera es redondeada. Igualmente, en muchos casos se aprecian pliegues a la altura de la costura del hombro. Esto último es así debido a que la chaqueta no cuenta con apenas hombrera y en la caída natural de la tela no queda más remedio que aparezcan éstas; algo que hoy hasta se exagera para reclamar el sello de “hombro napolitano”.
A esto hay que unir que para ganar comodidad la extensión de la tela del brazo que se une con la hombrera es más larga que la del diámetro de la hombrera. Esto obliga al sastre a, con mucha pericia y siempre a mano ya que las máquinas de coser no permiten coser dos trozos de tela de diferente extensión, introducir el sobrante de la manga en el hombro. Es precisamente esto lo que hace que aparezcan en muchos casos esos pliegues de los que estamos hablando.

Con todo esto se consigue una caída del hombro totalmente natural donde apenas se aprecia la existencia de la hombrera; entre otras cosas porque ya de por sí la propia hombrera es mucho más delgada de la que estamos aquí acostumbrados.

Otra de sus características principales es que, guardando las diferencias, se asemeja en gran medida al corte del hombro de una camisa; lo que los sastres napolitanos denominan como spalla camicia.Es importante nuevamente mencionar que si bien ciertas características, como la ausencia de padding en la hombrera, son comunes a la mayoría de los sastres napolitanos, otras como la mayor o menor limpieza de líneas dependerá de cada casa.

El no contar con forro les obliga a coser los bolsillos sobre la chaqueta en forma de parche, es decir, sobre la tela de la chaqueta y no con un bolsillo interior. Por eso es hoy tan frecuente observar como los sastres napolitanos han preferido dejar el interior de la chaqueta limpio, sin que se aprecie forro ninguno, y coser los bolsillos por fuera.

Otras casas, también napolitanas, prefieren forrar solo los costados para poder coser tanto los bolsillos laterales como el del pecho en el interior de la chaqueta.
¿Qué sastrería es mejor la italiana o la inglesa?

Sinceramente creo que quien mantenga una postura radical hacia una u otra sastrería se equivoca. Y se equivoca porque no hay una sola sastrería italiana o inglesa como tampoco hay un solo sastre en cada una de estas y porque también el trabajo de los sastres evoluciona.

Además de todo esto, no podemos olvidar que un buen sastre está capacitado para hacer el corte que le pida su cliente. Y quien no esté de acuerdo con nosotros que se pase por Anderson & Sheppard y pida que le corten un Rubinacci. Seguro que se sorprendería con el resultado.

Igualmente, a cada uno de nosotros nos puede gustar más uno u otro estilo y no por ello el otro corte es demasiado anticuado o por el contrario demasiado moderno. Si a todos nos gustara lo mismo creo, por ejemplo, que este blog no existiría.

Para mí nuevamente la clave está en el cliente. Dependerá de él y de lo exigente que sea el que consiga un traje mejor terminado. Todos nos esmeramos más en nuestras profesiones cuando sabemos que a quien tenemos enfrente conoce la diferencia entre lo bueno y lo excepcional.

Del Duque de Windsor, Fred Astaire, Cary Grant e incluso del mismísimo Príncipe Carlos han comentado sus sastres que eran clientes difíciles y que no se conformaban con cualquier cosa buscando siempre la perfección en la terminación de sus trajes.
Decía Angelo Blasi: "personalmente no me interesa el cliente a quien se puede satisfacer fácilmente, ese que está inmediatamente contento con mi trabajo. Hay poca satisfacción con un cliente así. Por el contrario dame el cliente exigente. En una palabra alguien que sea igual de perfeccionista que yo y que me obligue a sacar todo mi talento y destreza”.

Dicho esto y después de estudiar la sastrerñia napolitana creo que para calificarla de mejor o peor que la de otras ciudades es de vital importancia conocer nuestro concepto de traje y finalmente de lo que significa la palabra elegancia para nosotros.

Conclusión: Para todos esos lectores que me acusan de “no mojarme” con mi opinión en mis artículos decirles que sin quererme extender mucho yo diría que si lo que buscamos es limpieza de líneas, sobriedad, simplicidad, perfección, ausencia de arrugas y un traje que obedezca a los patrones clásicos de lo que debería ser un traje nuestra decisión debería ser la sastrería europea (inglesa, española, alemana o francesa).

Si por el contrario lo que buscamos es comodidad, estilo, la máxima calidad de mano de obra, naturalidad, diseño, tejidos de calidad excepcional y súper ligeros así como desprender un cierto grado de desenfadamiento parece claro que nuestra opción debería ser la sastrería napolitana.

O dicho de otra forma: la alta sastrería inglesa sigue siendo propietaria de la hechura más perfecta y de la atención al mínimo detalle mientras que la napolitana es única en diseño y en calidad de la mano de obra.
Y después de todo esto, lo más importante: ¿ustedes que opinan?


El Aristócrata

lunes, 25 de julio de 2016

LA CHAQUETA DE SPORT



Iba a esperar a mañana, una vez celebrada esta noche la Gala de los Goya, para escribir un artículo sobre los conjuntos de nominados y premiados. Sin embargo, tras ver hace unos días con lo que estos nos sorprendieron en la cena de los nominados he decidido que seguramente sea mejor dejarlo para el año que viene. No obstante, ¡ojalá me equivoque y me arrepienta de no haberlo hecho este 2016!. 

La relajación de las normas de vestir llega a cotas imposibles de imaginar no muchos años atrás. De atenernos a lo que vemos en la calle y la dirección que ésta está tomando, por mucho que nos pese, debemos empezar a hacernos la idea de que el traje y la corbata tienen los días contados. Al contrario de lo que algún lector pueda pensar, esto no es responsabilidad de ningún grupo político ni de ningún grupo social. Los políticos que hoy visten de sport lo hacen mal y sus homólogos que lo hacen de traje no lo hacen mejor. ¡En ninguno de los dos grupo existe el concepto de estética y gusto!. 
Este panorama bastante desolador ofrece, sin embargo, un guiño a todos aquellos que no se dejan llevar por esta nueva corriente, permitiéndoles destacar muy fácilmente entre tanta mediocridad. Vestir correctamente tanto de traje como de sport hoy significa reafirmar una personalidad y un gusto por las cosas bellas. Como hemos dicho en varias ocasiones, vestir de traje correctamente es relativamente sencillo, per hacerlo de sport resulta algo más complicado. Para no errar en los momentos en los que la corbata descansa en el armario, las chaquetas de sport se presentan como una opción más que interesante.

Estas se pueden vestir tanto acompañadas de corbata un casual friday como con un sencillo jean. Los jeans o pantalones vaqueros (puristas, ambas palabras son admitidas por la RAE), rebajan el posible formalismo de esta prenda otorgándole un toque de sport (palabra también recogida en la RAE) muy agradecido cuando se busca un aspecto elegante pero informal. Las chaquetas de sport se pueden combinar con diferentes prendas en la parte superior. Desde vestirse únicamente con una camisa, más lógica ésta de contar con botones en el cuello y de puño simple, hasta hacerlo con un jersey de pico, las combinaciones son de lo más interesantes.
Este tiempo tan atípico nos anima, sobre todo en algunos puntos de nuestra geografía, a vestirla sin abrigo. Si además nuestra chaqueta es, como en este caso, de un peso considerable, 380gr, mucho deben bajar las temperaturas para necesitar una prenda más de abrigo. No obstante, de bajar algo las temperaturas siempre podemos jugar con complementos como la pashmina para ganar algo de protección extra. Recordemos que en Escocia tejidos como el Harris Tweed se utilizaban sin abrigo tanto para enfrentarse al frío como a la lluvia. 

Esta chaqueta realizada por D. José María Reillo se confeccionó pensando precisamente en darle un uso puramente de sport. Aunque los lectores más fieles ya habéis leído de él e incluso muchos habéis pasado a ser clientes suyos, me vais a permitir volver a mencionarle como una suerte para todos los que vestimos a medida. Y no solo es una suerte por su buen hacer como sastre, para mi sin lugar a dudas uno de los mejores, sino por su calidad humana y profesional.
Desde aquel año 2007, cuando me recibió por primera vez en su antigua sastrería de la Calle Orense le he ido descubriendo como profesional y persona. Me recibió con las manos abiertas cuando compañeros suyos, a priori más reputados, no lo podían hacer por estar siempre ocupados con innumerables encargos (todavía la feroz crisis no había entrado en los hogares de los más acaudalados.). Me habló de sastrería, de la profesión, de cómo diferenciar a un sastre de un “dependiente”, de telas, de hechuras, de sastrería inglesa e italiana, de la historia de la sastrería española y de sus sastres más conocidos. De Collado, de Mogrovejo, de Pajares, de Sullá y de un largo etcétera. 

Siempre he criticado, y critico, precisamente por el cariño que tengo a muchos de ellos, la insana costumbre extendida entre los sastres españoles de sacar continuamente pegas al trabajo de sus compañeros. Creo que ese sentirse el mejor puede llegar a ser un obstáculo para aprender cosas nuevas y seguir evolucionando. Sin embargo, desde que conozco a D. José María nunca le he oído hablar mal de ningún compañero. Sé por su mirada que hay unas cosas que le gustan más que otras y que prefiere a unos sastres que a otros, pero nunca, nunca, le he oído criticar el trabajo de ningún compañero, y mucho menos si era español.
Su defensa por la sastrería española no tiene límites aunque admite que nos hemos quedado muy lejos de saber vender el producto como lo hacen los italianos. No admite que nadie le diga que la calidad de la mano de obra de la sastrería inglesa o italiana sea superior a la española aunque sí cede ante la superioridad del estilo italiano (quizás por ello, y a pesar de su edad, sea asiduo a la feria del Pitti Uomo para seguir cogiendo tendencias). Tiene trajes clásicos y modernos, al igual que clientes mayores y jóvenes. Su estilo personal es, sobre todo, de chaqueta y pantalón. Telas ligeras, cortes relajados y desarmados y zapatos negros de cordones o con hebillas son su armario del día a día. 

Esta chaqueta destaca por sus costuras cargadas, delgadas hombreras partidas,  medio forro, solapas chatas, sisa muy alta y corte desestructurado. Precisamente por el peso del tejido (380 gramos) de haberla forrado entera o haber puestos entretelas si bien hubiera sido si cabe más compacta también hubiera sido imposible de vestir con esta nueva climatología. Puesta destaca por su enorme comodidad, no tira en ningún momento y permite moverse con total libertad. ¡Todo un jersey en forma de chaqueta!. 
Por dentro, además de apreciarse la calidad de la mano de obra, marca siempre de la casa, se ven esos detalles alegres a los que José María nos tiene acostumbrados. Botones de asta, tela de camisa para rematar y adornar los bolsillos y forro de seda para los vivos; vivos obviamente cosidos a mano, ponen el broche a la chaqueta. 

¡Ahora ya solo falta que llegue el frío para poder disfrutar de ella!

El Aristócrata

lunes, 4 de julio de 2016

EL BLAZER


Si hay una prenda versátil que permita desde vestir a unos vaqueros hasta restar formalidad a un conjunto de corbata esa es la chaqueta conocida como blazer. 

Aunque con esta denominación hoy nos referimos a una chaqueta, normalmente azul marino, de hilera sencilla y algunas veces con botones dorados o plateados, esto no obedece a sus orígenes. Como en su día escribíamos, la primera blazer debe su nombre al capitán de la fragata británica H.M.S. Blazer quien en 1837 tras saber de la visita de la Reina Victoria vistió a sus marineros con una chaqueta azul marino cruzada con botones dorados. La Reina quedó tan gratamente sorprendida con aquella chaqueta que a partir de entonces todos los marineros la escogieron como parte de su uniforme. Aquella blazer se caracterizaba por tener ocho botones dorados - hoy se puede ver con seis e incluso con cuatro - por ser de hilera cruzada, por terminar sus solapas en pico, ser de color azul oscuro y por contar con dos aberturas traseras.
Por su lado, la blazer de hilera sencilla debe su origen a las chaquetas que vestían los clubs británicos de remo en las regatas del S. XIX. Para diferenciarse, cada club escogía diferentes colores para las franjas de su chaqueta. Esta blazer de hilera sencilla contaba con una o dos aberturas laterales, dos o tres botones centrales y sus solapas terminaban en forma redondeada. 

Hoy, el laissez-aller imperante en nuestra sociedad ha traído consigo que sobretodo este último tipo de blazer, también conocida popularmente como americana, haya ganado cada vez más terreno al clásico traje de chaqueta. Si la blazer de franela, cachemira o de pura lana virgen resulta muy adecuada en las estaciones más frías, la de lino es muy agradecida en las más calurosas. Aunque esta “americana” fue concebida para un uso puramente casual, de querer vestirla en un ambiente algo más formal, o incluso acompañando a una corbata, resulta fundamental acertar con las prendas que la acompañen. 

Así, por ejemplo, en invierno se deberían escoger pantalones de franela o de tela cruzada cavarly. En verano, los pantalones de lana tropical o de tejidos de gabardina resultan muy elegantes, además de frescos. Los pantalones en tono gris oscuro en invierno y algo más claro en verano hacen un bonito contraste con el azul marino de la chaqueta de invierno y con el azul algo más claro de la de verano. Si lo que buscamos es vestir nuestra blazer de manera informal escojamos pantalones de moleskin o de pana en invierno y decantémonos por la lana virgen o el algodón seersucker en verano.

A la hora de acompañarla de corbata, las camisas azul cielo o a rayas finas son las opciones que mayor juego dan. De querer disfrutar de su aire informal nada como hacerlo sin corbata y con una camisa sin gemelos y con botones en el cuello. Los más dandis seguro que apostarán por la auténtica blazer combinada con pantalones blancos como ya hacía la alta sociedad de los años 30 en Palm Beach. Por su parte, los amantes de la vestimenta más británica se atreverán con pantalones de tela cruzada cavalry marrón oscuro y los más rompedores seguro que no dudarán en escoger con ella un atrevido pañuelo de bolsillo y vestirla con sus vaqueros más alternativos.
A la hora de escoger los zapatos es importante que estos guarden una cierta coherencia con la informalidad de esta prenda. Así pues, unas botas Chelsea marrón, un doble hebilla tono coñac, unos blucher color vino o unos tassel de ante son opciones todas ellas acertadas. 

Para los más sibaritas: Siempre a medida, cruzada, confeccionada con sarga de hilo de estambre de no mas de 340 gramos de peso y con ocho botones. Los botones deberán ser en invierno de oro, no chapados, y de plata en verano. Nada más exquisito que los botones antiguos y originarios de las reservas del ejército británico o, en su defecto, botones tallados con el escudo de familia.

El Aristócrata